Trascendental

Entre Cielo y la Tierra

2016-03-21

Esto de por sí ya es maravilloso: pensar que la Eucaristía une dos mundos. Que Cristo...

 Víctor Orozco

Entre las muchas obras de arte que custodian los Museos Vaticanos hay toda una serie de habitaciones que son de una riqueza incalculable, puesto que fueron decoradas por el famosísimo pintor Rafael Sanzio. Hay una pintura en particular que se llama “La disputa del Santísimo Sacramento”. En ella aparecen todo una serie de santos y de intelectuales famosos y al parecer todos ellos se encuentran reunidos en una misma escena para discutir sobre un mismo tema: La Eucaristía.

Las guías oficiales de los Museos suelen hacer notar que la pintura está dividida en dos partes que se podrían analizar como dos escenas por separado, de no ser porque hay una cosa que las une a ambas y las hace inseparables: la Santísima Eucaristía. Definitivamente que cuando Rafael decoró aquella pared pensó en mostrar una realidad que sucede en cada misa: La Eucaristía se convierte como en un especie de puente entre este mundo y el más allá.

Esto de por sí ya es maravilloso: pensar que la Eucaristía une dos mundos. Que Cristo Eucaristía está aquí pero también allá. Cada misa que celebra el sacerdote es, por así decirlo una cita entre Dios y la humanidad. No importa cuántos hombres se encuentren allí para presenciar el milagro; si el sacerdote celebra correctamente la misa, Dios acudirá absolutamente puntual a su cita.

Hay una verdad más que descubrí hace poco que fui a contemplar la pintura y que hoy les quiero compartir: Para explicárselos primero me voy a servir de un ejemplo. Pensemos en una familia que nace y vive en un país en guerra (por desgracia la realidad presente que vivimos nos trae de inmediato a la memoria ejemplos concretos). Esta familia, sabiendo que corre peligro y que los alimentos escasean, busca opciones para emigrar a otro país. Solicita asilo en una nación donde pueda vivir con paz y libertad y donde no tenga que sufrir por falta de alimentos. Imaginemos que después de un tiempo a esta familia le llega la autorización para emigrar. Seguramente una vez que realicen el gran viaje y llegue a su nuevo hogar pensarán sólo en el futuro y no habrá nada que le haga arrepentirse de su elección.

En el mundo espiritual pasa algo muy curioso. Cuando abandonemos este mundo y llegemos al paraíso nos encontraremos con una realidad que superará todas nuestras expectativas. Allí todo será perfecto, allí ya no existirá el dolor, ni el hambre, ni la sed, ni la injusticia. Allí veremos a Dios cara a cara y todos seremos felices. Los santos y todos aquellos que han vivido una vida en el amor y en el servicio ya lo viven.

Ahora bien, hay una cosa aquí en la tierra que les hace mirar hacia atrás, que les hace querer volver y que les produce añoranza de su vida pasada: esa realidad es la Eucaristía. Observen con detalle la pintura de Rafael; en ella aparecen aquellos que sobre la tierra adoran a Jesús Sacramentado y para hacerlo tienen que alzar la mirada. Luego aparecen en la parte superior aquellos que hacen lo mismo, adoran a Señor que ha bajado de nuevo a la tierra, pero lo hacen mirando hacia abajo.

¿Qué te hace volver tu mirada a la tierra y anhelar vivir aquí entre los mortales, oh alma santa que has alcanzado tu recompensa en la gloria de Dios? ¿Será que tú quieres, como yo, recibir a tu creador y redentor que viene a la tierra para alimentarnos con su cuerpo, pero no puedes hacerlo? Tú padeces una santa envidia hacia mí porque yo sí puedo alimentarme de mi Señor y yo te envidio a ti porque ya vives en el cielo al lado de Dios. Hagamos un pacto para que entre los dos demos alabanza y gloria a Jesús Eucaristía como él merece. Ayúdame a recogerme para ser más consciente de lo que hago cada vez que recibo el cuerpo de Cristo y cuando me encuentre de rodillas adorando a mi Señor intercede por mí para que Dios sea alabado como se merece.   



KC