Trascendental
El Padre nuestro meditado
Autor: Alfonso Milagro
Por rezar el Padre nuestro tan frecuentemente, quizá nos hayamos mecanizado en su recitación; detengámonos ahora brevemente en su meditación.
Padre: eres tú el que quieres que te llamemos así; y quieres que así te llamemos porque lo eres de verdad.
Nuestro: entonces, todos somos hermanos... debemos querernos como hermanos, ayudarnos y tratarnos como hermanos...
Que estás en el cielo: o mejor, que el cielo está donde estás tú, porque tú eres el cielo, porque tú eres el amor, y donde hay amor estás tú, y donde estás tu está el cielo.
Santificado sea tu nombre: que todos te conozcan, te alaben, te sirvan y te amen. Santificar a Dios es dejarse santificar por él, dejar que obre en nosotros la acción de su gracia, que es obra de santificación.
Venga a nosotros tu Reino: tu Reino es un Reino de justicia, de verdad, de amor y de paz; que en nosotros haya justicia como fundamento de tu Reino; que estemos en la verdad y vivamos en el amor y en la paz, para así construir un mundo nuevo, que sea un signo y un anticipo de tu Reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: que, siendo buenos hijos tuyos, hagamos lo que tú nos mandas y lo hagamos como hijos y no como siervos; es decir, con amor y por amor. Y que hagamos y aceptemos tu voluntad cuando regala, como cuando crucifica, pues tu voluntad siempre es justa y santa.
Danos hoy nuestro pan de cada día: danos el pan que necesitamos para cada día; el pan, es decir, todo lo que necesitamos para nuestra vida material, personal, familiar y social. No te pedimos, Padre, comodidades ni lujo, ni nada que no esté conforme a tu voluntad; pero sí todo aquello que nosotros y los nuestros necesitamos para vivir dignamente, como corresponde a la persona humana. Y también te pedimos el otro pan: el pan para nuestra alma, el Pan de la Eucaristía, que nos de la fuerza necesaria para vivir en toda plenitud nuestra vida espiritual.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: unos a otros nos ofendemos y unos a otros debemos perdonarnos; y todos te ofendemos a ti y necesitamos ser perdonados por ti; pero no nos perdones con la misma mezquindad con que nosotros nos perdonamos, sino perdónanos según tu gran misericordia.
No nos dejes caer en la tentación: sentimos el atractivo del pecado; somos débiles, vacilamos; si tú nos sueltas de tu mano, ciertamente caeremos. No te pedimos que no nos permitas tentaciones; pero sí te pedimos que no nos dejes arrastrar por la tentación.
Líbranos del mal: el mal nos está ahogando; estamos inmersos en un mundo saturado por el mal, que pretende meterse hasta en nuestras entrañas, para malearnos hasta en nuestra misma raíz. Líbranos, Padre, del mal y haz, más bien, que te sirvamos con rectitud y bondad.
Amén: Así es. Tú eres el Padre; así es: somos tus hijos; así es: somos todos hermanos; tu voluntad y tu Reino es lo que debemos buscar con el mayor ahínco.
Así sea: que te amemos, que nos santifiquemos, que te sirvamos, te adoremos y todo lo esperemos de ti, que todo lo recibamos de tu generosa mano, abierta hacia nosotros, por el amor que nos tienes.
EEM