Huesped

La Chapis

2012-02-25

La risa de La Chapis era la de una niña traviesa, casi ingenua, pero de lo último no...

Gloria Muñoz Ramírez, La Jornada

María David Espejo se fue a los 81 años. Un cáncer fulminante detectado hace tres semanas se llevó a esta mujer de pequeñita estatura y enorme corazón, a saber dónde lo metía. Mejor conocida como La Chapis, recorrió con ese apelativo los senderos de Chiapas por más de 30 años. Ahí entregó todo a los pueblos indios con los que compartió lucha y destino.

La risa de La Chapis era la de una niña traviesa, casi ingenua, pero de lo último no tenía nada. Valiente, discreta, generosa, inteligente, audaz, comprometida, una sabia mujer  que puso sus cualidades al servicio de los más pobres, de los más dignos, de los pequeñitos, como ella.

Parecía frágil y ahí estaba su fortaleza. Caminaba sin hacer ruido, "muy bien hechecita", como diría una de sus hermanas. Coleccionaba tortugas de todos los tamaños y colores, era muy buena para el dibujo y para la poesía y leía con avidez literatura y todas las noticias. Fue también una estupenda estratega para su comunidad, casi una economista, contadora de sueños y de historias.

Caminaba con su fe por delante y la convicción plena de que algo estaba mal en este mundo si tanta injusticia y desigualdad había. Rezaba al tiempo que actuaba, fiel a la iglesia de los pobres y a su guía espiritual, el obispo Samuel Ruiz García, quien se le adelantó por 13 meses.

Nació en Chihuahua, estado que visitaba con regularidad, pero su corazón creció en Chiapas, a donde llegó en 1972 para quedarse 31 años. Los últimos nueve años sirvió a su comunidad en la ciudad de México, a donde llegó sin muchas ganas y se mantuvo, como siempre, dispuesta, alegre y sin quejarse.

En la visita del escritor portugués José Saramago a Chiapas le manifestó sus discrepancias con El Evangelio según Jesucristo. Audaz como ninguna, le comentó, "yo escribiré algún día El Evangelio según La Chapis". Y se moría de risa. Meses antes había caído en sus manos El Memorial del Convento, que devoró en unos cuantos días sin saber que el autor en menos de un año ganaría el Nobel de Literatura y sostendrían una amistosa conversación en la diócesis de San Cristóbal.

Hace tiempo comentó que algo estaba mal en su salud, que sentía que en cualquier momento podía irse. El cáncer ya hacía su trabajo pero ella no emitió queja alguna y murió apacible, tranquila, rodeada de algunos de sus seres queridos, no todos, pues son muchísimos y están en todas partes.

"Gracias Chapis", fue la frase más escuchada durante su despedida. "Amor y unión", dicen que fue uno de sus últimos llamados.

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gilberto

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