Religión

Dios ama con un amor sin límites: Papa Francisco

2016-03-16

"Jesús ha llevado a plenitud el anuncio del profeta. Su pasión, muerte y...

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, una semana más, se ha reunido con miles de fieles en la plaza de San Pedro en ocasión de la audiencia general. Venidos de todas las partes del mundo, los peregrinos allí congregados han manifestado su alegría y entusiasmo con la llegada del Pontífice en el papamóvil. Este miércoles y en el contexto del Jubileo ha proseguido con las catequesis que está realizando desde hace varias semanas, sobre la misericordia.

Así, en el resumen hecho en español, ha recordado que el profeta Jeremías se dirige a los israelitas que habían sido deportados y les anuncia el regreso a su tierra. "Esta vuelta en patria es signo del amor infinito de Dios que no abandona a sus hijos, sino que los cuida y los salva", ha asegurado. Además, ha señalado que "el exilio fue una experiencia muy dura para el pueblo de Israel e hizo que su fe vacilase". También nosotros –ha añadido– podemos vivir a veces algún tipo de exilio, como la soledad, el sufrimiento, la muerte, que nos hace pensar que estamos abandonados por Dios.

A este punto, el Santo Padre ha reconocido que nos podemos preguntar ¿Dónde está Dios? A propósito ha explicado que "Jeremías nos da una respuesta: Dios está cerca de nosotros, es fiel y hace grandes obras de salvación en favor de quien espera en él". Dios –ha proseguido– ama con un amor sin límites, que ni el pecado puede frenar, y hace que el corazón del hombre se llene de alegría y de consolación.

Finalmente, el Papa ha precisado que "Jesús ha llevado a plenitud el anuncio del profeta. Su pasión, muerte y resurrección es la expresión definitiva y más plena del amor misericordioso de Dios, que nos devuelve del exilio, nos conforta en las adversidades y nos concede alegría, paz y vida eterna".

A continuación, Francisco ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. A ellos les ha animado "a no desfallecer ante las dificultades y a confiar siempre en la fidelidad de Dios. Él, con su misericordia, los consolará y les hará plenamente felices".

Para concluir la audiencia, el Santo Padre ha dedicado unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. De este modo, ha recordado que mañana jueves es la fiesta de san Patricio, apóstol de Irlanda. Por eso ha pedido que "su vigor espiritual" estimule a los jóvenes a "ser coherente con la fe". Igualmente ha deseado que la confianza del Santo en Cristo Salvador sostenga a los enfermos "en los momentos de mayor dificultad". Y para finalizar ha exhortado a que la dedicación misionera de san Patricio recuerde a los recién casados "la importancia de la educación cristiana de los hijos".


Publicamos a continuación la catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

En el libro del profeta Jeremías, los capítulos 30 y 31 son llamados "libros de la consolación", porque en ellos la misericordia de Dios se presenta con toda su capacidad de confortar y abrir el corazón de los afligidos a la esperanza. Hoy queremos también nosotros escuchar este mensaje de consolación.

Jeremías se dirige a los israelitas que han sido deportados a tierra extranjera y les preanuncia el regreso a su patria. Este retorno es signo del amor infinito de Dios Padre que no abandona a sus hijos, sino que los cuida y los salva. El exilio fue una experiencia devastante para Israel. La fe había vacilado porque en tierra extranjera, sin el templo, sin el culto, después de haber visto el país destruido, era dificil continuar creyendo en la bondad del Señor.

Me viene al pensamiento la cercana Albania y cómo después de tantas persecuciones y destrucciones ha conseguido alzarse en la dignidad y en la fe. Así sufrieron los israelitas en el exilio.

También nosotros podemos vivir a veces una especie de exilio, cuando la soledad, el sufrimiento, la muerte nos hacen pensar que Dios nos ha abandonado. Y cuántas veces hemos escuchado esta palabra: Dios se ha olvidado de mí. Muchas veces personas que sufren se sienten abandonadas.

