Poker de Ases

Otro tijeretazo

2016-09-09

Para el próximo año la oferta gubernamental –armada por el defenestrado Luis...

Carlos Fernández-Vega, La Jornada

Conocidos los detalles del paquete económico, se puede adelantar que 2017 será otro año de más de lo mismo, pero agravado por contar con alfileres cada vez más delgadas.

Para el próximo año la oferta gubernamental –armada por el defenestrado Luis Videgaray y presentada por el titular de Hacienda por segunda ocasión, José Antonio Meade– es lograr un crecimiento de entre 2 y 3 por ciento, algo que desde ahora se vislumbra como prácticamente imposible.

Aun así, y con pleno optimismo, de concretarse tal proyección la tasa anual promedio de crecimiento económico en el México en movimiento (EPN dixit) no sería mayor a 1.9 por ciento, es decir, la misma proporción que en el calderonato, y por debajo de la registrada con Fox en Los Pinos (2.3), lo que ya es decir.

Lo anterior confirma, por si hubiera duda, que la economía mexicana va de mal en peor y registra un conteo boxístico con el peleador tundido, en el suelo y a punto de declararse el knockout.

Sirva lo siguiente para documentarlo: durante largos años México creció a una tasa anual promedio superior a 6 por ciento, pero a raíz del giro de 180 grados y la modernización de la economía, el conteo ha sido permanentemente a la baja.

Así, en el sexenio salinista la tasa anual promedio de crecimiento fue de 3.9 por ciento; en el zedillista de 3.5; en el de Vicente Fox, de 2.3, y en el de Felipe Calderón de 1.9 por ciento, proporción que parece repetirse en el de Enrique Peña Nieto.

A estas alturas la economía mexicana (modernizada y reformada hasta el exceso) crece a un ritmo tres veces menor que hace 34 años. Siempre se presumen ingresos mayores y presupuestos históricos, pero al final de cuentas el efecto es el contrario: más recursos, menos crecimiento y por ende mayor deterioro social.

Con Videgaray en Hacienda nunca se concretó, ni por aproximación, la oferta anual de crecimiento económico: para 2013 prometió 3.5 por ciento y logró 1.1 por ciento; para 2014 la relación fue de 3.9 contra 2.1 por ciento en realidad; para 2015 de 3.7 contra 2.5 por ciento; y para 2016 de entre 2.6 y 3.6, para alcanzar, si bien va, 2 por ciento.

Y viene 2017 (con todas las reformas en marcha, un tijeretazo al gasto público cercano a 240 mil millones de pesos) con la oferta más reducida del sexenio peñanietista: un crecimiento de entre 2 y 3 por ciento, que aparece como muy optimista si se considera el fuerte recorte presupuestal que conlleva la propuesta para el año y los nubarrones –internos y externos– que ya se ven venir.

Como se observa, la oferta es limitada y si se obtienen los resultados de los cuatro años anteriores la economía mexicana crecería, si bien va, la mitad de lo propuesto, es decir, entre uno y 1.5 por ciento. ¿Otro sexenio perdido? Lo más probable.

Entre los aspectos relevantes del paquete económico se cuentan los siguientes: ingresos por 4.3 billones; gasto neto total de 4.8 billones; crecimiento del producto interno bruto de entre 2 y 3 por ciento; inflación de 3 por ciento; tipo de cambio de 18.2 pesos por dólar como promedio anual; barril de exportación de 42 dólares; plataforma de producción petrolera de un millón 928 mil barriles por día y 775 mil barriles diarios de exportación de crudo.

Esto último es verdaderamente preocupante, toda vez que significa la menor plataforma de producción y exportación de crudo de los últimos 36 años. De acuerdo con los informes de Pemex, en 1980 se registraron cifras similares en ambos casos.

De esa proporción es el daño causado por la tanda de directores generales de la ahora empresa productiva del Estado (en la que destacan los cuatro de la docena trágica panista y el primero de Peña Nieto, todos ellos ahora al servicio de las empresas petroleras privadas) y de esa magnitud es la tarea del actual, José Antonio González Anaya, encargado de revivir a la ex paraestatal.

Para dar una idea de qué se trata, el gobierno de Enrique Peña Nieto recibió, el primero de diciembre de 2012, una plataforma de producción petrolera de 2 millones 550 mil barriles diarios, en números cerrados. Para 2017 estiman que no pasará de un millón 928 mil, es decir, una caída cercana a 25 por ciento en el periodo.

Lo mismo sucede con la plataforma de exportación: en igual lapso, EPN la recibió en un millón 256 mil barriles por día; ahora proyectan 775 mil barriles diarios, un desplome cercano a 40 por ciento. Sirva de ilustración que al cierre de julio pasado, como promedio anual, se exportaron un millón 136 mil barriles.

Y en materia de precios, el del barril de exportación (promedio) pasó de 101.96 dólares a los 42 dólares previstos para 2017, una caída cercana a 60 por ciento. Todo ello en el periodo que se anota.

Así como José Antonio González Anaya se sacó la rifa del supertigre cuando le dieron la dirección general de Pemex (mientras Emilio Lozoya goza de la vida y permanece intocado por las barbaridades cometidas durante su estancia en la ex paraestatal), el otro Pepe Toño (Meade) se sacó la de la agresiva familia felina completita. El que este último presentó ayer es un paquete económico en el que no participó, pero que ahora le corresponde poner en marcha, operar y obtener algún resultado, con la esperanza de que sea positivo. Total, esa nunca se pierde.

Por cierto, de inmediato se ocuparon los puestos que dejaron los solidarios (con Videgaray, no con México, desde luego) Fernando Aportela y Aristóteles Núñez. Desde ayer Vanessa Rubio Márquez ocupa la Subsecretaría de Hacienda (la primera mujer en ocupar este cargo en la historia de la vida hacendaria del país, subraya el comunicado oficial), mientras Osvaldo Santín Quiroz es el nuevo jefe del Servicio de Administración Tributaria (un itamita que desde el comienzo del gobierno peñanietista fue jefe de la Oficina de Coordinación de quien se fue a Malinalco; tal función ahora le corresponde a Julio César Guerrero Martín).

En fin, un año más en el que los mexicanos deberán usar las uñas para no caer. Hasta ahora la única diferencia es que en su trato José Antonio Meade es educado, no acartonado ni soberbio como su antecesor. Cuando menos sonríe, y lo más seguro es que sea el único cambio notorio, porque la política económica no se mueve un milímetro.



JMRS
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