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Serena Williams: fuera de serie

2016-06-27

Williams no tiene una competidora de peso en el circuito; la segunda tenista con más...

Jason Gay, The Wall Street Journal

Serena Williams no se considera una persona matinal —“Para nada”, dice, con un gesto de consternación—, pero si pudiese despertarse una mañana sin ser una campeona de tenis de fama mundial, esto es lo que haría: ir a un parque de diversiones. O hacer las compras en un supermercado. “Cosas comunes y corrientes”, dice. “Iría al centro comercial. Nunca voy al centro comercial”.

Es el comienzo de la primavera boreal y Williams está sentada junto a la piscina en su bella casa de dos pisos en Palm Beach Gardens, Florida. Chip, el enérgico Yorkshire terrier de Williams, y Lorelei, su perra maltesa, se revuelcan en el almohadón que hay entre nosotros. Williams está vestida con una banda púrpura de Nike en su cabeza, top blanco, shorts negros. Está descalza.

Le pregunto dónde cree que estaría en este momento si nunca hubiera alzado una raqueta de tenis. “Creo que estaría en California”, dice. “¿Estaría casada, tal vez? ¿Quizás tendría hijos? Quisiera creer que sí. Probablemente estaría vinculada con algo relativo a la ciencia. Amo los animales”. Restriega la barriga rosada de Lorelei. “Quizás habría sido veterinaria”.

Pero Williams alzó una raqueta de tenis, y el resto es historia conocida, y extraordinaria. En unas horas, Williams estará a bordo de un auto rumbo a Miami, al aeropuerto y a Europa para una temporada en canchas de polvo de ladrillo con culminación en París en el Abierto de Francia 2016, en la defensa de su título de singles. Un mes después, Wimbledon, también para defender allí su título de campeona, que ya obtuvo seis veces. Ha conseguido 21 títulos femeninos de Grand Slam, para quedar a un paso de Margaret Court, con 24, y de Steffi Graf, con 22. También ganó otros 13 Slams en dobles y dos en dobles mixtos, además de cuatro medallas de oro olímpicas. A los 34 años, es la jugadora de tenis de mayor edad que haya estado en el puesto número uno del ranking.

Uno podría hacer una defensa convincente de por qué Williams es la mejor tenista de todos los tiempos; voces expertas, como la ex campeona Chris Evert, ahora comentarista de televisión, dicen que es la mejor. Sin embargo, la historia de cómo llegó allí, con su hermana Venus, campeonas afroamericanas de Compton, California, bajo la tutoría de su excéntrico y clarividente padre, Richard, es tan deslumbrante e improbable que parece sacada de una fábula. Hoy Serena Williams es a la vez un símbolo de poder femenino y afroamericano, filántropa, creadora de tendencias, diseñadora de moda y celebridad como nadie más en el mundo deportivo, y puede competir cabeza a cabeza con cualquier ícono de su época. Su participación en el video de Sorry, uno de los temas de Lemonade, el nuevo álbum de Beyoncé —bailando junto a la seductora reina del pop en una mansión gótica de Luisiana—, resultó a la vez sorprendente y perfectamente natural.

Beyoncé. Serena. Por supuesto.

“Conozco a Bey desde hace mucho tiempo”, dice Williams. Y confiesa: “¡Quedé muy dolorida luego de ese baile!”.

Williams ha sido una superestrella de calibre por casi dos décadas pero aun así mantiene una relación complicada con el público. Creo que gran parte de las quejas respecto de Serena Williams no han sido más que completos disparates. Ella ha tenido episodios desafortunados; el más memorable, una serie de exabruptos durante el Abierto de Estados Unidos que, aunque lamentables, están lejos de la cima de momentos desagradables en el tenis. (Por otro lado, John McEnroe, quien acostumbraba amenazar a jueces, y Jimmy Connors, quien solía agarrarse su entrepierna, son celebrados como pícaros antihéroes). Sólo un necio no vería los obstáculos y prejuicios que Williams debió superar, como ella misma resaltó en diciembre tras ganar el premio al Deportista del Año de la revista Sports Illustrated.

