Para Reflexionar en Serio

Cristianos de corazón arrugado

2013-06-19

Todos los cristianos sabemos que somos hijos de Dios, dignos y capaces de acercarnos al...

Autor: Néstor Mora Núñez

Escuchad lo que nos dice el mismo Señor: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis el descanso para vuestras almas" (Mt 11,29). He aquí que, de manera breve, con una sola palabra, nos muestra la raíz y la causa de todos los males, junto con su remedio, fuente de todos los bienes. Nos enseña que lo que nos hace caer es la soberbia, y que no es posible alcanzar misericordia sino por la humildad, que es la disposición contraria. De hecho, la soberbia engendra el desprecio y la desobediencia que conduce a la muerte, mientras que la humildad engendra obediencia y la salvación de las almas: yo entiendo la verdadera humildad, no como un rebajarse de palabra y en actitudes, sino como una disposición verdaderamente humilde en lo más íntimo del corazón y del espíritu. Por esto dice el Señor: "Yo soy manso y humilde de corazón". El que quiera encontrar el verdadero descanso para su alma que aprenda a ser humilde. (Doroteo de Gaza. Instrucciones, nº 1, 8)

Todos los cristianos sabemos que somos hijos de Dios, dignos y capaces de acercarnos al Señor con humildad. Nuestro problema es que este conocimiento se queda en una teoría que no deseamos recordar con frecuencia. Todos aspiramos a ser más que los demás y que esta superioridad impregne toda nuestra vida. Pero, como es evidente, no es posible que todos seamos superiores a todos y ahí aparece la envidia Envidia que nos hace caer en la cuenta de lo que otros tienen y de lo que carecemos. De la envidia se pasa al rencor y al odio. Del odio se pasa a la violencia verbal y física. Como la violencia solo puede engendrar violencia, nos pasamos la vida viviendo un constante enfrentamiento con los demás. Un enfrentamiento que no tiene sentido ni futuro alguno.

Doroteo de Gaza nos dice: "la humildad engendra obediencia" y la obediencia da lugar a la verdadera armonía. La armonía genera paz, justicia y amor. ¿Cuál de los dos caminos escogemos?

Ayer, el Papa Francisco nos habló de este problema de la soberbia y de cómo el cristiano debe superar este instinto destructivo:

"El cristiano es una persona que ensancha su corazón, con esta magnanimidad, porque tiene el ‘todo´, que es Jesucristo. Las demás cosas son ‘nada´. Son buenas, sirven, pero en el momento del enfrentamiento elige siempre el ‘todo´ con la mansedumbre, con la mansedumbre cristiana que es el signo de los discípulos de Jesús: mansedumbre y magnanimidad. Y vivir así no es fácil, porque te dan verdaderos bofetones, ¿eh? ¡te los dan! Y sobre las dos mejillas. Pero, el cristiano es manso, el cristiano es magnánimo, ensancha su corazón. Pero cuando nos encontramos con estos cristianos de corazón reducido, con el corazón arrugado que no van hacia delante... ¡esto no es cristianismo! Esto es egoísmo disfrazado de cristianismo".

¿Quién es capaz de ofrecer su otra mejilla sin esperar que esto conlleve la más mínima misericordia? Recordemos que Cristo fue abofeteado en casa de Caifás y que solicitó del guardia una explicación por su modo de proceder. No responder de igual forma no implica que no preguntemos con amor la razón de que se nos trate mal. Es más, si preguntamos con amor y cercanía la razón de este trato malicioso, es posible que algo se moviera en el corazón de estas personas. ¿Cuál de los dos caminos elegimos?

Sin duda el camino del amor y la misericordia es el mejor, pero también el que es imposible que podamos andar por nosotros mismos.



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