Para Reflexionar en Serio

La inmensidad y la ubicuidad de Dios

2014-04-27

Dios está, sobre todo, presente en el alma de los hombres:

Autor: Ir. Maria Camila Echavarría Molina,EP

El corazón de los hijos busca estar próximo al Padre y tenerlo junto a sí en todo momento y el Padre, con inefables palabras, responde a su apelo. "Me invocareis y vendréis a suplicarme, y yo os atenderé. Me buscareis y me habréis de encontrar, porque de todo corazón me fuiste a buscar. Permitiré que me encuentres" (Jm 29, 12- 14)

¿Puede, por acaso, Dios estar junto a cada uno de sus hijos sin dejar de dar más atención a uno por estar con otro? ¿Y todavía, puede Dios, sin dejar su trono, estar presente en todas partes?

A esas preguntas responde la Sagrada Escritura: "Tú me envuelves por todos lados y sobre mí colocas tu mano. ¿Dónde yo podría ocultarme de tu Espíritu? ¿Para dónde podría huir de tu presencia? Si subo hasta los Cielos, Tú allá estás; si desciendo al mundo de los muertos, allí Te encuentras" (Sl 138, 5; 7- 8). Es la inmensidad de Dios, no hay lugar donde Él no pueda estar. Está presente en el nacer del sol a elevarnos y a desear contemplar eternamente el verdadero Sol que jamás tiene ocaso. Está presente en los minerales, las montañas y el mar para mostrarnos que Él todo abarca.

Al contemplar las maravillas existentes en el universo en las diferentes jerarquías puestas por Dios - la vida vegetativa que se desarrolla y cumple orgánica y perfectamente todo su funcionamiento como por ejemplo el crecimiento de los árboles distintos dando diversos frutos en colores y en sabores o un cielo resplandeciente de estrellas en el profundo y sereno silencio de la noche - somos invitados a reflexionar en las palabras del salmo: "[Señor] ¿qué es el hombre para pensar en él? ¿Qué son los hijos de Adán, para que os ocupéis con ellos?" (Sl 8, 5).

Dios está, sobre todo, presente en el alma de los hombres: "Dios está en el Templo santo y en el Cielo tiene su trono, vuelve los ojos para el mundo. Su mirada penetra los hombres". (Sl 10, 4) Él es omnipresente y está en nosotros más que nosotros mismos, ya que "en Dios vivimos, nos movemos y existimos" (At 17, 28).

Nos enseña el gran Doctor Angélico que la omnipresencia de Dios debe ser entendida de la siguiente manera: 1° por el conocimiento (per praesentiani), todas las cosas aún las más recónditas están siempre presentes a su mirada: "todo está abierto a sus ojos, nada le es escondido y ninguna criatura le es invisible, todo es puesto desnudo a sus ojos" (Hb 4, 13) 7; 2° por el poder (per potentiam), haciendo llegar su influjo a todos los seres creados que en todo momento están pendientes de su acción conservadora. Si Él retirase esa virtud que sustenta su creación todo retornaría a la nada; 3º por la substancia (per essentiam), Dios en su misma substancia está presente en todas y en cada una de las criaturas.

Dios está siempre presente en todo el universo, pero no como alguien que teniendo dentro de sí un órgano para la respiración, usa de éste naturalmente sin prestar atención en su existencia, y que solo se acuerda de él cuando sale de su funcionamiento normal y pasa a causarle problemas. No, Dios está presente en cada una de las cosas, inclusive en las más insignificantes a nuestros ojos, protegiéndola, sustentándola y amparándola según sus divinos designios.

Para comprender más fácilmente este tan excelso atributo de Dios, veámoslo en la vida de Santa Paulina.

La devoción de ella al Santísimo Sacramento era algo de llamar la atención. Se quedaba en la capilla inmóvil como si fuese una estatua. Durante el recreo, por causa de las conversaciones vivas de las novicias en el patio, contiguo a la capilla, le preguntaron cierta vez: "¿Madre, las novicias no la están molestando a usted con todo ese ruido?" Ella retrucó: "Cuando yo estoy delante de Dios, nada me molesta". Afirmaba ella sentir la presencia de Dios constantemente, y que eso le parecía imposible perder. Aceptando el sufrimiento junto a los enfermos y buscando ver siempre cuál era la voluntad divina, ella adquirió esa convivencia con Dios.

Por último, asevera Monseñor João Scognamiglio Clá Dias:

Aunque comamos o bebamos, tratemos y negociemos con los hombres y parezca que nos preocupamos y entretenemos en eso, habremos de buscar que no sea ese nuestro manjar y entretenimiento, sino otro invisible; que es estar siempre mirando y amando a Dios y haciendo su Santísima Voluntad.

Yo voy a analizar un poco mi vida y veré que en los momentos en que yo pequé, juzgué que estaba a solas. Veré que, muchas veces, el demonio me llevó a pecar y a ofender a Dios porque yo no estaba en la presencia de Dios, yo me había olvidado de la presencia de Dios.

Por eso, debemos pedir la gracia a Nuestro Señor Jesucristo de que Él me haga sentir la presencia de Él, que Él me haga sentir que, de hecho, yo estoy dentro de Dios, y que Dios me ve y ve todo en mí, mis intenciones mis aspiraciones. ¡Todo!.



EEM