Vuelta al Mundo

Los misiles nucleares de Corea del Norte: entre el deseo y la realidad

2016-07-22

Pyongyang ejecutó su mayor prueba el pasado 22 de junio con un doble lanzamiento desde la...

POR ADRIÁN FONCILLAS, Apro

 

Cinco de los seis misiles norcoreanos Musudan han registrado diferentes grados de fracaso. La marca es difícilmente digerible para el inflamado ego norcoreano. La casuística muestra que tienden a explotar en las primeras fases de vuelo. Sólo las últimas pruebas permiten alguna brizna de optimismo al hermético país que ha elevado su carrera nuclear a emblema nacional.

Los expertos no descartan que sólo se tratara de un golpe de suerte. Dicen que el mal jugador de billar cree dominar una carambola cuando la consigue en seis de diez intentos, mientras el bueno sigue perfeccionándola si la falla una sola vez. Eso da la medida del perfeccionamiento de la técnica misilística norcoreana, a pesar de la machacona propaganda nacional.

Pyongyang ejecutó su mayor prueba el pasado 22 de junio con un doble lanzamiento desde la localidad de Wonsan, en el sureste del país. El primero estalló en el aire tras recorrer 150 kilómetros, mientras el segundo se hundió en el agua tras un vuelo de 400 kilómetros. Es lo más parecido a un éxito que puede mostrar Corea del Norte. Las imágenes dieron a conocer unos alerones nuevos en el cuerpo trasero del misil, probablemente para corregir la inestabilidad de los anteriores proyectiles.

Pero el extraño vuelo del proyectil plantea dudas razonables a los expertos. “Un misil con un alcance de 3 mil kilómetros debería alcanzar una altitud máxima de entre 500 y 600 kilómetros. En este caso parece que describió una trayectoria muy elevada y habría alcanzado los mil 400 kilómetros. Así que el misil aparentemente no sufrió ningún fallo durante el vuelo, pero aun deja cuestiones sobre su fiabilidad con una trayectoria normal”, señala David Wright, experto nuclear y codirector de la Unión de Científicos Concienciados.

 

Las informaciones sobre el cuarto lanzamiento, realziado el 30 de abril, son confusas porque el altavoz propagandístico norcoreano es tan ruidoso en los puntuales éxitos como discreto en los rutinarios descalabros.

Ni los satélites surcoreanos ni los estadunidenses tuvieron tiempo para discernir la dirección, lo que habla de una explosión prematura. Quizá incluso en la lanzadera. No sería la primera vez: en el proyectil lanzado diez días antes para conmemorar el aniversario de Kim Il-sung, fundador del país, se detectó una enorme bola de fuego que habría matado a los operarios y soldados sobre el terreno, según la web especializada Free Beacon.

Es fácilmente deducible el miedo que deben experimentar los operarios norcoreanos antes de apretar el botón de un misil sin carga, y no cuesta imaginar el terror que sentirán el día que tengan que poner en vuelo uno con ojiva. La realidad del programa balístico norcoreano es esa: hoy es más peligroso para la población local que para el resto del mundo.

Desesperación

El Musudan es un misil de medio alcance evolucionado del R-27 soviético. Corea del Norte lo enseñó en un desfile militar de 2010 y hoy tendría varias decenas almacenadas. Su alcance teórico de entre 2 mil 500 y 4 mil kilómetros bastaría para golpear a los vecinos Japón y Corea del Sur e incluso las bases estadunidenses del Pacífico. Pero la teoría no siempre se alinea con la práctica en el programa armamentista norcoreano, frecuentemente abonado a la frustración.

El Musudan es diferente del resto del arsenal norcoreano, explica Wright. “Tiene un propulsor más potente. Además, su motor es más complicado (…) Eso incrementa la complejidad del diseño interno del misil. Otra diferencia es que se cree que Corea del Norte recibió asistencia de ingenieros soviéticos en el desarrollo de los misiles Scud y Nodong, pero quizá no la tuvieron con los Musudan”, señala.

No es raro que los misiles norcoreanos fallen. También explotó el Nodong, de menor alcance y complejidad, en su primer intento. Pero tantos fracasos consecutivos del Musudan sorprenden incluso en un programa balístico tan poco fiable como el norcoreano. Lanzar el mismo misil seis veces en tres meses sugiere una desesperación que atenta contra la lógica científica. Es aconsejable un largo estudio después de cada fracaso para identificar las causas y buscar el remedio. Ni siquiera un lanzamiento exitoso es provechoso para el refinamiento de la tecnología en esas aceleradas condiciones. Las razones, pues, no son científicas sino políticas.

La febril actividad balística coincidió con el histórico Congreso de los Trabajadores de Corea, el primero en casi cuatro décadas. El cónclave fue diseñado como la autocoronación definitiva del líder, Kim Jong-un. El cotidiano culto a su personalidad alcanzó cuotas desmesuradas con miles de obras literarias, poesías y representaciones teatrales que lo enaltecían.

Nam Sung-wook, experto en asuntos norcoreanos, calculó que la organización del congreso le costó a las castigadas arcas nacionales unos 200 millones de dólares.

El congreso fue precedido de “la campaña de 70 días de lealtad” que exigió al pueblo redoblar sus esfuerzos para que el país luciera su mejor imagen ante las decenas de periodistas extranjeros invitados.

