Barones y Magnates

Coletazos del dragón

2017-06-09

Trump dijo:

Máriam Martínez-Bascuñán, El País

Trump no es un ser rebosante de ideas, pero bajo el trumpismo hay quien las tiene. Detrás de sus simplezas asoma un fenómeno complejo: la visión de un mundo proyectada eficazmente con mensajes coloquiales fácilmente digeribles. Hace unos días recordó que fue elegido “para representar a los habitantes de Pittsburgh, no de París”. Justificaba así su salida del acuerdo climático rehabilitando uno de los archipiélagos de la Alt Right, el viejo paleoconservadurismo de los tres ismos:nacionalismo, proteccionismo y aislacionismo.

En realidad, Trump dijo: “No quiero condicionar la amenazada competitividad de mi país”. Trump es simple, no tonto: sabe que el capitalismo global ha cambiado el mundo, y que Pittsburgh es el Rust Belt deslocalizado de los empleos americanos. El magnate encarna el ego herido de un Occidente que pierde la hegemonía frente a Asia.

Nuestro declive industrial, el nuevo orientalismo, va más allá del empobrecimiento de los trabajadores. Esa nueva y creciente vulnerabilidad esconde el regreso a viejos autoritarismos y acentúa el triunfalista error de Fukuyama. “Ya no creo que democracia y libertad sean compatibles”, señalaba Peter Thiel, otro joven vocero de la Alt Right. La indisimulada preferencia por el modelo asiático, por la aparente eficacia y rentabilidad del ordeno y mando, explica a Trump e ilustra el cruel fracaso de nuestro desbocado capitalismo tardío.

La democracia liberal venció sobre el modelo soviético, el viejo socialismo de Estado, al optimizar y flexibilizar la economía de mercado, pero China exhibe hoy un libre comercio más eficiente sin libertad política. La disyuntiva soberanía/globalización la salda como Estado soberano a favor de la globalización, pero sin democracia. China es a la vez el actor disruptivo y la potencia estabilizadora del orden internacional: esa es la máxima expresión de su poder. Y cuando Occidente debería dotar de una nueva fundamentación a la democracia, algunos parecen preferir dar bandazos ante la percepción de su propia decadencia. Las simbologías cambian: las pataletas de Trump son sólo los últimos coletazos del dragón. 



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