Calamidades

Las naranjas bañadas en sangre…

2015-08-16

Eso les ocurrió porque eran, parecían o se juntaban con delincuentes. Y los...

Alfredo Valadez Rodríguez, La Jornada

La violencia general existente, sostenida, permitida, administrada, negociada con los capos, contenida, y no por las fuerzas de seguridad del gobierno. Los secuestros, los levantones, la desaparición forzada de personas, las ejecuciones extrajudiciales. Hombres, mujeres, niños acribillados a plena luz del día. Los cuerpos mutilados, las personas decapitadas, los seres humanos ultrajados al más bajo nivel, sin concederles un atisbo de dignidad.

En los refrigeradores de la morgue se apilan los cuerpos en las planchas de acero inoxidable. Olvidados por sus familias. No Reconocidos. O bien Reconocidos pero No Reclamados. Hasta muertos los Presuntos Delincuentes son un peligro para su círculo familiar más cercano.

Y en muchos casos padres, hermanos, hijos han corrido la misma suerte que sus parientes y han muerto o fueron levantados por comandos armados, células criminales, grupos paramilitares que operan con toda libertad de tránsito en las calles que son suyas de noche y también de día. A algunos familiares los aleccionan, a otros los torturan y vejan, y a algunos incluso les han "dado piso", por intentar darle cristiana sepultura a quienes fueron ejecutados.

Ante este escenario, muchas familias optan por dejar que a su debido tiempo, cumplidos los tiempos legales, sus muertos vayan a la fosa común del panteón municipal correspondiente. "No Nombre" dice la cruz blanca que las autoridades clavan sobre la tumba. Es a final de cuentas la misma condición, de personas a las que se les arrebató su identidad, que tendrían en una narcofosa. Unas las cavan los delincuentes; otras, el Estado.

Eso les ocurrió porque eran, parecían o se juntaban con delincuentes. Y los usufructuarios del poder en turno, a escala municipal, estatal o federal, los ponen como "ejemplo" de lo que les ocurre a quienes "se portan mal".

Estado de derecho y debido proceso son los grandes ausentes en esta nueva faceta de La Doctrina del Shock, aplicada a ras de suelo, a nivel de barrios, colonias y ejidos, contra un pueblo que ve y no entiende por qué en México el petróleo baja, pero la gasolina sube.

Soberanía energética y sector estratégico son también términos que dejaron de mencionarse y de exigirse, cuando el baño de sangre y el terror alcanzaron en este país a los estudiantes y a los académicos. Las contrarreformas del Ejecutivo y del Legislativo sólo fueron un trámite legal, porque la violencia y la inseguridad habían disciplinado ya a la mayor parte de las organizaciones sociales nacionalistas que existían en el norte del país, mientras el silencio autoimpuesto sigue avanzando en el centro y el sur de la República.

Propiedad nuestra, exclusiva, era el enorme y frondoso árbol de naranjas existente en nuestro patio, para saciar la sed presupuestal del país. Pemex. Con él teníamos jugo fresco y nutritivo al día, para todos los estratos sociales. Un recurso con que la naturaleza nos proveyó. Pero con cálculo y atino, el ambicioso vecino del norte (con sus facinerosos aliados y trasnacionales), se propuso apropiarse de nuestra bonanza y consiguió –comprando, corrompiendo, infiltrando a nuestros jardineros–, que le vendiéramos una parte importante de nuestras naranjas.

Nuestro preocupado Neighbour argumentó tener los mejores exprimidores de jugo de naranja, que paradójicamente nosotros poseíamos, pero dejamos de usar o no quisimos modernizar. Así, hábil y ventajoso, el vecino del norte comenzó a vendernos el jugo producido con nuestros propios frutos. Y dio el siguiente paso, que nosotros admitimos:

Reformamos nuestras reglas, rompiendo los candados que nos protegían, y le dejamos entrar a nuestra casa para apropiarse de una parte importante de la cosecha de naranjas. Para que escoja las mejores, las más maduras y jugosas. El árbol sigue siendo nuestro, porque sus raíces están sujetas al subsuelo. Pero las naranjas ya no. Y el jugo ahora nos lo venden y se lo compramos más caro. No hay beneficio alguno para este hogar que llamamos nación.

Mientras tanto, el presupuesto nacional comenzó a mermar y a afectar a todos los programas sociales: salud, educación, obra pública… tienen sed, pero la cantidad de jugo no es suficiente ya para saciarla. Y hábiles zorros, los detractores del nacionalismo y la soberanía, los críticos del "populismo", nos han advertido que debemos acostumbrarnos, porque en adelante, el jugo para nosotros será cada vez menor. Aunque el árbol de naranjas continúe su magnífica producción.

La guerra entre los cárteles del crimen organizado, la lucha interminable (por acción u omisión) de las instituciones del Estado contra el narcotráfico, la permanente inyección de millones de dólares para financiar a los capos y la venta de armas de todos los calibres para aquellos que puedan pagarlas. La venta de drogas, la trata de personas: mujeres, niños, indígenas… el negocio de la seguridad privada. Todo aderezado con ejecuciones sumarias.

Son estos elementos que forman parte de un poderoso mercado ilícito que ahora vemos como algo normal. Una economía global que a sangre y fuego le allanó en nuestro país el camino a las compañías trasnacionales y sus oprobiosos capitales, para completar la tarea que las políticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial ya no pudieron hacer.

Son los que incendian las praderas y nos venden los extintores. Los beneficiarios de que el país siga bañado de sangre, lleno de miles de desaparecidos, un panteón donde le escarbes. Al final de cuentas, como siempre, son los pobres los que ponen los muertos. Y los periodistas incómodos, los luchadores sociales congruentes, los maestros informados y consecuentes… están en la mira de los chacales.



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