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Una ley para los docentes

2013-09-14

Existen numerosos maestros –no sabemos a ciencia cierta cuántos- que sí cumplen su...

Autor:  JOSÉ J. CASTELLANOS   

Ahora tenemos una ley más. Se trata de la regulación de la actividad docente. Los propios maestros, o más bien la Coordinadora Nacional de la Educación, se opuso a ello. Podría pensarse que se trata de una legislación innecesaria, adicional, cuando ya existen disposiciones sobre materia educativa, un contrato de trabajo, etc. Sin embargo, en la conciencia nacional existe la convicción de que, de alguna manera, habría que asegurar que a través de este mecanismo, se fijaran normas y cauces que conduzcan y obliguen a quienes, por vocación, por principio y por contrato, tienen la obligación de educar.

La verdad es que en cierto sentido resulta lamentable que se tenga que recurrir a una ley específica para superar las deficiencias, ineficiencias y fallas de los docentes, así como para reconocer a quienes sí están preparados y cumplen con su función.

En este caso específico se manifiesta que sólo mediante una ley es posible superar una deficiencia social, en este casto una deficiencia gremial. Si la generalidad de los docuentes estuvieran bien preparados, cumplieran con su tarea con calidad y puntualmente, este ley estaría de más. Pero, por desgracia, no es así.

Cuando existe una ciudadanía virtuosa, responsable y comprometida, que cumple con sus deberes, también defiende sus derechos dentro de la ley y el orden, el exceso de leyes, la sobre regulación, estorba. En cambio, cuando el convencimiento, la razón y la responsabilidad ciudadana brilla por su ausencia, la ley aparece, en ocasiones con una función educativa, encausadora, y , en el peor de los casos, la ley aparece para constreñir, limitar e incluso reprimir o sancionar. Esta parece ser la necesidad de la nueva legislación en materia de educación.

Sin duda que se levantarán muchas voces aplaudiendo que, por fin, se haya aprobado una legislación que pretendió ser detenida por quienes a través del tiempo y por los resultados, han demostrado ser los peores maestros del país. Supuestos revolucionarios deseosos de justicia social, pero que a la vez son causa de la misma pobreza que dicen combatir, al generar condiciones que no facultan a las personas para su pleno desarrollo, a partir de la educación. En cambio, con su ausentismo sistemático, su negativa a ser evaluados, su pretensión de acaparamiento monopólico y cuasi clasista, han afectado a las zonas más pobres del país.

Ciertamente no se vale generalizar. Existen numerosos maestros –no sabemos a ciencia cierta cuántos- que sí cumplen su función y con su deber. Por desgracia, son silenciosos. Quizá una mayoría silenciosa, como es la que suele ser sometida en las democracias, cuando una minoría activa y agresiva asume una representación que no le corresponde.

Pero en esta situación, los maestros de la CNTE no han ido solos. Sin duda que lo que hoy son, fue propiciado por el sistema político que imperó en el siglo XX, y que no fue modificado al arranque del presente. Por una parte, el Sindicato de los educadores, así como sus respectivas secciones, fue constituido como parte del modelo corporativo de control político. Por eso fue dotado de una fuerza a la que los gobernantes tuvieron temor de enfrentar en el pasado.

Sin embargo, también es verdad que ese constreñimiento e intento de monopolizar para un partido y para un sistema a los maestros, provocó inconformidad, rebeldía y hasta sublevación y subversión. Los maestros, independientemente de su preparación y competencia pedagógica, también fueron adoctrinados y convencidos en algunos casos, en el mismo sistema oficial de formación, de marxismo, socialismo o anarquismo como paradigmas de la vida social. Por eso ahora se comportan de la forma como lo hacen.

Por otra parte, la situación actual es producto del intento de control monopólico por parte del Estado para promover una instrucción pública a su medida, conforme sus intereses y monopólica. Baste recordar el famoso "Grito de Guadalajara", pronunciado por Plutarco Elías Calles –abuelo del PRI-, para entender que el propósito revolucionario del sistema político que prevaleció durante prácticamente todo el siglo pasado, fue apoderarse de las mentes y las conciencias de los niños, para implantar un sistema social, económico y político, al gusto de los gobernantes.

En un país donde, por otra parte, no se obedece la ley, no es fácil ser optimista ante la nueva legislación. El temor a la aplicación de la norma, o su aplicación condicional e interesada, según sea el caso, no es garantía de que se cumplirá lo aprobado. Pero, en fin, es un primer paso, un primer intento. Habrá que esperar a ver si, finalmente, este es el mejor medio para revertir la triste situación de la instrucción en el país, siquiera para aprender a leer y matemáticas.

Hablar de la verdadera educación, es decir de la formación de las personas, es otro tema que, por ahora, parece no preocupar a nuestros gobernantes.



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