Disparates y Desfiguros

#Lady Profeco sobrerreacciona

2013-05-01

Corrupción llana y simplemente, corrupción al manipular la ley para quedar bien con...

Cecilia Soto, Excelsior

Algo está mal en Dinamarca y en la Procuraduría Federal del Consumidor, diría el joven Hamlet si fuera nuestro contemporáneo. El problema no es que la hija del  titular de la Profeco sea una joven que pierde el piso y la educación cuando tiene mucha hambre. Lo grave es que la institución que pretendidamente fue creada para defender al consumidor se exhibió con la corrupción, impunidad y discrecionalidad propias del México de hace varias décadas. Con todo, le diría yo al vástago literario de Shakespeare, hay esperanzas. Y, querido príncipe de Dinamarca, no se trata de Máxima, sino de Máximo...

Lo pongo al tanto, estimado lector: la hija de Humberto Benítez Treviño, titular de la Profeco, montó en cólera cuando en el restaurante Máximo Bistrot, no le dieron la mesa que ella quería cuando ella la quería, a pesar de no haber hecho reservación. Amenazó con llamarle a papi para clausurar el exitoso restaurante de la colonia Roma y no sabemos si le llamó pero casi logra cerrar el local. A las dos horas del incidente llegaron varios inspectores, encontraron varias minucias y procedieron a poner sellos de clausura. Los comensales impidieron que esto se cumpliera a cabalidad.

Vamos a suponer, fieles a la presunción de inocencia, que el señor Benítez Treviño no ordenó personalmente la visita de los inspectores al exitoso restaurante de la Colonia Roma. Entonces la institución que él encabeza demuestra graves fallas en sus protocolos y tendría que responder a varias preguntas: ¿Cuál es el número de folio de la queja presentada por su hija? Si la Profeco proporciona ese número voluntariamente no habrá que recurrir al IFAI. Si se llegara a encontrar un expediente formal de queja, habrá que preguntar por qué se le dio prioridad a esa queja y no a miles de otras que no han sido atendidas y que fueron mencionadas en Twitter en ocasión de este incidente.

Pero vamos a seguir en la ruta del optimismo y conceder que la Profeco es un modelo de eficiencia y que los inspectores llegaron porque, una vez que se recibió la queja debidamente protocolizada y con su número de folio, los comprometidos inspectores acudieron a proteger a la consumidora ofendida. Y aquí es donde viene lo más grave: los inspectores inventaron pretextos para clausurar el restaurante. Encontraron que no había un letrero en el que se explicara el procedimiento de reservación de mesas y el tiempo de espera para acceder a una y pudieron comprobar que se vendía mezcal no sólo de agave espadín, que es el  que supuestamente está autorizado, sino de otros tipos de agaves. Quiero pedirle, estimado lector, que me diga en cuántos restaurantes usted ha encontrado letreros que expliquen el procedimiento de asignación de mesas; yo no conozco ninguno. Si en algún restaurante usted ha encontrado un letrero con los minutos que faltan para que obtenga su mesa, yo no he visto ninguno. Quiero pedirle también si ha comprobado, cada vez que pide algún mezcal, de qué tipo de agave proviene.

En su comunicado de disculpa, el señor Benítez Treviño explica que su hija "exageró la situación y las autoridades de la Profeco, que dependen de mí, sobrerreaccionaron indebidamente por tratarse de mi hija". Primero habría que poder explicar cómo es que la hija del procurador tiene acceso a  "las autoridades de la Profeco" pero pasando por alto ese pequeño detalle, no me parece que se trate de una sobrerreacción, sino del hábito de usar la ley para castigar a enemigos o pedir mordida. Corrupción llana y simplemente, corrupción al manipular la ley para quedar bien con el jefe, para extorsionar, para amenazar a quienes se arriesgan a crear empleos, pagar nóminas y poner en alto la gastronomía mexicana. Gánsteres con licencia. Un asco.

Lo que resulta esperanzador en este incidente es la reacción de los comensales, quienes, armados de sus celulares comenzaron a tomar fotos de los inspectores cuando ponían los injustificables sellos de clausura. Pero las fotos de los celulares serían inútiles sin el poder de las redes sociales. Eso lo intuyeron los verificadores que inmediatamente suspendieron su labor, huyeron y se refugiaron en su camioneta. Y eso lo sabían también los comensales, meseros y proveedores que persiguieron a los delincuentes oficiales con la amenaza de la transparencia, ¡una maravilla! Eso se llama empoderamiento y ejercicio de un naciente poder ciudadano. Un poder vivo y actuante en muchas otras manifestaciones de la vida pública y que contrasta, por cierto, con la extraña iniciativa del titular de la Profeco de armar demandas colectivas contra algunas empresas,  por iniciativa de él, no de los consumidores, como si éstos necesitaran padrinos y mentores. No parece ser el caso.

Una última reflexión: hablamos de los "hijos de papi" porque son mayoritarios los casos de vástagos, hijos de papás poderosos, los que han abusado. Y hay una razón simple y numérica para ello: hay más hombres que mujeres con poder. Repartamos el poder también entre las mujeres, sacudamos la inercia en los gobiernos federal y estatales con mecanismos que equilibren paritariamente el poder. Veremos si las mujeres prohijamos también tantos casos de prepotencia. Lo dudo. Nos vemos en el Máximo Bistrot pero con reservación y en Twitter: @ceciliasotog.



EEM

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