Cuentas Claras

Qué bonitas son las cifras; más cuando las entendemos, y llegamos a la conclusión correcta

2014-05-21

La idea que subyace a este plazo, es que en cinco años los picos habrían sido...

Ángel Verdugo, Excelsior

Dicen que el criterio de oro para medir el desempeño de una economía, no es otro que la cantidad de empleos que logra crear en el sector formal en un periodo determinado. Además, que el juicio sea válido y represente de manera real el estado de dicha economía, hay que ir más allá de la coyuntura y abarcar, cuando menos, un quinquenio.

La idea que subyace a este plazo, es que en cinco años los picos habrían sido subsanados y las políticas públicas aplicadas deberían —en él—, haber surtido ya el efecto proyectado. De ahí que sorprenda la frase "estas cifras dan cuenta de que la economía nacional va por buen camino". Veamos.

Uno de los frutos menos justipreciados de "El error de Diciembre", es habernos comprometido a proporcionar datos acerca del comportamiento de la economía de manera oportuna, veraz y completa. Esto, sin duda, se ha cumplido a cabalidad; en los días que corren y desde hace una buena cantidad de años, es imposible quejarse por la falta de datos acerca del comportamiento de un conjunto amplio y diverso de variables económicas.

El trabajo realizado desde 1995 por el INEGI —organismo que cuenta con la necesaria y obligada autonomía para no estar sujeto a los vaivenes de la política de los partidos y la agenda del gobierno en turno— cumple, y cumple bien, con las tareas que la legislación vigente le ha asignado. De ahí que sus reportes y publicaciones sean insumo obligado para analizar el desempeño de nuestra economía.

De la misma manera que el INEGI, específicamente en el ámbito laboral, tanto el IMSS como la Secretaría del Trabajo juegan un papel de primera importancia pues sus reportes permiten seguir sistemática y oportunamente el comportamiento de los mercados laborales.

Con los reportes de los tres —INEGI, IMSS y la STPS—, acerquémonos al empleo formal y tratemos de extraer algunas conclusiones acerca de la salud de nuestra economía que vaya, para que sea válido lo concluido, más allá de la coyuntura.

Si nos ubicáremos en diciembre de 2000, encontraríamos lo siguiente: Trabajadores Asegurados en el IMSS: 12'437,760; esta cifra, para abril de 2014 fue de 16'837,367. En otras palabras, en los 13 años y cuatro meses transcurridos, la economía mexicana sólo pudo crear 4'399,607 empleos formales. Si esta cifra la dividimos entre 13.3 años, el promedio anual es del orden de los 330,797 empleos formales por año.

Si ahora las cifras que tomo de los cuadros que en su página coloca mensualmente la STPS —cuya fuente es el IMSS— son las correspondientes a los "Trabajadores Asegurados Permanentes en el IMSS" desglosados por Gran División de Actividad Económica y me concentro —dada su importancia y peso específico— en las "Industria de Transformación", las cosas se ven así.

En diciembre de 2000, el IMSS tenía registrados en esta Gran División 4'089,444 y para abril de 2014, 13 años y cuatro meses después, esa cantidad había caído a 3'818,743.

Es decir, nos faltan 270,701 trabajadores permanentes en las Industrias de Transformación para estar, apenas, en el nivel de empleos permanentes que dicha "Gran División" alcanzó en diciembre de 2000.

Dado lo que dejan ver estas cifras, ¿es positivo afirmar que "Estas cifras dan cuenta de que la economía nacional va por buen camino"? Es más, ¿ayuda esta frase a enfrentar el conjunto de obstáculos estructurales que impiden crear empleos formales en México?

Qué bonitas son las cifras; más cuando las entendemos, y llegamos a la conclusión correcta (Parte II)

II

La primera parte de esta colaboración, la terminé así: "Dado lo que dejan ver estas cifras, ¿es positivo afirmar que "Estas cifras dan cuenta de que la economía nacional va por buen camino"? Es más, ¿ayuda esta frase a enfrentar el conjunto de obstáculos estructurales que impiden crear empleos formales en México?" Sigamos entonces con el tema.

Ante esas preguntas, ¿qué nos ayudaría a soportar la afirmación de que la economía nacional va por buen camino, y a enfrentar y resolver los obstáculos estructurales que impiden crear empleos formales en México?

Lo primero —y más difícil de lograr— sería, que los funcionarios designados para integrar el Gabinete entendieren —desde su designación misma—, que la tarea al frente de la oficina asignada no sería construir un trampolín para ser candidatos a la Presidencia de la República sino actuar como verdaderos funcionarios. Además, aceptar —y su jefe recordárselos cotidianamente—, que fueron designados para conocer y entender las causas de los problemas que el área a su cargo debe enfrentar y resolver.

Dicho de otra manera, cada uno de ellos debe ser funcionario, no sólo parecerlo. Si su interés radicare en la candidatura presidencial, deberían ir a buscarla en otro espacio, no en el Gabinete.

¿Qué vendría después? Una vez que los designados hubieran entendido y aceptado para qué fueron designados, no deberían temer afectar intereses y privilegios —con decisiones impopulares y dolorosas pero imperativas—, de quienes se han aprovechado de la situación que ya es evidente, amenaza la estabilidad política y económica.

Lo curioso, dadas las condiciones actuales, es que hoy es más fácil construir una candidatura con resultados y siendo un verdadero funcionario, que inventando los primeros y pareciendo lo segundo.

Sin embargo, ¿qué vemos? Un conjunto de actores medianos con serias limitaciones y preocupados por su imagen que no atrae al espectador, donde escasean los funcionarios que decidan, y enfrenten y resuelvan problemas; demasiados actores en una obra interminable, que llega a su fin cuando la candidatura a la Presidencia de la República está definida.

Por otra parte, lo vemos desde hace decenios, el centro de la acción política del gobernante en los tres órdenes de gobierno, es preparar su sucesión y designar al sucesor; no es, en modo alguno, enfrentar y resolver los problemas del país. Esto se agrava —dado el carácter de nuestra clase política—, cuando cada funcionario se ve sentado —desde su primer día de trabajo—, en la silla del que lo designó.

Dado este panorama, ¿dónde está el crear las condiciones para generar fuentes de empleos formales, por ejemplo? ¿Dónde la disposición para actuar como un funcionario efectivo? ¿Ha visto usted las reacciones de éste o aquél cuando no le salen las cosas? ¿Ha sentido su rechazo a la crítica, y el desprecio por la autocrítica? En consecuencia, ¿es posible esperar resultados que pasmados en los reportes del INEGI, harían creíble eso de "que la economía nacional va por buen camino"?

Todo ello es el México que hemos construido. Ahora bien, ¿en otros países se da lo mismo? Pienso que no; allá, el interesado en ésta o aquella candidatura la busca mediante resultados concretos en su trabajo, no inventándolos; menos aún escondiendo sus errores, y repartiendo culpas.

¿Cambiará este aspecto de nuestra gobernación? Sin duda, pero no antes de la debacle.



EEM

Notas Relacionadas

No hay notas relacionadas ...



Ver publicaciones anteriores de esta Columna

Utilidades Para Usted de El Periódico de México