Cuentas Claras

A 10 años

2011-09-12

Diversos estudios revelan que el costo de esas guerras asciende a más de 3 billones de...

Arturo Balderas Rodríguez, La Jornada

Ayer se cumplieron 10 años de los ataques terroristas de la organización Al Qaeda a las Torres Gemelas y al Pentágono. El ataque fue una declaración de guerra de su líder, Osama Bin Laden, en contra de EU por su intromisión en el mundo árabe, señaladamente por la permanencia de bases militares estadunidenses en esa región del mundo. No se sabe si la intención de Bin Laden era solamente causar la muerte de miles de ciudadanos o también descoyuntar la economía del país. Si así fue, logró ambos objetivos con creces.

Lo que siguió al 11 de septiembre fue otro tipo de desastre, que con el pasar de los años se ha agigantado hasta incluso poner en peligro la seguridad nacional estadunidense. La referencia no es a la posibilidad de otro ataque terrorista, que siempre existe, sino a la sangría económica que para el país han significado las dos guerras que el gobierno de George W. Bush emprendió a raíz de esos ataques. Una de ellas en contra de Irak, totalmente injustificada como se ha probado hasta la saciedad, con el pretexto de que el gobierno de Sadam Hussein brindaba apoyo a la organización Al Qaeda y que además poseía armas de destrucción masiva. Bush arrasó ese país y no vaciló en asesinar a decenas de miles de civiles inocentes. La otra, contra Afganistán, tuvo la justificación de que Bin Laden y otros líderes de esa organización terrorista residían en ese país cobijados por el gobierno talibán. Por ello contó con el apoyo de los países que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte, entre ellos Francia e Inglaterra.

Diversos estudios revelan que el costo de esas guerras asciende a más de 3 billones de dólares. A esa suma hay que agregar, además de los pagos por servicios médicos y tratamientos mentales de los miles de veteranos de esas guerras, los miles de millones gastados en reforzar la seguridad interna del país en cada terminal aérea, de ferrocarril y autobuses, cada puerto marino, cada puente, cada edificio y en fin, en cada sitio a lo largo y ancho del país susceptible de un ataque terrorista. Lo mismo en Nueva York, Londres o la ciudad de México, las largas filas, y en ocasiones el insufrible trato de los responsables de la seguridad en las terminales aéreas, son el símbolo omnipresente del derrumbe de las Torres Gemelas.

Las secuelas del 11 de septiembre de 2001 son múltiples, pero sin duda la más dolorosa es la muerte de miles de civiles inocentes en Irak, Afganistán o EU.

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