Poker de Ases

De precios y facturas; Gasolina en las nubes

2016-12-23

Queda claro que el aumento será más que sensible. Vale la pena recordar que...

Carlos Fernández-Vega, La Jornada

Cercano ya el cierre de año, todos fingen demencia en el gobierno federal y entre sus cabezas visibles se avientan la papa caliente. Nadie quiere arriesgar, pero lo cierto es que en lo político y en lo económico las cosas cuestan lo que cuestan y las respectivas cuan abultadas facturas las pagarán las partes involucradas: la primera por Enrique Peña Nieto y el PRI que sí sabe gobernar, y la segunda por los mexicanos una vez más engañados.

En entrevista con Carlos Loret, en Televisa, el director general de Petróleos Mexicanos, José Antonio González Anaya, lo dijo así: el precio (de las gasolinas) se va a tener que ajustar (léase aumentar), porque las cosas cuestan lo que cuestan. El reportero preguntó al funcionario si el alza podría ser de entre 15 y 20 por ciento, a lo que el funcionario a bote pronto respondió más o menos, pero dejó en claro que su intención no es entrar en especulación, porque legalmente la Secretaría de Hacienda es la única responsable de fijar el incremento e informar de la decisión. No le corresponde a Pemex.

Entonces queda claro que el aumento será más que sensible y que, por lo mismo, el gobierno federal pagará con creces la gruesa factura política y los mexicanos la abultada factura económica, aunque en ambos casos el único responsable es el primero, pues para justificar e impulsar su reforma energética reiteradamente prometió precios más bajos de los combustibles (EPN y Videgaray dixit), los cuales, a estas alturas, resultan los más elevados de la historia, aun sin considerar el golpazo que para los bolsillos de los consumidores significará (pagar más por el mismo producto y mayor inflación) la apertura del mercado, a partir del primero de enero de 2017.

Un año atrás (el 24 de diciembre para ser preciso) el (ex) ministro del (d) año, Luis Videgaray, publicó un acuerdo en el Diario Oficial de la Federación, mediante el cual daba a conocer la banda de precios máximos y mínimos de las gasolinas y el diésel para 2016 (más-menos 3 por ciento en el año), aunque en los hechos sólo se consolidó el aumento (gasolinazos disfrazados de banda de fluctuación).

Ahora, a escasos días de que cierre 2016, la Secretaría de Hacienda no ha dicho ni pío sobre el tamaño del ajuste (aumento) que entra en vigor el primero de enero de 2017, y a estas alturas en los corrillos oficiales se comenta que sería hasta la próxima semana cuando José Antonio Meade y sus muchachos se dignen divulgar de qué tamaño es el machete que traen entre manos.

En ese sentido, la Ley de Ingresos de la Federación para 2017 obliga a la Secretaría de Hacienda, con el objetivo de garantizar la plena transparencia en la determinación de los precios máximos al público, a publicar la metodología que empleará a más tardar el último día de 2016, y parece que hasta entonces lo hará.

Apenas el pasado miércoles la institución financiera Citibanamex advirtió que en menos de dos semanas, cuando comience la liberalización del mercado de gasolina, el precio del combustible se disparará y anticipó un incremento, a lo largo del año, de por lo menos 22.5 por ciento. Ello llevará a los consumidores a pagar entre 17.12 y 18.14 pesos por litro, si es que compran el tipo Magna o Premium. El efecto sobre la inflación será de casi un punto porcentual adicional al nivel esperado, que ya se ubica por arriba del límite de la banda fijada por el Banco de México. Con la liberalización de precio impulsada por el gobierno, el incremento a partir del primer día de 2017 será de 13 por ciento, que irá en aumento hasta completar 22.5 por ciento en el año (La Jornada, Roberto González Amador).

Desde octubre pasado la Asociación Mexicana de Empresarios Gasolineros (Amegas) advirtió sobre “la inexistencia de condiciones para una competencia efectiva que generalice la liberación de los precios en gasolinas y diésel en 2017, debido a la imposibilidad de que las empresas trasnacionales puedan ofrecer sus petrolíferos a corto plazo; no existen terminales de almacenamiento ni poliductos propiedad de terceros que permitan una real competencia de precios y calidad de las gasolinas”.

Además, decía, es necesario considerar las tasas impositivas por cada litro del combustible; el alto costo de referencia o de compra de las importaciones; los costos de almacenaje en terminales marítimas y terrestres; los altos costos de logística en transporte por rueda y auto tanque; y lo riesgoso que es transportar por poliductos y las pérdidas en tomas clandestina, lo que lleva a costos impredecibles. Y, desde luego, la devaluación del peso.

Ante ese escenario, en ese entonces la Amegas estimó una ampliación de la banda de precios máximos y mínimos (más bien de los primeros) hasta de 10 por ciento (tres veces mayor a la imperante) con respecto a la prevaleciente en 2016. Así, el litro de Magna se expendería a 15.38, pesos, el de Premium a 16.29 y el de diésel a 16.09 pesos, una diferencia de 1.40, 1.48 y 1.46 pesos por litro, respectivamente, contra lo pagado el último día del presente año. Para 2017 la estimación de los empresarios del ramo apunta hacia una banda de entre 8 y 9 por ciento, contra 3 por ciento del presente año.

Con la reforma energética prometieron combustibles a precios más bajos y en los hechos no han dejado de incrementarse. En lo que va del sexenio peñanietista los precios de los combustibles han crecido tres veces más que la inflación, y la perspectiva para 2017 es de pronóstico reservado.

El mismo ejercicio puede hacerse en un periodo más amplio, y de cualquier suerte el perdedor siempre será el consumidor. En lo que va del presente siglo (de Fox a EPN) el precio de la gasolina Magna se ha incrementado 165 por ciento (de 5.27 a 13.98 pesos por litro); el de la Premium 150 por ciento (de 5.91 a 14.81 pesos) y el del diésel 225 por ciento (de 4.37 a 14.63 pesos). Y en ese mismo lapso la inflación acumulada ha sido de 89.65 por ciento.

He allí los precios más bajos que garantiza la reforma energética. Y porque las mentiras cuestan lo que cuestan, la factura política puntualmente le llega al inquilino de Los Pinos y a su voraz gabinetazo, especialmente a quienes ya se ven sentados en la silla grande. A su vez, los mexicanos no dejarán de pagar por la modernidad. Agarraos, pues.



JMRS

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