“He conocido personas que me rechazaron porque no me parecía a ellas”, dice Williams en un discurso incluido en su documental, Serena, que se estrenó en el canal de cable Epix a finales de junio. “Hubo personas que me ignoraron por el color de mi piel. Otras que no me valoraron porque era mujer (...) Todavía sigo adelante”.

Ha seguido adelante. Cuando juega en su mejor nivel, continúa imbatible. A una edad en que los tenistas suelen llevar varios años retirados, está reescribiendo la historia. Deportistas de élite de un éxito similar sucumben ante su grandeza. “No se puede hablar del deporte femenino sin pensar primero en Serena Williams”, dice Abby Wambach, la estrella estadounidense de fútbol que se retiró recientemente luego de haber ganado dos medallas de oro y una Copa del Mundo. Para Wambach, Williams encarna “poder, fuerza, belleza y seguridad”. En otras palabras: “Lo que implica ser una tremenda mujer en el ámbito que sea”.  

El año pasado via a Williams jugar en una tarde calurosa en Nueva York y tirar saques durante una hora y media. Sólo saques, uno tras otro. Había ganado un partido en las rondas iniciales del Abierto de EU, pero su saque había sido irregular y el partido terminó siendo más parejo de lo esperado. Minutos después de abandonar la cancha del Estadio Arthur Ashe, Williams se dirigió a la zona de práctica con su entrenador, Patrick Mouratoglou, y empezó a hacer saques. De inmediato se reunió una multitud —¡Serena Williams!— y siguió practicando saques. La multitud creció. Williams siguió sacando y sacando. Después de un tiempo, la multitud empezó a aburrirse y a dispersarse. Williams continuó sacando, hasta que creyó que finalmente lo había hecho bien.

Con las superestrellas deportivas se suele creer que una vez que llegan a la cima, el trabajo más duro ha terminado. Los deportistas consagrados parecen trabajar más duro cuando han sido reconocidos como tales, como si ese estatus estuviera en riesgo. Williams no es la excepción. Es conocida como una de las tenistas más trabajadoras.

En la sala de estar de Williams, junto con el impoluto sillón blanco y una silla estilo jaula de pájaros que cuelga del techo, está el mueble tal vez más importante de la casa: una camilla de masajes. En este punto de su carrera, los dolores y las molestias físicas deberían ser una constante. Pero Williams dice que su cuerpo está bien cuando se despierta.

Pese a la práctica adicional de saques, Williams no ganó el Abierto de EU en 2015, al quedar fuera luego de perder en una sorpresiva semifinal con la veterana italiana Roberta Vinci, que no estaba preclasificada. La derrota fue etiquetada de inmediato como una de los reveses más inesperados de la historia. Aunque Williams admite que fue dolorosa y difícil de olvidar, es útil poner el episodio en perspectiva. En ese momento, Williams ya había ganado ese Abierto en 2014 y los Abiertos de Australia, Francia y Wimbledon de 2015. Lo único que se le negó fue el quinto Grand Slam consecutivo y ganar los cuatro en un mismo año. No existe un jugador en el planeta que estaría insatisfecho con una seguidilla así. No fue precisamente un desastre. “Hay muy pocos campeones en este planeta, y todos tienen ciertas cosas en común”, dice Mouratoglou. “Una de ellas es la capacidad para olvidar el pasado (…) nunca miran atrás, siempre hacia adelante”.

Después de ese Abierto, Williams dejó a un lado su raqueta por un tiempo. De inmediato se lanzó a la Semana de la Moda de Nueva York con un show para la línea Serena Williams Signature Statement que comercializa en el canal de compras HSN, presentando una línea de vestidos de noche y prendas de fin de semana. Anna Wintour, la editora de Vogue, y el entonces presunto novio de Williams, Drake, se sentaron en la primera fila. Después de una derrota sorpresiva, muchos querrían quedarse en la cama sin más compañía que un tarro de helado de Häagen-Dazs. Williams, en cambio, salió a la pasarela, cambiando una situación de mucha presión por otra.

