Diagnóstico Político

Los alcances del reformismo de Peña

2013-04-04

El reformismo de Peña Nieto no alcanza, si acaso se lo ha propuesto, para dar soluciones a...

Octavio Rodríguez Araujo, La Jornada

En medio del reformismo peñanietista hay fenómenos que se tratan de ocultar, no negándolos, sino simplemente no mencionándolos, como por ejemplo la inseguridad, la falta de empleos y la pobreza en general que no resolverá (ni lo pretende) la Cruzada Contra el Hambre. La crisis de oportunidades y de realizaciones personales para la mayoría de los mexicanos sigue presente y no porque no se hable de ella todos los días ha sido mitigada.

La estrategia de no dar la nota con aspectos negativos de lo que ocurre en el país (y también de lo que no pasa y debería pasar) está dirigida, en principio, a las elecciones locales de este año, que no son poca cosa: una gubernatura (Baja California), más de 400 diputaciones y más de mil presidencias municipales. La intención del PRI, que está en su derecho, como también la oposición, es su antigua política que revivió desde 2007 y vigorizó en 2009: carro completo, es decir, arrasar con todo y disminuir al ya disminuido PAN y a los partidos dizque de izquierda cada vez más tibia e indefinida. La izquierda, como bien puede apreciarse, quedó tan golpeada en las elecciones de 2012 que anda buscando con quién aliarse (indiscriminadamente) con tal de no perder más puntos en el reparto de cargos y de financiamiento público. Nada bueno le resultará de esas alianzas, ni consolidación interna ni mejor imagen externa.

Peña Nieto y sus operadores políticos principales, que hasta ahora han revelado pericia en lo que hacen, están tratando de demostrar no sólo que pueden gobernar el país sino apropiarse de él, junto (obvio, aunque no lo dicen) con los dueños de la economía nacional que, como se verá con la reforma fiscal y energética el próximo semestre, serán –como siempre– los consentidos del régimen y sus principales apoyos. Para éstos, dicho sea de paso, no importa si gobierna el PAN o el PRI, pues han encontrado en ambos partidos el espacio necesario para fortalecerse cada vez más. Si para los analistas políticos y los expertos estos dos partidos no se distinguen sustancialmente, para los grandes empresarios no sólo son iguales o casi iguales sino que los han beneficiado por igual, que para ellos es lo importante y, eso sí, quieren más y lo obtendrán por mucho que la verdadera oposición que no firmó el Pacto por México se oponga y salga a las calles a protestar.

Las protestas, por cierto, existen casi todos los días en diversos puntos de la geografía del país, pero quienes las llevan a cabo no parecen ser suficientemente sólidos como para que no puedan dividirlos, cooptarlos o comprarlos. ¿Una de las consecuencias de la pobreza? Quizá, o puede ser que también se trate de la ausencia de ideologías combativas y de proyectos alternativos consistentes y atractivos para las mayorías del país. Morena podría ocupar ese espacio que parece faltar, pero tal vez no ha encontrado la fórmula para crecer y fortalecerse como quisieran sus líderes. Es posible que en la segunda mitad de este año, si se presentan la reforma fiscal y la energética, Morena y algunos sectores del PRD y el PT logren convocar, acumular y coordinar fuerzas sociales suficientes para impedirlas.

Si ocurre esto último quizá el Pacto por México se tambalee y Morena crezca y se desarrolle. Podría ser, pero también podría no ser. Uno de los problemas de las protestas es que, frecuentemente, se presentan aisladas unas de otras y, peor aún, no se expresan de tal manera que pongan a los del poder contra la pared o mínimamente lastimados en donde más les duele: el dinero y su estabilidad. Más de una vez en los últimos años se ha propuesto una huelga general, pero no se ha hecho y probablemente no se hará mientras los sindicatos mantengan sus lazos corporativos con el Estado y con el PRI, unos más que otros.

El descontento de los desempleados y de los más pobres del país no genera inestabilidad salvo en algunos momentos y ciudades; en realidad sirve, entre otros efectos, para mantener los salarios bajos, apretar las tuercas a los que sí tienen empleo, disminuir contratos colectivos de trabajo y prestaciones, escamotear la estabilidad laboral, y hasta para evitar la protesta, al menos en los centros de trabajo. La inseguridad, de la que el gobierno se resiste a dar cuenta puntual como estrategia de comunicación social, es un ingrediente más de la inestabilidad que vive México, pues a diferencia de los muy ricos millones de empleadores se ven acosados por el crimen organizado y obligados, muchas veces, a cerrar sus pequeñas y medianas empresas dejando a la deriva a sus empleados. No es casual, como se señala en el editorial de La Jornada, citando a José Luis Calva (1/4/13), que el narco sea el mayor generador de puestos de trabajo y que, por las divisas que coloca en el país, compita con las remesas que envían nuestros paisanos en Estados Unidos o con nuestras exportaciones de petróleo.

El reformismo de Peña Nieto no alcanza, si acaso se lo ha propuesto, para dar soluciones a la pobreza y el desempleo, pero tampoco para frenar la inseguridad que vivimos mientras el crimen organizado hace de las suyas, se enriquece y provoca un promedio de 23 muertes diarias en lo que va del sexenio.



KC