Calamidades

El niño ¿es un indio?

2013-02-02

Pero las preguntas sobre el estatus de persona, con o sin alma, sigue abierto de facto en el caso...

Andrea Bárcena, La Jornada

Hace 500 años los conquistadores debatían acerca de si los indios tenían alma, si eran realmente personas, si tenían derechos o si –por su naturaleza– debía considerárseles seres inferiores. Las culturas sobrevivientes, como los tarahumara, los yaquis, los mapuche o los tzotziles y muchas otras que todavía habitan nuestro continente, nos han enseñado no sólo que sí tienen alma, sino que la suya es humanamente superior. Pero las preguntas sobre el estatus de persona, con o sin alma, sigue abierto de facto en el caso de los niños, a los que todavía casi todos los gobiernos de América Latina consideran prehumanos, sobre todo por su imposibilidad de participación política y su no derecho a voto.

De ahí que sus derechos humanos fundamentales no estén aterrizados en programas específicos en ninguna parte de México, incluido el DF. En cambio, se producen artificios como la campaña nacional contra el hambre o el programa capitalino para niños talento: equívoco y discriminatorio.

México y toda América Latina poseen los más grandes y poderosos capitales que puede haber en el planeta: gigantescas fuentes de todo tipo de recursos naturales y multitudes de personitas en desarrollo. Si nuestros gobernantes pensaran en algo más que sus propias fortunas y la distribución de huesos y privilegios para su propia tribu, si tuvieran altura de miras y compromisos auténticos con sus naciones, entenderían que los niños son prioridad; en vez de acciones decorativas harían grandes planes y programas estratégicos diseñados por especialistas en nutrición, salud, educación y cultura con los que, en una década, países como México pueden alcanzar niveles de desarrollo sin precedente.

No se me acuse de idealista, pues sólo agarrados fuertemente a la utopía podemos seguir respirando en medio de las inmundicias con que nos obsequian diariamente gobernantes, jueces y legisladores. No debemos aceptar como inevitable y mucho menos como "normal" que, como se publicó en Facebook: Sólo en México las camas se tragan a las niñas, los perros se comen a la gente, los cadáveres se escapan, las delincuentes extranjeras se transforman en heroínas, los enfermos se hospitalizan en Harvard y los iletrados se hacen presidentes.

Con un gasto anual de 300 mdp en pago vitalicio inmerecido a ex presidentes, se hace injustificable que haya hambre en el país: millones de niños con hambre y sin escuela.

Sigamos los buenos consejos de Brecht: "No acepten lo habitual como una cosa natural, pues en tiempos de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada deber ser natural y nada debe ser imposible de cambiar".

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