Testimonios

Cónclave: La Liga de los Hombres Extraordinarios

2013-03-13

Siguen pasando ante las cámaras. El mismo latín, el mismo juramento. Una liturgia...

Autor: Jesús García

Escribo a vuela pluma asombrado todavía por el desfile que acaba de asaltar a mis ojos. Ante ellos han jurado en una vieja lengua, milenaria y desterrada, raíz de la mía materna, 115 sabios, no todos ancianos, colocando su mano sobre la Gran Noticia.
 
De todo el mundo, de diferentes lenguas, formados por diferentes entornos y contextos, desde las pampas, estepas y desiertos hasta las sabanas, selvas y grandes urbes capitalistas, se han dado cita en la llamada Ciudad Eterna para nombrar, tras secreto voto, al que será el sucesor de un pescador galileo que murió asesinado boca abajo, en una linea sucesora bimilenaria que, si en otros tiempos gozó de mala prensa, hoy está blindada de sospechas, por más que traten de empozoñarla con ataques repletos de mentiras.
 
Ante mí he visto, por ejemplo, tocado por el rojo tan vivo como la sangre de los mártires, a un hombre como el cardenal Oscar Andrés Rodríguez de Maradiaga, y admírense conmigo del curriculum Vitae de este hondureño de pueblo:
 
Profesor de escuela, Psicólogo por la Universidad de Innsbruck, Filósofo, Teólogo doctorado en Roma, con título de Armonía y Composición Musical por el Conservatorio de New Jersey, y con título de Piloto Comercial, por si alguien necesita un aterrizaje de emergencia.
 
Habla seis idiomas, preside la más importante organización caritativa del mundo como es Caritas Internacional, y además, dos sombras armadas hasta los dientes le acompañan incluso al cuarto de baño, ya que su oposición pública a los cárteles de la droga de Centroamérica le han convertido en un héroe amenazado de muerte.
 
Siguen pasando ante las cámaras. El mismo latín, el mismo juramento. Una liturgia desconocida hasta la fecha en los modos y formas que esta vez se nos muestra por la TV.
 
Ahí está Vinko Puljic, arzobispo de Sarajevo. Fue creado cardenal por Juan Pablo II mientras su país, Bosnia y Herzegovina, saltaba por los aires en una guerra civil que pondría los pelos de punta a medio mundo. Fue en ese momento de su nombramiento el cardenal más joven del todo el Colegio. Apenas mediaba la quinta década de su vida. Salió de Roma vestido de Príncipe de la Iglesia, y entró en su casa de Sarajevo escondido en el maletero de un coche viejo, en el que le metieron cinco horas antes, en la frontera, para que no le encontraran y fuera asesinado. Cardenal Puljic, otro héroe.
 
Sigue la procesión del juramento que siendo más solemne es menos secreto, y es que lo está viendo el mundo entero.
 
Se acerca un armario empotrado, enorme, lento, con ritmo agotado y semblante corajudo. Tiene el paso firme de un elefante y la mirada vivaz de un antílope. Es Zubeir Wako, arzobispo de Jartum, capital de ese país llamado Sudán (del Norte), en el que se han empeñado en borrar del mapa cualquier presencia cristiana. Hace poco más de dos años le conocí en esa catedral a la que han robado los espacios para construir una autopista que pasa por encima de ella. Pocos días antes, un hombre armado, machete en mano, se acercó al cardenal negro e intentó matarle en plena celebración de la Misa. No contaba el asesino con esa enorme sombra del cardenal que hace de guardaespaldas, hermano, hijo y amigo, con la cara marcada por las cicatrices tribales de los Dinka y que podría haberse ganado la vida como forward de los Dolphins de Miami, sin problema alguno. Os prometo que ver a esa mole rezar de rodillas ante la Eucaristía, impone más respeto que ver correr a toda pastilla a cualquier estrella de la Superbowl con la mirada fija en las 100 yardas.
 
Tienen todos ellos historia increíbles, extraordinarias. Títulos, estudios, conocimientos, hablan lenguas, conocen ciencias, dominan situaciones descontroladas, desarrollan actividades caritativas, seguras o peligrosas, atienden espiritualmente a millones de personas, y humanamente a muchas más, las que no son católicas y viven en sus diócesis. Verles a todos juntos me recuerda a aquella mala película de Sean Conery -otrora James Bond, Jimmy Malone en Los Intocables, o padre de Indiana Jones-, titulada La Liga de los Hombres Extraordinarios. El título, brillante y que hace referencia a un antiguo cómic, habría estado mucho mejor tirado para titular un post de un blog cualquiera dedicado al Colegio de Cardenales, en vez de a un grupo de personajes irreales. Ya no digamos si quien los asiste es un tal Espíritu de Dios.
 
El Colegio Cardenalicio sería de largo el Club más selecto del mundo... si fuera un club.
 
Se acaba de cerrar de la puerta. Comienza el Cónclave. De entre ellos saldrá el sucesor de Pedro, que amarrará con firmeza el timón de nuestra Iglesia para afrontar la próxima tormenta. Ya ha pasado más veces, y también saldremos de ella.



EEM

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