Para Reflexionar en Serio

¿De qué somos responsables ante Dios y nuestros hermanos?

2013-02-03

Dentro del plan de Dios todos tenemos cabida con lo que somos o tenemos y al responder a este...

Autor: Salvador Casadevall

La respuesta es sencilla y también profunda: somos responsables de vivir o rechazar el plan de Dios que tiene para cada uno de nosotros y para toda la humanidad.

Somos libres de aceptar o rehusar nuestra participación.

Una persona es plenamente madura cuando descubre que lo que es y lo que sabe es también para ponerlo al servicio de los demás.

La respuesta que dé a este descubrimiento me acercará o me alejará del plan de Dios. Soy libre en mi decisión.

Dentro del plan de Dios todos tenemos cabida con lo que somos o tenemos y al responder a este llamado nos hacemos buenos, nos hacemos más buenos, nos hacemos santos.

El ser santo no es complicado. No es hacer nada extraordinario. Es hacer extraordinariamente bien lo que hacemos todos los días.

¿Y en que consiste hacer bien las cosas de todos los días? En que las hago para el bien de los demás. Y al hacerlas para el bien de los demás me estoy haciendo un bien a mi mismo.

Cuando el prójimo, el bien del prójimo no está en mí obrar, ni hago el bien ni me hago el bien a mi mismo.

Es frecuente escuchar que fulano es una buena persona.

El problema es si la bondad se convierte en acciones buenas para los demás. Es importante descubrir en qué podemos ser buenos, porque todos podemos serlo en algo, pero es más importante descubrir en qué podemos hacer el bien. De otra manera, lo bueno que somos se puede quedar encerrado en las rejas de nuestro egoísmo. La bondad, como dicen los filósofos, tiene que ser expansiva por sí misma, si no, algo le falta.

Una bondad que se desparrama siempre hace bien, por aquello que tantas veces hemos repetido ¨haz el bien, porque hace bien"

Y por qué hace bien? Se lo han preguntado?

Porque lo malo solamente es cambiable con lo bueno, con actitudes buenas. Esta actitud debería ser el vértice de nuestro diario vivir, y es lo más importante entre los esposos, porque además se aman para construir un sólo camino.

El plan de Dios está basado en vivir haciendo el bien al otro, al que tengo enfrente, al que vive conmigo.

Cuando este otro no está en mi vivir, vivo una vida sin sentido, vivo una vida vacía, vivo una vida chata, sin aire, sin vuelo.

Si quieres volar alto, vive pensando en el otro: si no lo haces, estarás siempre a ras del suelo.

La belleza de la vida y el sentido de la vida solamente lo verás volando alto.

A ras del piso vivirás ignorando la belleza que se ve desde allá arriba.

¿Y porque es así? Porque al hacerlo imitarás a Dios, te parecerás a Dios.

Dios llama a todos, pobres y ricos, ignorantes e instruidos, hombres y mujeres, solteros y padres de familia, a desarrollarse y ayudar a crecer, cada uno por su camino. Cada uno en lo que es. Cada uno en el lugar en que está, con lo que sabe y con lo que tiene.

Cada persona tiene habilidades para realizar ciertas tareas, y generalmente le gusta hacer aquello que le sale bien.

Esta es una manifestación de su vocación de trabajo.

Mediante el cumplimiento de nuestra vocación de trabajo no sólo nos abrimos camino en la vida y tenemos casa, vestido y comida, sino que al realizarlo con responsabilidad y actitud de servicio cumplimos con nuestra parte del plan de Dios, ya sea que nos ocuparemos del hogar o que trabajemos en el campo, en la escuela, en la fábrica, la tienda o la oficina.

Allí donde tu estás, allí tiene que estar tu actitud de servicio.

El bien de la humanidad está llena por el hacer de gentes cuyo nombre no se oye jamás, por el hacer de esa mujer de su casa de apariencia común, por esa fidelidad defendida por unos esposos, por esa piedad sencilla de tantas personas que nunca salen en ningún periódico, ni en ninguna página de una revista.

Dice Lumen Gentium: La Iglesia es una Iglesia de pequeños y de pobres y, por tanto, de santos. No por ser tan grande la cúpula de San Pedro en Roma llamamos a la iglesia, iglesia de Jesús, sino porque debajo de ella han sido beatificados o canonizados tantas gentes humildes. Ellas representan a otros infinitos anónimos.

Dentro de los cuales puedes estar tu. Tu vida podrá ser ignorada por la gran mayoría del mundo, pero nunca tu vida es olvidada por Dios. Todo aquello que hagas, ÉL lo sabe muy bien.

Tu eres uno de estos anónimos que, quizás, no figuras en ninguna parte.

Pero puedes ser bueno, puedes ser santo: depende de ti.

Y eso es lo único que le importa a Dios, que lo que hagas, lo hagas para el bien, lo hagas siendo bueno, depende de ti.

La vida se mide según a quien amas y a quien dañas

La vida se mide según la felicidad o la tristeza que proporcionas a los otros.

Se mide por los compromisos que cumples y las confianzas que traicionas.



EEM

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