Summum de la Justicia

Los militares en México y sus contradicciones con el orden civil

2016-12-13

No se puede vivir con tanta mentira y desconfianza, porque es perder el sentido de la vida, y a la...

Víctor Flores Olea, La Jornada

En recientes artículos hemos procurado poner de relieve que la salida del Ejército de los cuarteles para realizar actividades de seguridad pública e incluso directamente policiacas rompe claramente con disposiciones de carácter constitucional que formalmente imponen al Ejército, de manera restrictiva y precisa, funciones de resguardo de la soberanía nacional e integridad territorial, sin que haya referencias al orden público general o a la salvaguarda de los intereses comunitarios, que debieran corresponder a policías especializadas, según los delitos y el territorio. La conclusión evidente es que en México carecemos de este procedimiento jurídico o reglamentación específica que señale los límites que pueda y deba tener el Ejército en materias de índole propiamente policiaca.

Lo que nos sorprendió extraordinariamente es que dentro de la misma semana el secretario general Salvador Cienfuegos respondió a estos señalamientos, seguramente efectuados por muchos antes, diciendo, por ejemplo, "que las labores de la policía nos desnaturalizan" y "si quieren regresamos a los cuarteles; adelante, seré el primero en levantar la mano". Y añadió todavía: "Ningún militar ha estudiado para perseguir delincuentes", y todavía "han ocurrido demasiadas muertes, sobre todo del lado de acá", de los militares.

Pero tal vez el aspecto más sustancioso de su declaración es el que se refiere al compromiso de las autoridades civiles y políticas de hace 10 años, de trabajar intensamente en formar policías aptos para cumplir sus responsabilidades en ese sector, y se quejó amargamente de que, no obstante ese compromiso, prácticamente no se ha avanzado nada, ni en el plano de la formación técnica ni en el de los presupuestos necesarios para organizar una policía verdaderamente digna de ese nombre. Con estos criterios estaría de acuerdo un buen número de profesionistas y de expertos mexicanos, y seguramente la población en general.

Una reglamentación que nos precise a todos hasta dónde podemos llegar (el Ejército) y qué podemos o no hacer. La conclusión, sostuvo el general Cienfuegos, es que falta compromiso de muchos sectores para que esto pueda caminar... También nos dice que quienes están en la cárcel por delitos graves sostienen que fueron golpeados con frecuencia por policías o militares de distintas armas y que entonces en su encarcelamiento hubo faltas al debido proceso y que por esa razón deben estar en libertad... Entonces se multiplican estos casos de libertades con frecuencia muy discutibles, pero siguen en aumento... También nos dice el general que a la ciudadanía le interesa más su seguridad y bienestar personal que la detención de delincuentes con mucha fama e influencia; a la sociedad le interesa más que no se metan en su casa, o que no le quiten el reloj o la cartera en la calle, o que no le secuestren a un familiar. "Eso es lo que realmente molesta a la sociedad y debemos decir que tiene toda la razón." Y aquí viene el señalamiento de que las autoridades civiles, a lo largo y ancho del país, "intervienen muy poco para resolver esta cuestión, falta de dinero, de preparación técnica y de recursos y hasta de voluntad cívica o política, o simple y llanamente de interés por hacerlo..."

Y es aquí donde regresa el general secretario a su argumento central: mientras no haya un cuerpo o un conjunto de cuerpos de policía bien adiestrados y equipados a lo largo y ancho del país, las fuerzas militares van a recibir sobre sus hombros buena parte de la responsabilidad general, y tal cosa es profundamente disfuncional, injusta y, a la postre, insuficiente. Es por ello que clama por un ordenamiento que regule con toda precisión las responsabilidades del Ejército, sus derechos y deberes, que no pueden ser los de realizar labores policiacas.

El hecho es que una ausencia de regulación para determinadas conductas del Ejército es un clamor de las propias fuerzas armadas, expresadas incluso enérgicamente y con muy buena lógica por sus mandos más altos, como en este caso el general secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, y por muchos otros estudiosos y observadores del acontecer nacional. Parece muy difícil refutarlos.

En cambio, claro está, para el que resultó relativamente sencillo hacerlo fue para el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, quien unas horas después de lo razonado y proclamado por el general Cienfuegos, al contrario, pidió al Ejército su cooperación para llenar los huecos y vacíos que tienen las policías mexicanas de todos los niveles, naturalmente invitándolos (y tal vez ordenándoles de una buena vez que contribuyan con el gobierno a avanzar en la seguridad y orden por la que clama toda la sociedad, pero en lo cual no se ha avanzado realmente).

Bueno, al menos sabemos que hay una diferencia de opiniones marcadas dentro de los mandos militares mexicanos, del que no está excluido el Presidente de la República, quien es constitucionalmente el jefe máximo de las fuerzas armadas del país. La gran cuestión que surge es que una contradicción o divergencia de tal envergadura no se resuelve normal ni fácilmente por la escala de los mandos militares, sino que surgen resentimientos y malestares que pueden llevar las contradicciones a otros planos. Y tal cosa sí es muy peligrosa para México. En todo caso parecería a la mayoría de ciudadanos que la razón está del lado de los militares al mismo tiempo que se quejan en voz alta o en sordina del abandono al orden policiaco al que han llegado los mandos políticos y civiles, eso sí no olvidando los negocios y transacciones chuecas tan difundidas por todos los medios, lo cual aumenta seguramente el sentimiento de ofensa que deben experimentar los militares ante los civiles.

El momento es, pues, grave y puede intensificarse. No se puede vivir con tanta mentira y desconfianza, porque es perder el sentido de la vida, y a la postre la cadena de los resentimientos y las ofensas pueden llevar a conflictos o choques mayores entre la sociedad civil misma. El cuadro puede convertirse en algo parecido a una guerra civil por todos motivos inaceptable. Ojalá que no lleguemos a esos extremos.



JMRS