Para Reflexionar en Serio

Lucha espiritual

2012-09-17

La lucha ascética tiene una sola meta que es la de llegar a amar a Dios con una total...

Autor: Juan del Carmelo

Husmeando entre mis papeles…, aunque hoy en día habría que decir: metidos dentro de un disco duro, he encontrado una corta y bonita historia, que como siempre me ocurre, pienso que se la puede exprimir para sacarle su jugo espiritual, pues todo lo que nos rodea y nos sucede tiene un indudable jugo espiritual. Así que sin más preámbulos, es necesario que para exprimir este limón, antes de nada lo cuente.
 
Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la  oración y a la penitencia

Se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer. La gente no entendía cómo era posible que tuviera tanto trabajo en su retiro. A lo que les contestó:

"Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".

Pero no vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?

Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron. "Estos animales los llevamos dentro" Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas…

SON MIS OJOS

Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio del prójimo y ayuden sin herir…

SON MIS MANOS

Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta…

SON MIS PIES

Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño…

ES MI LENGUA

El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día…

ES MI CUERPO

Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso…

ESE... ES MI CORAZON

De sobra sabemos que una correcta vida humana, implica una lucha interior, entre las apetencias de nuestra carne y los deseos de nuestra alma, es lo que se llama lucha ascética, que unos se la toman muy en serió y otros, desgraciadamente quizás los mas, pasan de ella. En el libro de Job, podemos leer: "¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra?, ¿no son jornadas de mercenario sus jornadas?". (Job 7,1). Nosotros pasamos por este mundo, satisfaciendo las exigencias de nuestro cuerpo, o atendiendo las razones de nuestra alma. San Pablo nos aclara lo que es esta lucha y sus consecuencias, cuando nos dice: "En efecto, los que viven según la carne desean lo que es carnal; en cambio, los que viven según el espíritu, desean lo que es espiritual. Ahora bien, los deseos de la carne conducen a la muerte, pero los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz, porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerlo. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia". (Rom 8,5-10).
 
En definitiva, la lucha ascética es la confrontación entre nuestro ego, y la llamada del Señor que a todos nos convoca. Pero los deseos de nuestro cuerpo, inducidos por la concupiscencia y atizados estos por el demonio, se oponen a la llamada del Señor. San Agustín decía: "Todos los días hay combates en nuestro corazón. Cada hombre en su alma lucha contra un ejército… Y es difícil que estos ataques, no nos produzcan alguna herida". San Cipriano en sus carta 58, escribía: "Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Que dignidad tan grande, que felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronado por Cristo". Pero en esta lucha el Señor no se limita a contemplar, toma parte activa si tú se lo permites. La oración y los sacramentos, nos generan un caudal de gracias, que armas para nuestra lucha ascética.
 
En esta lucha, hay que pensar que lo peor no es tener defectos, todos los tenemos, sino pactar con ellos. Puede ser que haya veces que salgamos derrotados, pero si se persevera en la lucha, al final el triunfo es nuestro, porque en cada derrota que podamos tener, si nos arrepentimos y buscamos el perdón del Señor, el enemigo es el que sale derrotado, y debilitado para su siguiente ataque. Pero de todas formas tengamos en cuenta que más importante que derrotar al pecado es amar al Señor, porque si de verdad amamos al Señor, entonces nos resultará imposible poder pecar. La lucha ascética tiene una sola meta que es la de llegar a amar a Dios con una total percepción y con una total certeza del corazón, y con la totalidad de nuestros pensamientos, pues al final ya sabemos que hemos venido a este mundo a superar una prueba, conforme a la cual hemos de demostrar nuestro amor a Dios.
 
La lucha es a muerte, porque si matamos el pecado hemos matado al demonio, pero si por el contrario el pecado triunfa quienes morimos somos nosotros. Al ser una lucha a muerte, el pacto o la tregua con el enemigo es nuestra derrota. Nuestro triunfo se notará de acuerdo con lo que nos dice San Agustín, cuando ni este mundo ni lo que él nos ofrece, nos deje de deleitar. Y continua San Agustín diciéndonos: "Usa del mundo, pero no te dejes envolver por él. Sigue el camino que has comenzado: has venido para salir del mundo, no para quedarte en él". Estamos cruzando un puente, para alcanzar la otra orilla y a nadie con sentido común, se le ocurre, construir su casa en medio del puente.
 
Ganar el alma significa tener dominio de uno mismo, lo cual es el secreto de la paz interior, lo contrario son las mil turbaciones que hacen al hombre sentirse temeroso, desgraciado y contrariado. Solo cuando se tiene dominio sobre la propia alma es cuando puede gozarse de los demás. Y es que esencialmente, el combate espiritual consiste precisamente en eso: en defender la paz interior contra el enemigo que se esfuerza para arrebatárnosla. Esta es una de las estrategias más habituales del demonio para alejar un alma de Dios y retrasar su progreso espiritual, consiste en intentar hacer perderle la paz interior. El demonio pone en juego todo su esfuerzo para arrancar la paz de nuestro corazón, porque sabe que Dios mora en la paz, y en la paz realiza en nosotros cosas grandes.
 
Concluiremos con aforismo que recoge San Juan de la Cruz, a propósito de la lucha ascética, y que dice: Cuando se ha saboreado el espíritu, la carne resulta insípida. Y ello es porque no tiene sabor ni sirven los métodos del sentido en orden a lo espiritual.
 
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.



EEM