Internacional - Política

Consejos para ser jefe de personal de Trump 

2017-08-02

Baker podría dar innumerables consejos gracias a la experiencia que obtuvo dirigiendo la...

Peter Baker, The New York Times

WASHINGTON — Cuando asume su cargo un nuevo jefe de personal de la Casa Blanca, una de las primeras cosas que hace si es inteligente es contactar a James A. Baker III, el único hombre que ha ocupado ese puesto en dos ocasiones para presidentes diferentes y a quien muchos consideran el ejemplo a seguir.

Baker podría dar innumerables consejos gracias a la experiencia que obtuvo dirigiendo la Casa Blanca durante el primer periodo de Ronald Reagan y al final de la presidencia de George W. Bush; sin embargo, usualmente se limita a comentar lo siguiente: “Puedes centrar tu atención en el ‘jefe’ o en el ‘de personal’. Quienes se han concentrado en el ‘de personal’ lo han hecho bastante bien”.

Después de la salida de Reince Priebus, John F. Kelly ahora ocupa la oficina ejecutiva con chimenea y patio que alguna vez ocupó Baker; tiene así el que es probablemente uno de los trabajos más difíciles de Washington, después de la presidencia. Todo jefe de personal debe establecer un complejo equilibrio entre servir al presidente y gestionar la sede presidencial, entre ser asesor y ser líder —tareas algo más desafiantes en la Casa Blanca de Trump, en la cual abundan las facciones—.

El consejo de Baker se refiere a aquellos a quienes se les subieron los humos y actuaron casi como si fueran un primer ministro (cargo que no existe en Estados Unidos). Por ejemplo, Donald T. Regan cometió el terrible error de colgarle el teléfono a la entonces primera dama Nancy Reagan. Priebus, de quien se deshizo Trump después de seis meses de servicio –el tiempo más breve que ha durado un jefe de personal hasta ahora–, quizá se inclinó demasiado hacia la dirección opuesta. Nunca tuvo el control total del Ala Oeste, al parecer, porque nunca tuvo el poder para hacerlo.

“Reince fue tremendamente efectivo; sin embargo, probablemente fue un poco más despreocupado e independiente en su forma de dirigir la oficina”, opinó el domingo Mick Mulvaney, director de Presupuesto de la Casa Blanca, durante el programa State of the Union de CNN. “Y creo que el presidente quiere tomar una dirección distinta, que haya un poco más de disciplina y estructura”.

Trump acudió a Kelly porque consideró que era la antítesis de Priebus: un general de cuatro estrellas de la Marina, retirado, quien ha dirigido con mano dura el Departamento de Seguridad Nacional desde principios de año. Trump está enamorado de “sus generales”, como les llama, y Kelly será el primer general (en funciones o retirado) que se desempeñe como jefe de personal, desde Alexander M. Haig, quien ocupó ese puesto durante la presidencia de Richard Nixon a principios de los setenta.

Kelly se enfrenta a dos desafíos al imponer la disciplina. Debe establecer orden entre un personal cuya disputa interna se ha vuelto tan tóxica que Sean Spicer, prefirió renunciar como secretario de Prensa antes que trabajar con Anthony Scaramucci cuando este fue nombrado director de Comunicaciones; después despotricó de manera sumamente ofensiva contra Priebus y Stephen K. Bannon, jefe de estrategia del presidente, y fue removido del cargo apenas 10 días después.

“Me atrevería a adelantar que el general Kelly llevará al gabinete el tipo de disciplina que asegurará que las filtraciones de información se detengan y que la agenda del presidente sea más importante que lo que ocurre en la casa, así que no habrá más habladurías ni puñaladas por la espalda”, explicó Corey Lewandowski, exdirector de campaña de Trump, durante una entrevista para Meet the Press en NBC.

Sin embargo, su segundo desafío es mucho más abrumador: imponer disciplina a un presidente que, evidentemente, no quiere cooperar. A sus 71 años, resulta poco probable que Trump deseche toda una vida de hábitos, aprenda a apegarse al plan y modere sus instintos autodestructivos. Desde su punto de vista, su estilo libre fue lo que lo llevó a la Casa Blanca y no representa ningún problema.

