Turismo

El Pacífico mexicano, entre ballenas y playas escondidas

2017-06-20

Es una de las joyas de la zona. Está en bahía de Banderas, en el Parque Nacional...

AMAYA GARCÍA / El Mundo


Las aristas de México son muchas y no sólo del Caribe vive el país de Frida Kalho. Las vistas al Pacífico, entre Puerto Vallarta y Riviera Nayarit, pintan un escenario también rodeado de maravillosas playas -la de la imagen principal tiene su historia aparte- donde practicar surf, contemplar ballenas jorobadas o simplemente relajarse, pero también conocer las historias que esconden sus pueblos mágicos o dejarse envolver por los atardeceres en el malecón de Puerto Vallarta. Y por qué no brindando con un vaso de raicilla.

Playa Escondida

Es una de las joyas de la zona. Está en bahía de Banderas, en el Parque Nacional Islas Marietas de Riviera Nayarit, y se llega a ella en lancha desde numerosos puntos de la costa. Desde hace poco más de un año el acceso a esta Reserva de la Biosfera de la Unesco está restringido -el turismo sin control obligó a ello- y sólo pueden visitar Playa Escondida 117 personas por día. Hay que reservar con antelación la visita y sólo se permite un máximo de quince personas a la vez y no más de veinte minutos. Una vez se llega a la zona, hay que atravesar a nado -ataviados con chalecos y cascos- una gruta para pisar finalmente la arena. La belleza del lugar -en este caso, la realidad supera con creces la foto- resulta impactante.

Cuando logre despertar del sueño de este tesoro de arena fina y coral, contemple la cantidad de especies que le rodean. Quizá se cruce con un ibis, con un pájaro bobo de patas amarillas y azules -especies que sólo verá aquí- o con una garza tigre.

Ballenas jorobadas

De las muchas imágenes que se llevará de este destino, sin duda la de estos enormes cetáceos serán de las más espectaculares. Se puede navegar a la espera de que alguna de ellas salga a la superficie. Pueden medir 15 metros de largo y pesan entre 40 y 50 toneladas. «En el Pacífico hay unos 2,000 ejemplares», explicaba Maru, bióloga de Wildlife Connection, empresa que organiza excursiones para avistarlas. No desespere si tardan un poco en dejarse ver; el espectáculo merece -y mucho- la pena. También los delfines se mueven a sus anchas por estas aguas.

Puerto Vallarta

El mejor momento para recorrer esta turística localidad es el atardecer. Su paseo pegado a la playa es un hervidero a esa hora; pruebe en alguno de los puestos el agua de tuba, de coco natural o la elaborada con maíz fermentado y llamada tejuino. Asómese al mirador del faro; no deje de visitar la isla Cuale, donde los primeros habitantes de la ciudad contruyeron sus casas, piérdase por el mercado municipal y haga acopio de regalos -se puede regatear-; y cuando el cuerpo pida reponer fuerzas, acérquese a Tacos El Cuñado y ¡disfrute!

Casa Kimberly

Richard Burton y Liz Taylor se enamoraron de Puerto Vallarta durante el rodaje de La noche de la iguana (1964). Se compraron casa allí y era habitual verles en el restaurante La Palapa, situado en el malecón de la localidad. Ahora aquella casa que fue testigo de sus grandes momentos de pasión -en el más amplio sentido de la palabra- se ha convertido en un coqueto hotel boutique, con su puente del amor, el que separaba las dos dependencias de la casa original, como lugar de foto obligada.

Ubicado en el barrio del Vecindario, entre cuestas de infarto y suelo empedrado, también dispone de un recomendable restaurante, La Iguana, donde se come de maravilla por 60 euros (con vino incluido).

Sayulita

Este antiguo pueblo de pescadores se ha convertido en los últimos años en un referente para los amantes del surf. Su amable ambiente, coloridas calles y sus playas, claro, atraen a turistas de medio mundo. María, argentina afincada en este pueblo mágico -categoría que otorga el Gobierno- desde hace diez años, explica el encanto del lugar: «Aquí puedes organizar tu día y eso es un regalo impagable». Es dueña de una tienda de moda que por estilo bien podría estar en Oslo o en Madrid.

A la hora de probar las delicias gastronómicas de la zona, no lo dude: Don Pedros. Ceviche, calamar, camarón... no hay plato que no esté a la altura de su fama. ¡Ojo! con su cóctel margarita... De la mesa se puede pasear hasta la Playa de los Muertos, a diez minutos andando hacia el sur, pasado el colorido y singular cementerio. Simplemente disfrute de los contrastes que le rodean.

San Sebastián del Oeste

Durante siglos fue uno de los pueblos mineros más importantes del país. Y lo cierto es que parece que en esta localidad de 700 habitantes situada a 1,400 metros de altitud se detuvo el tiempo hace décadas. Socorro, conocida como Coco, atiende en la tienda familiar de ultramarinos: «Acabo de regresar de EU, donde viví 43 años. Esta tienda es la más antigua del pueblo, tiene 57 años y no ha cerrado un día». Vende tazas, gominolas, fruta, café, almíbar, leche infantil... No hay hueco desaprovechado en el local. «Ahora vivimos del turismo como pueblo mágico». Ubicado en el medio de la montaña, sólo la hora del recreo en la escuela de Primaria altera algo la calma que reina.

Los lugareños suelen mostrarse encantados de recibir visitantes y es normal que en el paseo por su plaza principal o alguna de sus calles empedradas acabe entablando conversación con alguno de ellos. Para conocer más sobre el excelente café que se cultiva en la zona se puede visitar La Quinta Mary, una empresa familiar que lo hace cien por cien orgánico desde hace décadas.

Raicilla

Aunque el tequila tiene su reino garantizado, de unos años a esta parte le ha salido una digna competidora: la raicilla. La principal diferencia entre ambos destilados es que ésta se elabora con ágave verde, mientras el tequila se hace con azul. «La raicilla tiene mucha historia», explica Lalo, de la destilería Hacienda Don Lalín, en La Estancia, un pueblo interior a 54 kilómetros de Puerto Vallarta. «Y es más saludable que el tequila porque se emplea un ágave orgánico». Tiene unos 40º de alcohol. «Aquí tenemos comprobado que es bueno para el colesterol».

Arte Huichol

En cada pueblo, ya sea pequeño y esté perdido, de todos los colores y convertido en broches, pulseras, llaveros o posavasos, el arte huichol pinta cada rincón de esta zona. Esta cultura ancestral relaciona su religión y cosmovisión con formas y colores para crear una estética única y reconocible. Resulta muy curioso ver cómo engarzan las chaquiras -las minúsculas bolitas-.

Ecoresort de lujo

Y si hay un paraíso en la tierra, quizá se encuentre en Imanta Resorts Punta de Mita. Ubicado en una reserva forestal privada, cuenta con tres playas. De exquisito diseño y con una conciencia total de respeto al medio ambiente, aquí la naturaleza toma otra dimensión.



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