Para Reflexionar en Serio

Mirar a Cristo para comprender la verdad del hombre

2012-11-19

¿Por qué el Papa ha convocado un Año de la Fe? Quizá porque la Iglesia...

Autor: Roberto Esteban Duque

Surgirá mañana una Iglesia purificada, pequeña, que tendrá que empezar todo desde el principio. Perderá adeptos y privilegios en la sociedad. Se presentará como la comunidad de la libre voluntad a la que sólo puede accederse por una decisión personal. Como pequeña comunidad reclamará con más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. Su verdadera crisis apenas ha comenzado, pero al final, aunque no sea una fuerza dominante en la sociedad, permanecerá la Iglesia de la fe, visible a los hombres como la patria que les ofrece la vida y la esperanza más allá de la muerte .

Este es el pronóstico que Benedicto XVI realiza, y que supone la constatación no sólo de la crisis de fe en la Iglesia, sino también de la necesidad de la conversión y de que emerja la Iglesia de la fe, una Iglesia que deberá comprenderse a sí misma como una minoría creativa que tiene una herencia viva y actual, a través de la cual se verifica la contemporaneidad de Cristo respecto al hombre de cada época.

Conviene, por tanto, entrar en la mirada de Cristo, formar hombres que mantengan la mirada dirigida hacia Dios. Tenemos que entrar en la mirada de Cristo, porque Él es la verdad sobre el hombre. La imagen de lo que el hombre realmente es, Dios nos la ha puesto ante nuestros ojos en su Hijo. Antes de que se levantase esa imagen para que la viésemos, alguien dijo: "Mirad al hombre" (Jn 19, 8). Dios nos ha dado el valor para contemplar la imagen de nosotros mismos, la imagen según la cual hemos sido creados. Desde aquel momento en que el Amor desciende a la muerte y nos redime, no existe ya más abismo que no encuentre un destino de esperanza, de victoria y de vida eterna.

CRISIS DE FE Y DECADENCIA MORAL:

Conciencia de crisis de fe

¿Por qué el Papa ha convocado un Año de la Fe? Quizá porque la Iglesia se ha convertido en una comunidad de paganos, que han dejado de creer. Son palabras del mismo Ratzinger, en una conferencia que llevaba por título Los nuevos paganos y la Iglesia, pronunciada en 1958. Hoy permanece -dirá Ratzinger- la cubierta exterior de la Iglesia, mientras que ha disminuido la convicción personal, el deseo de pertenecer a la misma Iglesia.

La Iglesia sólo puede ofrecer a Jesucristo desde una profunda conversión: "lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin" .

Una conversión que significa aceptar los caminos que Dios ha escogido para manifestarse, a través de mediaciones humanas que realizan una caridad integral vivida en la comunión. En el libro IV del Emilio, Rousseau mantiene su escepticismo sobre estos caminos:

- "Pero Dios mismo ha hablado. Escucha la voz de la revelación.

- Ah, eso ya es otra cosa. Dios ha hablado. Esta palabra es imponente. Pero, ¿a quién habló?

- A hombres.

- Y ¿cómo es que yo no he oído nada de ello?

- Ha elegido a otros para que te enseñen Su palabra.

- Te entiendo. Hay una serie de hombres que deben contarme lo que Dios ha dicho. Preferiría haberlo oído de Él mismo.
Y esto, si hubiera querido, lo habría podido hacer fácilmente. Y en ese caso, no habría corrido el riesgo del engaño.

Quizá se dirá que estoy seguro porque Él manifiesta la misión de sus mensajeros por medio de milagros. Pero, ¿dónde
se ven esos milagros? ¿Están solo escritos en libros? Y, dime, por favor, ¿quién escribió esos libros?

- Hombres.

- ¿Y quiénes fueron los testigos de los milagros?

- Hombres.

- Siempre el testimonio de hombres. ¡Siempre son hombres los que me cuentan lo que otros hombres les han contado! ¡Cuántos hombres entre la divinidad y yo!"

El escándalo que Rousseau se resiste a aceptar es el de la Palabra hecha carne, el de la Encarnación, el de Dios actuando en la historia por medio de hombres que en el encuentro con Cristo han encontrado la perla preciosa, que da valor a toda la vida (Mt 13, 45-45), y precisamente por eso, son capaces de contribuir de un modo decisivo a la mejora de la comunidad humana.

Pero, a pesar de su rostro de pecado, la Iglesia es una comunidad de creyentes, de "hombres que han tomado una determinada decisión espiritual", unos pocos de quienes se sirve Dios "como el punto de equilibrio de Arquímedes, para elevar a los muchos hacia Él". Algo que sólo puede entenderse cuando comprendemos que sólo hay un camino de salvación, Cristo, que la salvación del hombre reside en el hecho de que es amado por Dios, que su vida al final se encuentra en los brazos del amor infinito.

Sin duda, la preocupación fundamental de Benedicto XVI es la conciencia de crisis existente en la Iglesia. Y la naturaleza de esta crisis no coincide con la de siglos pretéritos. No es una crisis localizable en el plano institucional, como lo era en el siglo XVI, y de la que los escritos de san Juan de Ávila dan testimonio, manifestando una profunda inquietud .

