Cabalístico

¿Franqueza o falta de educación y de prudencia?

2015-12-23

Hay personas que lo dicen casi con orgullo: "Soy así. Todo lo que pienso lo digo, sin...

Fuente: Catholic.net

Hay personas que lo dicen casi con orgullo: "Soy así. Todo lo que pienso lo digo, sin pelos en la lengua. No tengo miedo a nadie. Me gusta la franqueza. Si tengo que recriminar algo, lo hago inmediatamente".

Estas personas se consideran auténticas, francas, trasparentes, incluso benéficas. ¿Hay un problema en familia? En seguida reprochan a unos con dureza y alaban a otros. ¿Hay tensiones en el puesto de trabajo? No dudan en distribuir premios y castigos entre todos.

La franqueza es hermosa. La contraponemos a la hipocresía, a la adulación engañosa, a la mentira, al disimulo. Pero en ocasiones la franqueza incurre en errores graves: falta a la educación, a la caridad, a la prudencia, al sentido común, a la justicia.

Porque no es correcto ampararse en la franqueza para herir con palabras inoportunas a quien ya lleva sobre sus espaldas una pena muy grande, sobre todo en familia. Como tampoco es correcto agredir con palabras a quienes necesitan ayuda en medio de pruebas muy difíciles.

Nunca será bueno ni justo ampararse en la supuesta franqueza para faltar a normas elementales de educación y de respeto. Aunque dentro del propio corazón haya rabias profundas y juicios de condena, hay que pensarlo dos veces antes de disparar flechas incendiarias sobre otros.

El criterio para controlar nuestras palabras nace del deseo de amar y ayudar a todos y cada uno. Si lanzar palabras duras sobre esta o aquella persona va a provocar daños enormes, va a agravar situaciones ya de por sí tensas, va a hundir a quien se ha equivocado y necesita ayuda, lo mejor es callarse.

No se trata de ser hipócritas, sino caritativos. Aunque tenga motivos serios para reprochar algo de otros, antes debo evaluar las consecuencias de mis palabras y el derecho que tienen otros a la buena fama y al respeto.

Si tengo dudas sobre personas concretas, mejor callar. No sólo por prudencia, sino por un mínimo de respeto que lleva a respetar la fama de familiares, amigos, conocidos o extraños.

Una persona sensata aplica las enseñanzas de la Escritura: "¿Quién pondrá guardia a mi boca, y a mis labios sello de prudencia, para que no venga a caer por su culpa, y que mi lengua no me pierda?" (Si 22,27). "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados" (Lc 6,37).

Hay que recordar lo que afirma la Carta de Santiago: "Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la ira. (...) Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana" (St 1,19.26 27).

Solo con un buen filtro en los labios y prudencia en el corazón, seremos un poco más semejantes al Dios bueno, que tiene una paciencia infinita con los seres humanos y que ofrece continuamente oportunidades a todos para que podamos volver al camino del amor y la concordia.



JMRS
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