El interés de Williams por la moda ya ha superado la etapa en la que podría considerarse un pasatiempo. Ella y Venus (también diseñadora) estudiaron diseño de moda en paralelo a sus carreras tenísticas, y Serena es una obsesiva de los detalles, ya sean los castings de modelos, el peinado o el maquillaje, incluso cuando disputa un torneo. Mientras muchas de las colecciones de celebridades son trabajos ajenos que llevan la firma de las estrellas, Williams considera un motivo de orgullo saber “cómo se confecciona una prenda, cómo son las diferentes telas, cómo se conciben los estampados”.

“Serena tiene la pasión y la motivación para hacerlo ella misma, lo cual es muy diferente a lo que hace la mayoría de las celebridades”, dice Wintour.

A Williams la criticaron alguna vez por tener intereses más allá del tenis. Ella y Venus lo escucharon reiteradamente: no están concentradas. No se lo toman en serio. ¿Escuela de moda? Deben estar bromeando. Con el tiempo resulta claro que esas desviaciones probablemente extendieron sus carreras. El tenis es un deporte repleto de jugadores que se cansan rápido, resultado de una niñez y adolescencia dedicada exclusivamente a una actividad. Interesarse por algo más no está mal. Es saludable.

“Creo que es genial que lo hayan hecho”, opina Billie Jean King, la legendaria tenista que jugó singles hasta casi los cuarenta años, y siguió jugando dobles incluso por más tiempo. “¿Por qué no? La gente debería seguir el camino que desea”.

Las pasiones de Williams fuera de la cancha son parte de lo que sus seguidores adoran hoy; allí es donde pueden ver a la otra Serena, más relajada e incluso un tanto boba. “Es muy graciosa”, dice su amiga y competidora Caroline Wozniacki. “Ambas creemos que somos graciosas y que podríamos ser comediantes”.

A esta altura, todos en el mundo del tenis saben que Serena Williams es una guerrera del karaoke (“Ese es su fuerte”, dice Wozniacki), pero a ella le sigue fascinando el baile. Cada año, ella y Venus organizan una competencia, Williams Invitational, en la que los equipos compiten, entre otras disciplinas, en rutinas de baile. Y también está la participación de Williams en el video Sorry de Beyoncé, que Serena tuvo que mantener en secreto durante meses.

“Si me dicen: ‘No digas nada’, no diré nada”, asegura Williams.

“Realmente mantuvo el secreto”, dice Wozniacki, que no supo nada del video hasta que lo vio el día del lanzamiento.

Sorry es un hit provocador pero la canción bailable favorita de Williams es más bien vintage: Conga, de Gloria Estefan y Miami Sound Machine. ¿Y su programa de TV favorito? The Golden Girls (Los años dorados). (Sí: tanto Conga como The Golden Girls debutaron en 1985, cuando Williams era una bebé). Nunca ha visto Game of Thrones (“Vi los primeros cinco minutos y pensé: ‘Esto es demasiaaado para mí’”). Querría salir más. “Soy muy ermitaña”, dice. “Tengo etapas. Antes salía mucho a cenar pero he vuelto a mi vieja rutina de quedarme en casa”.

Si Serena Williams pudiese pasar un día siguiendo a una persona, ¿quién sería? “Elon Musk” [el fundador de Tesla Motors], dice. “Lo seguiría para ver qué está haciendo con todas sus innovaciones, las cosas qué está creando. Me encantaría descubrir hacia dónde está yendo”.  

EL AÑO 2016 no empezó para Williams del mismo modo que el arrollador 2015. En enero, perdió la final del Abierto de Australia en tres sets frente a la alemana Angelique Kerber, y después la final de Indian Wells contra Victoria Azarenka. Ganó su primer torneo del año a mediados de mayo, en el Abierto de Italia, días después de un incidente bizarro en el que comió unas galletas de su perro Chip y terminó con una indigestión (un episodio que contó alegremente en Snapchat).

