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El escándalo de Samsung amenaza la narrativa de éxito de Corea del Sur

2017-03-09

Lee, el líder de facto de la empresa surcoreana Samsung Group, fue imputado por el delito...

Choe Sang-Hun y Paul Mozur, The New York Times

SEÚL, Corea del Sur — Jay Y. Lee, heredero de uno de los imperios corporativos más grandes del mundo, siguió los pasos de su padre. Se encargó de los negocios clave. Se codeó con la presidenta de su país. Trajo nuevas ideas. Y después, al igual que a su padre, lo acusaron de violar la ley.

Lee, el líder de facto de la empresa surcoreana Samsung Group, fue imputado por el delito de cohecho y se le acusa de participar en un escándalo político que ha sacudido a su país. Como un pilar de la industria, su imagen esposado y escoltado por la policía desde la cárcel para reunirse con fiscales envió un mensaje que impactó al público: el orden económico de la posguerra está en riesgo en Corea del Sur.

Samsung ya ha experimentado estos episodios. Desde los sesenta, cuando se acusó a la empresa de contrabandear endulzantes artificiales, sus líderes han estado en problemas y los han solucionado con consecuencias menores. En dos ocasiones, el padre de Lee evitó la cárcel gracias a un presidente surcoreano que pensaba que cualquier cosa que afectara a la compañía también afectaría a la máquina económica que rescató a millones de personas después de la catástrofe de la guerra.

Para muchos surcoreanos, el hecho de que Lee esté en la cárcel es una señal de esperanza. El caos político de Corea del Sur podría significar el ascenso de un nuevo grupo de líderes menos dispuestos a tratar con suavidad a sus titanes empresariales. El público está cada vez más harto de los delitos corporativos. Además, la mezcla surcoreana de negocios, política y gestión jerárquica luce cada vez más insostenible en una época moderna de innovación, insatisfacción con el viejo orden y una competencia feroz por parte de China y el resto del mundo.

Los surcoreanos están esforzándose por entender una historia de poder corporativo e intriga familiar. Esta saga incluye a un patriarca misteriosamente enfermo, una confidente de la presidenta del país que nos recuerda a Rasputín, una sombría oficina de Samsung que ha desaparecido y reaparecido y un supuesto soborno con un caballo.

Sin embargo, también incluye el entendimiento de que para mantener su competitivdad, Samsung y Corea del Sur tendrán que revisar con detenimiento la forma como realizan sus negocios.

“No debemos perder la oportunidad de cortar lazos corruptos entre políticos y empresas”, dijo Moon Jae-in, un legislador, líder de la oposición y el favorito para convertirse en el próximo presidente de Corea del Sur. “Samsung solo se hará más fuerte si se arrepiente de haberse coludido con la política y de sus actividades antimercantilistas, como pedir favores políticos”.

El ascenso de un imperio

Como su país de origen, Samsung es un gigante en transición. El conglomerado es uno de los principales fabricantes de televisores y teléfonos inteligentes del mundo, un proveedor clave de los componentes internos del iPhone de Apple y desarrolla productos tan variados como buques de carga y tarjetas de crédito. Sus empresas tuvieron ventas combinadas de alrededor de 262,000 millones de dólares. Conforma una quinta parta de las exportaciones de su país.

Todo eso está en riesgo. El célebre fracaso de su teléfono inteligente Galaxy Note 7 manchó su reputación y sus rivales chinos crean celulares, televisores y dispositivos más baratos —y cada vez más sofisticados—.

Además, su negocio de construcción de buques de carga está recortando empleos mientras que el gobierno de China invierte generosamente en el desarrollo de empresas de microchips y memorias.

Ahora, el escándalo retrasará iniciativas a largo plazo para abordar estos problemas. Sin embargo, Lee aún podría salir ileso del escándalo. Afirma que no sobornó a nadie y que él es víctima de extorsión. Samsung declaró que no pagó sobornos ni buscó favores y que la verdad saldría a la luz en la corte.

No obstante, los problemas de Lee — quien fue arrestado antes de ser imputado, un hecho sin precedentes para el líder de la compañía más grande de Corea del Sur— fueron una sacudida para quienes supusieron que podría recurrir a sus lazos políticos para obtener ayuda. Samsung, que en coreano significa “tres estrellas”, ha prosperado desde hace tiempo gracias a la política.

Fundada por un abuelo de Lee como una pequeña operadora de pescado y productos en 1938, se diversificó con nuevos negocios después de la guerra de Corea, incluyendo textiles, azúcar y alcohol. En 1969 entró al mundo de los electrónicos.

La expansión fue, en muchos aspectos, financiada por el gobierno. El dictador militar Park Chung-hee quería convertir a Corea en un país autosuficiente y exportador. Al mismo tiempo, los dueños de Samsung enfrentaron la presión de la población para liderar con firmeza un negocio que se beneficiaba de las iniciativas gubernamentales para impulsar la economía. Ambas partes llegaron a un acuerdo.

Park permitió que el abuelo de Lee y otros líderes empresariales mantuvieran su riqueza. A cambio, les pidió que invirtieran en el desarrollo económico del país y que respaldaran su iniciativa para hacer que Corea del Sur fuera una potencia en materia de exportaciones. Para ayudar, les otorgó préstamos bancarios baratos, políticas benéficas y otros incentivos.

Esta asociación entre el gobierno y las empresas ayudó a que los líderes empresariales y sus familias acabaran con negocios más pequeños y con competidores internacionales. Esos grupos se conocieron como los chaebol, o “clanes ricos” en coreano, y hasta el día de hoy dominan la vida económica del país. Los diez principales chaebol del país generan ingresos anuales combinados equivalentes al 80 por ciento de la producción económica total de Corea del Sur, según los cálculos de analistas.

“Para los surcoreanos, los chaebol tienen dos caras”, dijo Kim Sang-jo, un economista de la Universidad Hansung en Seúl. “Por un lado, los chaebol simbolizan la relación corrupta entre políticos y empresas, así que la gente pide reformas para acabar con ellos. Por otro lado, la economía depende tanto de estos grupos que la gente teme que si los afectan demasiado, podrían provocar un colapso”.

“Los surcoreanos”, agregó, “jamás han tenido la oportunidad de aprender cómo debe dirigirse una empresa moderna globalizada”. Mientras que los analistas advierten que probablemente nada cambiará de inmediato, Samsung sin duda está enfrentando un nuevo nivel de presión y escrutinio.

“Lo que pasa con Samsung es que es una madeja gigante de participaciones cruzadas”, dijo Geoffrey Cain, el autor de un libro sobre Samsung que se publicará próximamente. “La configuración es tan complicada que a veces me pregunto si un grupo de personas inteligentes podría encontrar la conexión adecuada y lograr aflojarla, para desenredar todo un poco, solo para ver si pueden entender a la empresa”.



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