Vox Dei

Si muere, da mucho fruto

2011-08-10

Jesús nos anuncia su glorificación por su propia muerte por medio de la...

«Si alguno me sirve, que me siga,
y donde yo esté,
allí estará también mi servidor»


Evangelio, Juan 12,24-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor.Si alguno me sirve, el Padre le honrará».

Reflexión

Rev. D. Antoni Carol i Hostench

Hoy, la Iglesia —mediante la liturgia eucarística que celebra al mártir romano san Lorenzo— nos recuerda que «existe un testimonio de coherencia que todos los cristianos deben estar dispuestos a dar cada día, incluso a costa de sufrimientos y de grandes sacrificios» (Juan Pablo II).

La ley moral es santa e inviolable. Esta afirmación, ciertamente, contrasta con el ambiente relativista que impera en nuestros días, donde con facilidad uno adapta las exigencias éticas a su personal comodidad o a sus propias debilidades. No encontraremos a nadie que nos diga: —Yo soy inmoral; —Yo soy inconsciente; —Yo soy una persona sin verdad... Cualquiera que dijera eso se descalificaría a sí mismo inmediatamente.

Pero la pregunta definitiva sería: ¿de qué moral, de qué conciencia y de qué verdad estamos hablando? Es evidente que la paz y la sana convivencia sociales no pueden basarse en una "moral a la carta", donde cada uno tira por donde le parece, sin tener en cuenta las inclinaciones y las aspiraciones que el Creador ha dispuesto para nuestra naturaleza. Esta "moral", lejos de conducirnos por «caminos seguros» hacia las «verdes praderas» que el Buen Pastor desea para nosotros (cf. Sal 23,1-3), nos abocaría irremediablemente a las arenas movedizas del "relativismo moral", donde absolutamente todo se puede pactar y justificar.

Los mártires son testimonios inapelables de la santidad de la ley moral: hay exigencias de amor básicas que no admiten nunca excepciones ni adaptaciones. De hecho, «en la Nueva Alianza se encuentran numerosos testimonios de seguidores de Cristo que (...) aceptaron las persecuciones y la muerte antes que hacer el gesto idolátrico de quemar incienso ante la estatua del Emperador» (Juan Pablo II).

En el ambiente de la Roma del emperador Valeriano, el diácono «san Lorenzo amó a Cristo en la vida, imitó a Cristo en la muerte» (San Agustín). Y, una vez más, se ha cumplido que «el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna» (Jn 12,25). La memoria de san Lorenzo, afortunadamente para nosotros, quedará perpetuamente como señal de que el seguimiento de Cristo merece dar la vida, antes que admitir frívolas interpretaciones de su camino.

Reflexión Bíblica

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto", En esta ocasión, Jesús por medio de esta metáfora, nos anuncia su glorificación por su propia muerte por medio de la comparación con el grano de trigo, con lo cual nos hace ver que su muerte no será un fracaso, al contrario será los que nos permitirá una vida nueva.

Jesús es un hombre sencillo para comunicarse con los suyos, y emplea un lenguaje que no difícil de entender y los hace con metáforas de la vida ordinaria como en este caso de la semilla del trigo, todo campesino sabe muy bien que al sembrar el grano en la buena tierra, este muere, esto es, se pudre, pero como consecuencia de esto de el surge una nueva planta que crece y luego bien regada da muchos granos más, y su siembra resultaría un verdadero fracaso si el grano no muriera.

Es así como no sirve un grano de trigo sin germinar, pero la germinación de vida supone entrar él mismo en la muerte, como la muerte de Jesucristo y de los que estamos unidos a Él por la fe y el Bautismo, es como la muerte del grano de trigo y de esa muerte nace Vida Nueva. Para seguir a Cristo, no podemos evitar la cruz, si lo hiciéramos, estaríamos siendo como el grano sin germinar.

Jesús nos invita a seguirle y nos pide siempre entrega total. Nos invita a tener una actitud de confianza completa y sin reservas a la salvación del reinado de Dios, siguiendo a Cristo perderemos muchas cosas superfluas de esta sociedad, pero se convertirán en ganancia en fuente de vida. Jesús siempre nos pide una entrega radical y nos pide una vida sin egoísmo y sin pensar en asegurar nuestra propia existencia, tenemos que olvidarnos por completo de si mismo, como el lo hizo y sin palabra, el lo hizo con su vida en la cruz.

El Evangelio siempre nos pide un cambio y un compromiso, si miramos como está la sociedad hoy día, donde cada vez hay menos interés por los valores, nos preguntamos ¿Qué frutos se pueden esperar con esta forma de vida?, para dar buenos frutos, hace falta entregarse como semilla, hace falta comprometerse por lo que uno cree, entonces si queremos dar fruto, debemos ser capaces de darnos, de entregarnos, de morir por aquello que estamos convencidos que es bueno.

A los cristianos se nos exige renunciar a nosotros mismo, renunciar a nosotros mismos en el servicio. "Servir" y "seguir", son dos palabras que se usan frecuentemente para decir que somos cristianos: se sirve al Señor y se sigue al Señor y si seguimos a Cristo en todo momento y en todas las circunstancia, muriendo con Cristo, también seremos glorificados con Él.

Hoy es el día del diaconado, palabra que viene de la raíz griega servicio. El ejemplo del Diácono San Lorenzo, caído en la tierra como semilla dispuesta a dar abundante fruto, suscite en la Iglesia a muchos jóvenes dispuestos a servir a los pobres. Debemos mostrar nuestro reconocimiento a estos amigos de Dios (santos y santas) haciendo que las obras de caridad como Iglesia que somos sean verdaderas obras de liberación cristiana.



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