“No es lo grandioso que quisiera que fuese”, dice Williams al evaluar su año hasta ahora. “Podría hacerlo mejor, pero honestamente, así es como me sentí respecto de 2015”.

Sólo para aclarar: en 2015, Serena Williams ganó 53 partidos y perdió tres.

Cuando le pregunto de qué está más orgullosa en su carrera, no menciona ninguna medalla ni Grand Slam. Dice que lo que más la enorgullece es haber regresado a Indian Wells, el torneo de California que ella y Venus evitaron durante casi una década y media después de que Serena fue abucheada sin piedad en la final de 2001, un par de días después de que Venus se retiró de la semifinal entre ellas a causa de una lesión. “No las culpo por no haber jugado allí”, dice Billie Jean King. “La gente las trató de una forma horrenda. Yo estaba ahí. Creo que es genial que ella haya vuelto”.

“Ser capaz de perdonar”, afirma Williams. “Estoy orgullosa de eso”.

Extrañamente, Williams quedó envuelta en otra controversia en el torneo de Indian Wells de este año cuando el presidente ejecutivo del evento, Raymond Moore, realizó una serie de comentarios insensibles acerca de la paga equitativa en el deporte al declarar, entre otras cosas, que si él fuese “una jugadora” se “pondría de rodillas cada noche y le agradecería a Dios que Roger Federer y Rafa Nadal hayan nacido, porque ellos han impulsado este deporte”.

“Nosotras, como mujeres, hemos recorrido un largo camino”, dijo Williams en la conferencia de prensa del torneo poco antes de que Moore renunciara bajo presión. “No deberíamos tener que ponernos de rodillas bajo ningún aspecto”.

Incluso siendo la número uno del mundo con comodidad, Williams no puede evitar las preguntas sobre su continuidad en el tenis. Mouratoglou dice que Williams sigue jugando por los Slams —“No creo que el ranking le importe”— y cree que se retirará cuando ya no se sienta en condiciones de ganar los principales torneos.

Williams no tiene una competidora de peso en el circuito; la segunda tenista con más triunfos hoy, Maria Sharapova, está suspendida por haber ingerido un medicamento prohibido, pero difícilmente sea una rival: no ha derrotado a Williams en más de 10 años.

King cree que Williams aún tiene mucho por lograr. “Hay muchísimos récords por romper, si ella quiere. Cuando llegas a su edad debes decidir cuánto estás dispuesto a invertir física y emocionalmente. El esfuerzo es cada vez mayor, no menor, a medida que envejeces”, recalca.

Williams dice: “Creo que me daré cuenta. Simplemente tendré la sensación de: ‘Ya no quiero hacerlo’”.

Ese final no parece inminente. En cuanto a la vida de Williams después del tenis, tendrá su negocio de diseño de moda, que ella espera expandir. También sus iniciativas filantrópicas, como las escuelas que patrocina en Kenia y Jamaica. Cuando le pregunto si se ve comentando un partido de tenis en una cabina de transmisión, no lo descarta. (La única idea que rechaza de plano es ser entrenadora).

“Ser mamá sería divertido”, dice Williams. ¿Cuántos hijos? “Doce”, responde sin alterarse. “Una docena, como en la pastelería”, agrega riendo.

La vida de Williams sigue siendo un torbellino, tanto que fantasea más que nada con tomarse un descanso. Un día libre perfecto, cuenta, sería sentarse en el sofá de su casa viendo Netflix e Investigation Discovery, y quizás tomando una clase de baile. Pero esos días casi nunca existen. Las cosas comunes y corrientes que Williams a veces ansía, como ir a un parque de diversiones, hacer las compras o pasear por un centro comercial, todavía se ven lejanas. Y quizá no ocurran nunca, porque un día Serena Williams tomó en sus manos una raqueta de tenis y construyó una vida extraordinaria.



JMRS