Y cuántos hermanos nuestros vemos que están viviendo en este tiempo una situación real y dramática de exilio, lejos de su patria, con los escombros de sus casas aún en los ojos, en el corazón el miedo y a menudo, lamentablemente, ¡el dolor por la pérdida de personas queridas! En estos casos uno se puede preguntar: ¿Dónde está Dios? ¿Cómo es posible que tanto sufrimiento pueda llegar a hombres, mujeres y niños inocentes?

Y cuando tratan de entrar en otra parte les cierran la puerta. Y están allí, en la frontera, porque muchas puertas y muchos corazones están cerrados. Los inmigrantes de hoy que sufren al abierto, sin comida y no pueden entrar, no se sienten acogidos. ¡A mí me gusta mucho cuando veo las naciones, los gobernantes, que abren el corazón y abren las puertas!

El profeta Jeremías nos da una primera respuesta. El pueblo exiliado podrá volver a ver su tierra y a experimentar la misericordia del Señor. Es el gran anuncio de consolación: Dios no está ausente, ni tampoco hoy en estas dramáticas situaciones, Dios está cerca, y cumple grandes obras de salvación para quien confía en Él. No se debe ceder en la desesperación, sino continuar y estar seguros de que el bien vence al mal y que el Señor secará toda lágrima y nos librará de todo miedo. Por eso Jeremías presta su voz a las palabras del amor de Dios para su pueblo:

"Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje con fidelidad. De nuevo te edificaré y serás reedificada, virgen de Israel; de nuevo te adornarás con tus tamboriles y saldrás danzando alegremente" (31,3-4).

El Señor es fiel, no abandona a la desolación. Dios ama con un amor sin fin, que ni siquiera el pecado puede frenar, y gracias a Él el corazón del hombre se llena de alegría y de consolación.

El sueño consolador de la vuelta en patria continúa en las palabras del profeta, que dirigiéndose a los que volverán a Jerusalén dice: "Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor, hacia el trigo, el vino nuevo y el aceite, hacia las crías de ovejas y de vacas. Sus almas serán como un jardín bien regado y no volverán a desfallecer" (31,12).

En la alegría y en el reconocimiento, los exiliados volverán a Sión, subiendo al monte santo hacia la casa de Dios, y así podrán de nuevo elevar himnos y oraciones al Señor que los ha librado. Este volver a Jerusalén y a sus bienes es descrito con un verbo que literalmente quiere decir "fluir, desplazar". El pueblo es visto, en un movimiento paradójico, como un río pleno que se desliza hacia la altura de Sión, subiendo hacia la cima del monte. ¡Una imagen audaz para decir cuánto es grande la misericordia del Señor!

La tierra, que el pueblo había tenido que abandonar, se había convertido en presa de los enemigos y desolada. Ahora, sin embargo, retoma vida y florece. Y los mismos exiliados serán como un jardín, como una tierra fértil. Israel, llevado de nuevo a la patria por su Señor, asiste a la victoria de la vida sobre la muerte y de la bendición sobre la maldición. Es así que el pueblo es fortificado y esta palabra es importante, consolado, es consolado por Dios. Los repatriados reciben vida de una fuente que gratuitamente les riega donando su fecundidad.

A este punto, el profeta anuncia la plenitud de la alegría, y siempre en nombre de Dios proclama: "Yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción" (31,13).

El salmo nos dice que cuando volvieron a la patria la boca se les llenó de alegría. Era una alegría muy grande. Es el don que el Señor quiere hacer también a cada uno de nosotros, con su perdón que convierte y reconcilia.  El profeta Jeremías nos ha dado el anuncio, presentado la vuelta de los exiliados como un gran símbolo de la consolación dada al corazón que se convierte. El Señor Jesús, por su parte ha cumplido este mensaje del profeta. El verdadero y radical regreso del exilio y la luz confortante después de la oscuridad de la crisis de fe, se realiza en la Pascua, en la experiencia plena y definitiva del amor de Dios, amor misericordiosos que dona alegría, paz y vida eterna.



JMRS
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