Summum de la Justicia

Cómo el espionaje vulnera la libertad de todos en México

2017-07-18

Un deceso provocado por el incisivo proceso que desencadena el espionaje en las personas. El efecto...

Paulina Gutiérrez, Animal Político


La relación entre la labor periodística y las estrategias de las agencias de seguridad e inteligencia de los gobiernos es muy cercana. Viven bajo una influencia mutua que define sus agendas, sus posturas y los daños que tanto los gobiernos como los medios y las y los periodistas generan al intentar mantenerse en una sociedad informada. Pero tal vez lo que más orille a las autoridades a mantenerse cerca – pero de manera oculta e ilícita – de quienes les someten al escrutinio público sea todo aquello que les afecta, ya sea en términos de aprobación pública, coyunturas electorales, intereses en conflicto o percepciones internacionales.

Podría ser esa la motivación del gobierno para decidir responder escuetamente a señalamientos de espionaje comprobado contra 19 personas de sociedad civil, periodistas e investigadores internacionales acompañando las indagatorias de violaciones graves a derechos humanos en México, bajo la supuesta inexistencia de una afectación a la vida o a las comunicaciones de las personas ilegalmente vigiladas, un discurso público que por default hace de un daño real un autoreconocimiento de sus malas prácticas.

No han rechazado la adquisición de programas de vigilancia pero tampoco han decidido indagar exhaustivamente quién, cómo, cuándo y bajo qué justificaciones decidieron invadir la privacidad de las personas ilegalmente vigiladas. Lo que necesitamos comprender es que sin la privacidad de periodistas, personas defensoras de derechos humanos y el Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI) la democracia mexicana está condenada el deceso.

Un deceso provocado por el incisivo proceso que desencadena el espionaje en las personas. El efecto inhibidor que penetra poco a poco en la vida de ellas, en la manera en que se comunican, lo que comparten y deciden velar de la esfera pública, daños que culminan en la autocensura, la autorestricción de búsqueda de información, la autoexclusión de las agendas públicas.

Por eso, normalizar el espionaje ilegal y altamente intrusivo tiene una contradicción alarmante cuando las autoridades deciden relacionarla con una falta de afectación a la vida de las personas vigiladas o a sus labores y comunicaciones. Los daños son reales y tangibles. La vigilancia inhibe las expresiones, las oculta y las diluye.

Existen hallazgos estadísticos que comprueban que existe una significativa reducción en la búsqueda y difusión de información en línea después de las revelaciones sobre vigilancia del gobierno de Estados Unidos por parte de Edward Snowden en 2013. Se logró comprobar que las consultas relacionadas con información sobre seguridad y el gobierno de Estados Unidos se redujeron en un 30 %, cifra que ha permanecido a lo largo de los años y comprueba el efecto inhibidor de largo alcance. [1] También provocaron el silencio de las personas en las redes sociales: eliminación o autocensura de comentarios.[2]

Ese es tan sólo el ámbito colectivo bajo el cual las personas experimentan una reducción en su ejercicio democrático para difundir sus ideas o buscar información de interés público. Preguntémonos qué daños ha causado hasta ahora la invasión a la vida privada de las 19 personas que fueron objeto de espionaje ilegal y cuyas actividades sostienen hoy lo que queda de nuestra democracia mexicana. Dónde quedará refugiada la labor de defensa de ellas, la información sobre corrupción, las fuentes y la investigación periodística, la verdad sobre las graves violaciones de derechos humanos cometidas en México.

La privacidad y la libertad de expresión coexisten y dependen la una de la otra, vulnerar una parte de estos derechos compromete tanto la vida de las personas como el flujo informativo y de expresiones. Es así como normalizar el espionaje y apropiarse de la inexistencia de afectaciones en las personas significa también renunciar a expresar y difundir nuestras ideas, a buscar todo aquello que nos compete y afecta, esa información que ha impedido el deceso de la democracia mexicana.



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