Internacional - Población

En medio de la crisis, los jóvenes venezolanos esperan volver a la vida

2017-07-28

Las imágenes de Adriana Loureiro Fernández muestran los claroscuros de las protestas...

David Gonzalez, The New York Times

Las imágenes de Adriana Loureiro Fernández muestran los claroscuros de las protestas y enfrentamientos en las calles de Venezuela: figuras enmascaradas que surgen de las sombras, iluminadas por las llamas o envueltas en remolinos de gases lacrimógenos. Los manifestantes portan armas, cuchillos o piedras que suelen arrojarle a la policía. Ella se acerca, lo cual es temerario considerando que alguna vez tuvo miedo a las multitudes. A pesar de ello, se ha habituado a dar más de sí misma, física y emocionalmente, mientras atestigua el caos político que continúa estremeciendo a su tierra natal.

Su estilo y los temas que trata se han desarrollado desde sus primeros días en la fotografía, que se remontan a 2010, cuando en su época de estudiante universitaria solía acompañar a sus amigos que realizaban grafitis en Caracas. Tomaba fotografías por la noche solo con la escasa luz disponible —un flash delataría a sus amigos— moviéndose por las calles desiertas.

“La ciudad era peligrosa y estaba vacía, solo salían las personas pobres, los borrachos y nosotros”, comentó. “Pero era un atisbo de eso en lo que Venezuela se ha convertido. Vimos muchas cosas: nos robaron, la policía dijo que nos iban a arrestar si no entregábamos lo que teníamos, vimos violencia, vimos un poco de todo en las noches”.

Luego de vivir un año en Nueva York, donde hizo sus estudios de posgrado, Loureiro Fernández ha regresado a Caracas en un momento en el que el futuro de su país se encuentra en un punto crítico. El presidente Nicolás Maduro ha asegurado que procederá con sus planes de convocar una Asamblea Nacional Constituyente y revisar la Constitución del país, una estrategia que sus oponentes temen que trastocará la democracia e instalará la dictadura. Recientemente, la oposición realizó un referendo en el que el 98 por ciento de los 7,5 millones de electores rechazaron la asamblea, aunque la encuesta no fue oficial ni vinculante. Mientras tanto, casi cien personas han muerto durante protestas y enfrentamientos. Como desde hace años, la situación sigue sin resolverse y es alarmante.

“Lo único que sí quedó claro después de la consulta es que una gran cantidad de personas no quieren seguir adelante con la asamblea constituyente y que el gobierno no está dispuesto a escuchar”, comentó Adriana Loureiro Fernández, de 28 años. “Esto es preocupante para lo que queda de nuestra democracia. Entretanto, la violencia aumenta a la par de la frustración porque la gente, en especial los jóvenes, se sienten marginados, impotentes”.

Hace diez años, Adriana Loureiro Fernández comenzó a hacer fotografía. Compró una cámara para la clase de Comunicación que estaba tomando y se volvió autodidacta. Las imágenes de sus amigos grafiteando muros se convirtieron en el tema de su tesis universitaria, por la que obtuvo una mención honorífica.

Pasó dos años después de su graduación como asistente de Nicolás Serrano, fotógrafo de moda cuyo trabajo admiraba, haciendo trabajos de estudio y viajando por todo el país para fotografiar paisajes.

La muerte del presidente Hugo Chávez en 2013, y los enfrentamientos posteriores, la animaron a dejar el estudio y salir a trabajar a las calles como fotógrafa independiente para los periódicos locales. Las escenas que solo había visto de noche con sus amigos ahora también sucedían a plena luz de día.

Para 2014, la mayoría de sus amigos ya habían abandonado el país, dijo, como parte del flujo de exiliados que huyeron al extranjero. Venezuela se había vuelto cada vez más peligrosa, y las conversaciones con las personas que conoció mientras tomaba fotos le dejaron ver que no solo el país estaba fuera de control, sino también las vidas de sus habitantes.

“A la gente no parece importarle si vive o muere porque ya es algo tan común”, dijo. “La vida es frágil, y ni siquiera es tu elección. Tu vida depende de la decisión que alguien más toma por ti”.

Y tal vez en ningún otro segmento de la población ese sentimiento sea tan fuerte como entre los jóvenes que se ha encontrado, quienes sienten que han heredado una crisis en la que no tuvieron nada que ver y que, sin importar lo que hagan —ya sea votar o protestar—, nada cambia. Le preocupa el futuro a medida que disminuyen las opciones de una solución pacífica.

“He visto a estos jóvenes en un grito desesperado, casi torturados por el hecho de que nada parece moverse en ninguna dirección”, afirmó. “Sin importar lo que hagan o lo mucho que arriesguen, esta realidad les ha sido impuesta. La gente ya no tiene tiempo para seguir esperando; solo espera que algo suceda para poder volver a la vida”.



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