Kelly, de 67 años, se acerca más a ser un compañero de generación y puede sacar ventaja de la reverencia que el presidente siente por los generales para hacer que lo escuche, de una manera que no hizo con Priebus, de 45 años, que no era millonario ni oficial militar.

No obstante, muchos tienen dudas. “Ya sea el general Kelly o Reince Priebus, Scaramucci o Spicer, la razón por la cual la Casa Blanca está fracasando no es su personal, sino el presidente mismo. Es como reacomodar las sillas en la cubierta del Titanic”, declaró Ted Lieu, representante demócrata por California a la cadena CNN.

Varios especialistas en política exterior esperaban que Kelly, como secretario de Seguridad Nacional, junto con el llamado “triunvirato MMT” (el teniente general H. R. McMaster, asesor de seguridad nacional; Jim Mattis, secretario de Defensa, y Rex W. Tillerson, secretario de Estado) evitaran que Trump tomara decisiones imprudentes sobre seguridad nacional.

Algunos piensan que este grupo ha moderado los instintos más provocadores de Trump y que logró que se abstuviera de hacer pedazos el acuerdo nuclear con Irán, de retirar sanciones a Rusia, de afirmar que China manipulaba la moneda, de bombardear Corea del Norte o de mudar a Jerusalén la Embajada de Estados Unidos en Israel. Sin embargo, Trump no aprecia mucho estos esfuerzos; logró esquivar a Mattis y prohibir que las personas transgénero prestaran servicio militar, por ejemplo. Mucho se preguntan si el general McMaster o Tillerson se irán pronto.

“Hay personas dentro del gobierno que consideran que su labor es salvar a Estados Unidos del presidente”, declaró Scaramucci la semana pasada. “Bueno, ese no es su trabajo. Su trabajo es inculcarle este presidente a Estados Unidos”.

Además, Kelly tiene experiencia en seguridad nacional. “Es un asunto muy distinto a los que trata una persona que tiene que navegar a contracorriente para lidiar con la política interna, el Capitolio y un presidente que simplemente no puede hacer a un lado su teléfono y dejar de tuitear”, declaró John D. Podesta, el último jefe de personal de Bill Clinton el domingo, durante el programa This Week de ABC.

Encontrar al jefe de personal correcto ha sido el reto de muchos presidentes. Algunos han elegido a amigos. Clinton, por ejemplo, en un inicio nombró a Thomas F. McLarty III, su amigo desde el jardín de niños y quien es considerado una de las personas más amables que han trabajado en la Casa Blanca, aunque quizá fue demasiado amable.

Otros eligieron profesionales experimentados, como cuando el presidente George W. Bush escogió a Andrew H. Card Jr., a quien el personal le tenía mucho respeto tal que casi lo reverenciaban. Sin embargo, tuvo dificultades con manejar al vicepresidente Dick Cheney, quien en su momento también fue jefe de personal del presidente Gerald Ford. Al principio, tanto Ford como Jimmy Carter creyeron que no necesitarían nombrar a nadie al cargo, hasta que aprendieron a la mala.

El presidente Barack Obama pasó por cuatro jefes de personal (cinco, si se cuenta a Pete Rouse, quien fungió de manera interina).

Que Reagan seleccionara a Baker quizá sorprendió a la mayoría. No se trataba de un partidario, pues Baker había sido el director de campaña nada menos que de dos republicanos que compitieron contra Reagan: Ford, en 1976, y Bush, en 1980. No obstante, Reagan consideró que necesitaba a alguien como Baker: una persona pragmática, capaz de llegar a acuerdos, que pudiera trabajar con ambos mandos, manejar personalidades difíciles y afirmar su dominio entre el personal al tiempo que se comunicaba con el presidente.

Hubo contratiempos y riñas internas; sin embargo, al final, Reagan obtuvo mucho de lo que deseaba y fue reelecto con un triunfo aplastante.



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