La del siglo XXI es una crisis de fe, de la que Benedicto XVI no ha dejado de alertar. El principal problema de la Iglesia es la desaparición de la fe, el hecho de que el concepto mismo de Dios haya dejado de tener sentido para gran parte de Occidente . En Portugal, en el año 2010, el Papa afirmó que los cristianos se preocupan mucho de las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, dando por descontado que hay fe; se ha puesto una confianza excesiva en las estructuras y los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones, pero ¿qué pasaría si la sal se volviera insípida? Y en Alemania, en el año 2011, dijo: "la verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe (…); si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será baldía" .

Esto mismo ya lo advirtió san Juan de Ávila, cuya vida y obra son una confirmación de que la eficacia apostólica de la Iglesia no se juega en el plano estructural o eclesial, sino en el ejemplo de vida, en el nivel de la irradiación personal. ¿De qué sirve hacer buenas leyes para reformar costumbres sin virtud en los súbditos para cumplirlas? Es imposible imponer la santidad por decreto. Más importante que cambiar instituciones y estructuras, es "procurar que se dispongan los corazones de tal manera que se arraigue en ellos la verdad de la fe y la hermosura de la vida cristiana" .

El problema de fondo es que nuestra fe es una fe inerte (la fe de Petrarca y no la fe de Dante). Y esto es algo perturbador, porque como dirá Ortega, muchas civilizaciones han sucumbido no víctimas de la duda respecto a sus tradicionales principios, pero sí por arteriosclerosis de las creencias, víctimas de la "petrificación de su fe" . El cristianismo, según D. Negro, confuso y debilitado interiormente, está en minoría, "pervive como una tradición más que como una fe viva" . No sería sino "un cristianismo moribundo, sin vigor, inerte, anquilosado y formulista" .

Lo expresaba con clarividencia el teólogo alemán K. Rahner, cuando afirmaba que, en el futuro, los hombres serán cristianos "únicamente por una acción propia de fe" . De tal modo que el cristiano del futuro o será un místico, es decir, una persona que ha experimentado "algo", o no será cristiano. Lo primero será la experiencia y la decisión personal, una experiencia profunda de Dios, una mistagogia o iniciación a la experiencia religiosa donde el lugar decisivo lo ocupa Jesús de Nazaret, el Crucificado y el Resucitado.

Además, tenemos que vivir la fe "sin un entorno que nos arrope" . Está visto que cada tiempo trae su asombro, y el nuestro ha traído esta corriente "en pro de la laicización de la sociedad" o de un indeterminado humanismo. El repudio y la eliminación de las raíces cristianas es el alma de la cultura progresista, del Estado neutro que acepta cualquier opinión y cualquier grupo indiscriminadamente, pero que denigra cualquier recuerdo del influjo cristiano en la historia europea . En este mismo sentido, Ratzinger dirá que en nuestra sociedad actual se multa a quien deshonra el judaísmo y también a cualquiera que ofenda el Corán y las convicciones del Islam, sin embargo, cuando se trata de Cristo o de lo que es sagrado para los cristianos, entonces "la libertad de opinión aparece como el bien supremo" .

La dificultad de la Iglesia es comunicar la fe, hacerla presente como respuesta al corazón del hombre. Una cuestión compleja: ¿cómo inducir una actividad comunitaria en personas que hace tiempo dejaron de compartir creencias, en un tiempo donde se ha reemplazado la religión por la educación, consumado el divorcio entre el conocimiento y la metafísica, y donde se adoctrina desde los medios de comunicación, las universidades, los parlamentos y las leyes? ¿Cómo hablar de la fe cuando todas las ideas se centran en la egoísta mejora de las condiciones económicas?

El Cardenal Arzobispo de Madrid, Rouco Varela, pronunció el pasado mes de julio la Conferencia "El reto de la fe y el desafío de la nueva evangelización" . Según Rouco, el católico en la España de hoy tiene ante sí, en primer lugar, el reto de la fe. Una fe cuyo contenido es el Dios revelado y manifestado en Cristo en la Iglesia, algo intolerable en la ciudad de los hombres estructurada desde el individualismo, desde el ego desvinculado. Una fe que exige conversión , deponer la soberbia, superar la debilidad moral frente a las seducciones del mundo, vencer el egoísmo.

¿Cómo aceptar la revelación de Dios en Cristo en un mundo domesticado por el cientificismo, el hedonismo, servil al poder, subyugado por la ciencia y la técnica, frente a un hombre que se jacta de debérselo todo a sí mismo y ha perdido el sentido de la gratuidad; peor, que aspira a la autosuficiencia como criterio fundamental ético de su vida?

Por su parte, el desafío de la nueva evangelización en España ha de contar con una doble o triple incitación: una cultura influenciada por el pensamiento agnóstico y relativista así como por un humanismo inmanentista, que consiste en vivir como si Dios no existiera. Asimismo, deberá contar con lo que Julián Marías denominaba como la "desafección de España", el desconocimiento deliberado de nuestra historia, espiritual y culturalmente conducida e inspirada por la profesión de la fe católica.

El desafío agnóstico y relativista sólo podrá ser neutralizado y superado, según el Cardenal Rouco, por el anuncio íntegro de Jesucristo, Redentor del hombre, la promoción de una cultura cristiana, un proceso de conversión y la asunción de una fe vivida en una caridad auténtica.

Digámoslo una vez más: el problema del catolicismo español es el de la trasmisión de la fe. Por eso se convoca el Año de la Fe, para dar un impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres hacia Cristo.



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