Trascendental

El Padre nuestro meditado

2011-08-10

Que estás en el cielo: o mejor, que el cielo está donde estás tú,...

Autor: Alfonso Milagro

Por rezar el Padre nuestro tan frecuentemente, quizá nos hayamos mecanizado en su recitación; detengámonos ahora brevemente en su meditación.

Padre: eres tú el que quieres que te llamemos así; y quieres que así te llamemos porque lo eres de verdad.

Nuestro: entonces, todos somos hermanos... debemos querernos como hermanos, ayudarnos y tratarnos como hermanos...

Que estás en el cielo: o mejor, que el cielo está donde estás tú, porque tú eres el cielo, porque tú eres el amor, y donde hay amor estás tú, y donde estás tu está el cielo.

Santificado sea tu nombre: que todos te conozcan, te alaben, te sirvan y te amen. Santificar a Dios es dejarse santificar por él, dejar que obre en nosotros la acción de su gracia, que es obra de santificación.

Venga a nosotros tu Reino: tu Reino es un Reino de justicia, de verdad, de amor y de paz; que en nosotros haya justicia como fundamento de tu Reino; que estemos en la verdad y vivamos en el amor y en la paz, para así construir un mundo nuevo, que sea un signo y un anticipo de tu Reino.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: que, siendo buenos hijos tuyos, hagamos lo que tú nos mandas y lo hagamos como hijos y no como siervos; es decir, con amor y por amor. Y que hagamos y aceptemos tu voluntad cuando regala, como cuando crucifica, pues tu voluntad siempre es justa y santa.

Danos hoy nuestro pan de cada día: danos el pan que necesitamos para cada día; el pan, es decir, todo lo que necesitamos para nuestra vida material, personal, familiar y social. No te pedimos, Padre, comodidades ni lujo, ni nada que no esté conforme a tu voluntad; pero sí todo aquello que nosotros y los nuestros necesitamos para vivir dignamente, como corresponde a la persona humana. Y también te pedimos el otro pan: el pan para nuestra alma, el Pan de la Eucaristía, que nos de la fuerza necesaria para vivir en toda plenitud nuestra vida espiritual.

Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: unos a otros nos ofendemos y unos a otros debemos perdonarnos; y todos te ofendemos a ti y necesitamos ser perdonados por ti; pero no nos perdones con la misma mezquindad con que nosotros nos perdonamos, sino perdónanos según tu gran misericordia.

No nos dejes caer en la tentación: sentimos el atractivo del pecado; somos débiles, vacilamos; si tú nos sueltas de tu mano, ciertamente caeremos. No te pedimos que no nos permitas tentaciones; pero sí te pedimos que no nos dejes arrastrar por la tentación.

Líbranos del mal: el mal nos está ahogando; estamos inmersos en un mundo saturado por el mal, que pretende meterse hasta en nuestras entrañas, para malearnos hasta en nuestra misma raíz. Líbranos, Padre, del mal y haz, más bien, que te sirvamos con rectitud y bondad.

Amén: Así es. Tú eres el Padre; así es: somos tus hijos; así es: somos todos hermanos; tu voluntad y tu Reino es lo que debemos buscar con el mayor ahínco.

Así sea: que te amemos, que nos santifiquemos, que te sirvamos, te adoremos y todo lo esperemos de ti, que todo lo recibamos de tu generosa mano, abierta hacia nosotros, por el amor que nos tienes.



EEM

Notas Relacionadas

No hay notas relacionadas ...



Ver publicaciones anteriores de esta Columna