Internacional - Finanzas

La represión financiera todos los gobiernos la practican

2016-08-04

Durante los pánicos financieros que tuvieron lugar en 2008 y 2011-12, los mercados sirvieron...

JAMES MACKINTOSH, The Wall Street Journal

Los mercados de dinero han puesto el grito en el cielo sobre la escasez de dólares. Los indicadores de tensión financiera ya están en amarillo, el Banco de Japón ha tomado medidas extraordinarias para garantizar el acceso de los bancos a dólares y las tasas interbancarias para dólares rondan su mayor nivel desde 2009.

Durante los pánicos financieros que tuvieron lugar en 2008 y 2011-12, los mercados sirvieron como una advertencia de que se venía una contracción del crédito luego de que se perdiera la confianza entre deudores y acreedores. En esta ocasión, sin embargo, los signos de estrés son el resultado de otro factor: la campaña de los gobiernos para dirigir el financiamiento hacia ellos, lo que limita el acceso del sector privado.

En Estados Unidos se han producido cambios en las regulaciones de los mercados monetarios que incentivan a los inversionistas a trasladar su dinero desde los fondos “prime”, que se dedican a comprar deuda de corto plazo emitida por empresas y adquirir bonos de corto plazo del Tesoro estadounidense.

Se trata solamente del ejemplo más reciente de lo que los académicos denominan represión financiera, una clasificación amplia que abarca las políticas de un gobierno para alentar o exigir que los ahorros sean prestados a tasas muy baratas al gobierno. Las medidas represivas fueron la norma en los mercados occidentales durante décadas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y duró hasta la liberalización financiera que empezó con las elecciones de Margaret Thatcher como primera ministra británica y Ronald Reagan como presidente de EU

Las normativas impuestas después del colapso de Lehman Brothers han vuelto a restringir el crédito hacia el sector privado y beneficiar el financiamiento de los gobiernos mediante una multiplicidad de formas complejas. La más obvia es permitir que los bancos estén exentos de provisionar capital contra deuda del gobierno.

Existen, por cierto, poderosas razones para justificar la mayoría de las restricciones al sector financiero, incluyendo los fondos monetarios. No hay que perder de vista que, tras la bancarrota de Lehman, tuvo que rescatar los mercados monetarios al garantizar sus pérdidas.

El objetivo de las nuevas normas es prevenir que se repitan las ventas de pánico de los fondos prime, lo que equivale a una corrida contra los bancos. La regla más llamativa prohíbe a los fondos institucionales ofrecer un valor invariable de US$1 de activo neto por cada dólar depositado. La intención, en este caso, es reducir el impacto psicológico que se produce cuando el fondo cae por debajo de US$1, lo que genera una multitud de retiros.

Todos los fondos de dinero tendrán la opción de limitar o imponer un honorario sobre los retiros cuando se agotan sus fondos más líquidos. Esto vuelve explícito el hecho de que en tiempos de crisis podría ser imposible acceder al dinero de los inversionistas. Eso ha hecho que los activos en los fondos prime caigan por debajo de US$1 billón por primera vez durante este siglo.

Todas estas determinaciones parecen muy sensatas. Pero hay un problema. Los fondos monetarios que compran deuda del gobierno están exentos de las nuevas reglas, debido a que los bonos del Tesoro son fáciles de vender y el riesgo de caer en cesación de pagos es nulo. Quienes formularon las normas parecen haber olvidado la cercanía de EU de caer en default en 2010 y la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense, y ni mencionar el no pago accidental de algunos bonos del Tesoro de corto plazo en abril de 1979 debido a un retraso en los trámites.

El efecto de la exención es que los inversionistas se han volcado a los fondos dedicados a los bonos del gobierno ante la preocupación de que si optan por los prime que compran deuda corporativa no puedan acceder a sus fondos.

Carmen Reinhart, profesora de Finanzas de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, señala que los gobiernos de los países desarrollados están interfiriendo más con los flujos de capital privado conforme se disparan sus necesidades de financiamiento. Dirigir fondos hacia las arcas estatales en momentos en que los bancos centrales mantienen las tasas de interés por debajo de la inflación con el fin de estimular el crecimiento equivale a un subsidio de los ahorradores al gobierno, un impuesto oculto.

“La forma en que han reformulado las regulaciones beneficia claramente al gobierno”, indicó Reinhart. “La regulación crea una audiencia cautiva y el estímulo monetario crea el impuesto”.

Al margen de Islandia, Grecia y Chipre, Occidente sigue siendo un lugar mucho menos reprimido desde el punto de vista financiero que durante los años 50 o 60, cuando los controles de capital obligaban a los británicos, por ejemplo, a no retirar más de 50 libras esterlinas, US$60, del país mientras que los estadounidenses tenían prohibido invertir en oro.

Sin embargo, normas más sutiles dirigen más ahorros de los bancos y las aseguradoras a los bonos del Tesoro estadounidense bajo la presunción de que siempre son más fáciles de comprar y vender y nunca caerán en default. Modificaciones contables han animado a los fondos de pensiones del sector privado a dejar de invertir en acciones, que son más volátiles, y optar por hacerlo en renta fija. Además, varios países han obtenido dinero directamente de los fondos de pensiones estatales.

No todo está perdido. Aunque hay un alza de la represión financiera, los ahorradores la pueden eludir. Los fondos de dinero prime pueden perder atractivo ante la implementación de las nuevas normas, pero la realidad económica de los activos que poseen no ha variado ni un ápice, al igual que los riesgos. Solamente porque un fondo puede suspender los retiros o imponer una multa en tiempos de crisis no quiere decir que el dinero hubiera estado disponible como por arte de magia antes de la nueva normativa.

Hay otras alternativas. Aunque las tasas pueden ser bajas en todas partes, todavía se puede enviar efectivo a otros países, donde es más rentable. Finalmente, cualquiera que quiera evitar la represión financiera y la deuda del gobierno estadounidense no tiene más que invertir en oro. Mientras el metal dorado siga siendo una opción, la represión financiera será parcial.



JMRS

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