Y las prisas suelen estar reñidas con el buen trabajo. La planta hidráulica de Paektusan, recién inaugurada y señalada por el líder como la joya de las infraestructuras nacionales, presentaba pocos días después grietas y fugas. Una fuente sin identificar citada por la agencia de noticias surcoreana Yonhap señalaba que muchos de los proyectos habían sido criticados por la mala calidad de su producción.

La necesidad de aliñar el congreso con un impactante éxito del programa nuclear nacional estimuló la actividad balística. Kim Jong-un expuso su política byeonjin basada en el doble desarrollo militar y económico. Sin tangibles avances en el segundo terreno, urgía una demostración de fuerza en el primero.

Para Markus Schiller, ingeniero aeroespacial y experto en el programa norcoreano, el mundo se ha precipitado al hablar sin evidencias de misiles Musudan cuando sólo es una de las tres hipótesis.
La primera consiste en un Musudan basado en el R-27 soviético y plantea la dificultad de que su predecesor estaba pensado para ser lanzado desde submarinos. La compatibilidad es complicada en cuestiones como el traslado del sistema completo de lanzamiento a un camión. “Llevará un tiempo largo y muchos más intentos conseguir que el sistema funcione”, asegura a Apro en una entrevista realizada por e-mail.

La segunda, continúa, sería un Musudan de desarrollo nacional como el que “atemoriza a la prensa occidental”. Pero Schiller aclara que sólo se trata de tecnología antigua en un nuevo armazón y que no plantearía peligro ni siquiera después del presunto éxito del último.

Y la tercera se trataría de los aún más modestos Scud o Nodong, lanzados con regularidad y cuyos últimos fracasos se habrían debido a cambios introducidos en el diseño original o al envejecimiento del arsenal.

“Hay diferentes opciones de lo que podría haber pasado, y ninguna de ellas es peligrosa por el momento. De hecho, esto es lo que he hemos estado anticipando durante mucho tiempo”, añade.

Quimera

¿Ha perfeccionado ya la técnica Corea del Norte? Wright apunta que la clave reside en ese quinto misil que estalló en el aire tras 150 kilómetros de vuelo y que fue lanzado el mismo día en que el sexto recorrió 400 kilómetros.

“No sabemos si explotó por un fallo o si Corea del Norte lo detonó intencionadamente a distancia. Si el quinto fue un fracaso, Corea del Norte carece de ninguna confianza en que el séptimo irá bien. Pero si el quinto y el sexto funcionaron, sí puede tenerla”, añade.

Schiller integra el enorme grupo de expertos que consideran exagerado el terror a Corea del Norte y aconsejan al mundo que ignore sus aspavientos por ser puramente políticos. Un misil de largo alcance con una ojiva nuclear golpeando Estados Unidos se antoja quimérico cuando los de medio alcance vacíos caen rápida y tozudamente al mar.

Los alardes armamentistas norcoreanos exigen un acto de fe notable. Sólo convencen a Estados Unidos, necesitado de una excusa para justificar su presencia militar creciente en una zona donde se juega la primacía global con China. Los últimos desmanes norcoreanos le han permitido convencer a Seúl tras décadas de insistencia para desplegar su escudo antimisiles THAAD en su territorio.

“La amenaza norcoreana es real. Por ahora están con el medio alcance pero trabajan muy duro para ser capaces de golpear nuestra patria”, señaló en abril ante el Senado estadunidense Lori Robinson, general de las Fuerzas Armadas y anteriormente destinada al Pacífico.

Wright señala a Apro que, a pesar de los fallos, no hay razón para creer que Corea del Norte no podrá algún día solucionar los problemas. “Su capacidad para desarrollar lanzaderas que han puesto satélites en órbita muestran que tienen la habilidad básica para hacer funcionar esa tecnología”, sostiene. “Los misiles balísticos tienen una tecnología complicada, así que no sorprende las dificultades de Corea del Norte”, añade.

Seúl y Washington sostienen que Kim Jong-un ha ordenado acelerar el programa nuclear nacional para dotarse cuanto antes de una amenaza real que le dé más poder de negociación internacional y asegure la supervivencia de la dinastía que ha regido el país desde el final de la guerra de Corea en 1953.

Esta misma semana lanzó en un mismo día tres misiles de corto alcance: dos Scud y un Rodong. Los dos primeros volaron más de 500 kilómetros antes de hundirse en el Mar del Japón.

Pero la prueba más prometedora en los últimos meses fue el misil lanzado desde un submarino que voló unas 18 millas con un sistema de propulsión similar al usado por potencias occidentales.

Los submarinos no sólo acercan al objetivo enemigo (una ventaja especialmente reseñable en el caso norcoreano por las dificultades aéreas de sus misiles) sino que tienen un poder disuasorio porque permiten el contrataque incluso cuando las fuerzas militares en el propio país han sido pulverizadas. Y en ese punto parece estar concentrando Pyongyang sus esfuerzos. En sus astilleros ya se construye un nuevo megasubmarino, más difícil de detectar y de mayor volumen y capacidad destructiva. El sumergible tendrá un peso de 3 mil toneladas y albergará hasta tres misiles nucleares con una autonomía de vuelo teórica de 2 mil kilómetros, según expertos surcoreanos citados por la agencia surcoreana Yonhap.

El programa nuclear norcoreano es un hoy un conflicto entre el deseo y la realidad, entre los videos propagandísticos que muestran Washington y Seúl en llamas tras ser atacados por misiles y los pertinaces fracasos del Musudan.



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