Internacional - Finanzas

La crisis de la globalización golpea a Deutsche Bank

2016-10-03

Deutsche también ha pagado un alto precio por sus ambiciones globales. Desde sus...

Simon Nixon, The Wall Street Journal

Es tentador interpretar la actual agitación en torno a Deutsche Bank como el capítulo más reciente de la interminable crisis bancaria de Europa. Tentador, pero equivocado.

El pronunciado declive de la acción del gigante bancario alemán en las últimas semanas tiene poco en común con episodios previos de tensiones en la banca. No fue desatado por temores de una ola de pérdidas crediticias o una súbita evaporación de liquidez, ya que Deutsche tiene acceso a más de 200,000 millones de euros en financiación del banco central sin costo alguno. Tampoco fue provocado principalmente por preocupaciones sobre el capital, aunque la más reciente venta generalizada fue causada por temores de que el Departamento de Justicia de Estados Unidos le impusiera una multa de US$14,000 millones por su mala conducta antes de la crisis financiera.

Lo que está en el centro de los problemas de Deutsche es que el mercado perdió la confianza en su modelo de negocios: los inversionistas dudan que el banco pueda lograr un retorno económico sobre su capital, en particular cuando la cantidad de capital que los reguladores le exigen mantener aumenta constantemente. En los últimos años, los retornos de Deutsche han sido vapuleados por una combinación de regulaciones más estrictas, mayores requisitos de capital, tasas de interés negativas, curvas de rendimiento más planas, menos actividad corporativa, menores honorarios por gestión de activos y menores ingresos por corretaje.

Estos no son síntomas del bajón en Europa, sino de la crisis más amplia de la globalización, que ha golpeado de forma particularmente dura a los bancos internacionales. La lección de la crisis financiera global fue que las finanzas hiperglobalizadas, más que propagar el riesgo, crearon nuevos canales de contagio, dejando a los contribuyentes con la responsabilidad de hacerse cargo de quiebras bancarias y a las economías vulnerables a la repentina paralización del financiamiento.

Mucho antes de que la antiglobalización se volviera una causa política de moda, las autoridades financieras habían prometido “recuperar el control” y obligar a los bancos a resguardarse contra futuras crisis al mantener niveles de capital mucho más altos y proteger sus operaciones de los riesgos de otros activos. La resultante fragmentación de la industria financiera ha incrementado los costos de los bancos, incluido Deutsche, que ha sido obligado a colocar sus gigantescas operaciones estadounidenses en una subsidiaria segregada. El brexit probablemente generará una mayor fragmentación.

Al mismo tiempo, los bancos han sufrido un derrumbe de sus ingresos como consecuencia del doble golpe asestado por el estancamiento del comercio global y la menor cantidad de fusiones y adquisiciones, lo que ha reducido los honorarios de la banca de inversión, así como un nuevo mundo de tasas de interés negativas y curvas de rendimiento planas. Ambas tendencias también reflejan los desafíos de la globalización.

Las tasas de interés ultrabajas reflejan la incapacidad de los bancos centrales de generar inflación interna en una economía globalizada en la que los costos salariales y las tasas de interés ya no son fijados por las fuerzas dentro del país. El modelo de negocios de Deutsche es particularmente vulnerable puesto que el banco está obligado a invertir gran parte de su superávit de depósitos alemanes en bonos soberanos del país. Al mismo tiempo, la baja inflación y el estancamiento de los sueldos crean un clima político en el que las empresas son renuentes a invertir y los gobiernos a implementar reformas para estimular la productividad.

Deutsche también ha pagado un alto precio por sus ambiciones globales. Desde sus orígenes en la financiación de empresas alemanas, se propuso desafiar a los bancos de inversión líderes de EU Eso significó aumentar su presencia en el mercado estadounidense, la mayor fuente de honorarios de banca de inversión del mundo, donde intentó adquirir cuota de mercado mediante precios agresivos, lo que le valió la reputación entre sus rivales de “dinero tonto” del mercado.

Deutsche tampoco abandonó sus ambiciones después de la crisis financiera global, viendo en cambio una oportunidad en las desgracias de sus rivales para ganar cuota de mercado. Conforme se intensificó la ofensiva regulatoria contra la banca de inversión, Deutsche fue uno de los últimos en ver los problemas que se avecinaban.

Por supuesto, los reguladores podrían aliviar las presiones inmediatas sobre Deutsche en cualquier momento, simplemente imponiendo multas por sus irregularidades del pasado en niveles que no pusieran en riesgo la viabilidad del banco y dando claridad a sus metas de capital a largo plazo. Deutsche también podría ayudarse reduciendo su base de costos de forma más enérgica.

De todos modos, las dudas sobre su modelo de negocios probablemente persistirán. Después de todo, su rival alemán Commerzbank anunció la semana pasada el despido de 20% de su fuerza laboral, con lo que espera lograr un rendimiento del capital de apenas 6% para 2020.

Ante los retornos persistentemente bajos, Deutsche y otros bancos tendrán la presión de continuar reduciendo sus balances y retirarse de negocios de bajo margen. No obstante, es más fácil decirlo que hacerlo: los bancos no pueden simplemente desprenderse de activos que podrían demorar años en agotarse, lo que los obliga a registrar altos costos que deprimirán aún más los retornos.

La consolidación tampoco es una solución para los problemas de sobrecapacidad del sector, debido a nuevos obstáculos regulatorios en forma de recargos de capital para evitar que los bancos se vuelvan demasiado grandes. Las juntas directivas de los bancos son, en todo caso, renuentes a hacer adquisiciones, dados los potenciales riesgos ocultos de irregularidades en el pasado o malos préstamos.

Conforme el sector se contrae, surge el riesgo de que la oferta de crédito se reduzca, los costos de financiación suban y los bancos cobren tarifas más altas, lo que solamente aumentaría las presiones sobre la economía global y, de esta forma, la crisis de la globalización se retroalimenta.



JMRS
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