Internacional - Política

Macri domina las primarias pero Kirchner empata en Buenos Aires 

2017-08-14

A pesar de la madrugada de infarto que redujo la euforia, Mauricio Macri tenía mucho para...

Carlos E. Cué, El País

Demasiada emoción para una primera ronda. La elección real es el 22 de noviembre. Pero la clave era la guerra psicológica. Y la ganó claramente Macri antes de la medianoche. Los kirchneristas trataron de empatarla de madrugada, pero ya no era fácil. La realidad es que si se miran los resultados globales, los candidatos de Macri han obtenido importantes triunfos sobre el peronismo en distritos clave como ciudad de Buenos Aires, donde alcanza casi el 50% de los votos, Córdoba, Mendoza e incluso en Santa Cruz, bastión histórico del kirchnerismo, lo que consolida su poder. Sin la guinda de la provincia de Buenos Aires, la victoria no era total, pero sí importante. Habrá que esperar a octubre para ver el resultado definitivo.

A pesar de la madrugada de infarto que redujo la euforia, Mauricio Macri tenía mucho para celebrar. El recuento oficial da un triunfo mucho más amplio de lo esperado al oficialismo en casi todo el país en las PASO, las elecciones primarias que definen las listas que el 22 de octubre pelearán por un lugar en el Congreso. Le faltó la guinda de la victoria sobre Cristina Fernández de Kirchner. Bullrich sacó ventaja desde el primer momento del escrutinio en la poderosa provincia de Buenos Aires, pero poco a poco la distancia se fue acortando hasta llegar a un empate al 95% escrutado. La expresidenta perdía por 6,000 votos, y podía darle la vuelta con el 5% restante.

Si se mira el resultado en todas las provincias, Macri demuestra un enorme dominio de la política argentina que lanza un mensaje dentro y sobre todo fuera, para los inversores internacionales: el presidente controla el país y todo indica que lo va a seguir haciendo por bastante tiempo. Los mercados captaron el mensaje rápidamente: el dólar bajó y las acciones de empresas argentinas subieron a primera hora de la mañana.

"Ahora se ve que esto no fue un veranito de una elección, el cambio no tiene marcha atrás. Yo sé que estos 19 meses han sido difíciles. Si hubiese tenido alternativa a muchas decisiones, sobre todo subir las tarifas, lo habría hecho. Agradezco que a pesar de las dificultades, los argentinos hayan creído que este era el rumbo correcto" dijo Macri en una rueda de prensa tras la victoria. El presidente ha recuperado la costumbre de contestar a preguntas de la prensa, abandonada durante el kirchnerismo.

A esas horas Kirchner, en silencio absoluto, perdía en Buenos Aires. Ella esperó mientras en las pantallas se iba reduciendo la ventaja hasta desaparecer. Los suyos acusaron al Gobierno de retrasar el escrutinio en las zonas más favorables al kichnerismo, las más populares, para que los argentinos se fueran a dormir con la sensación de victoria total de Macri.

A pesar de esta revancha de madrugada, el peronismo sale muy debilitado de esta noche electoral. Aunque hay resistentes como el expresidente Carlos Menem, que ganó en La Rioja con un 44,6% pese a estar impedido por tener una condena judicial y a la espera de que la Corte Suprema lo habilite, los candidatos macristas ganaron en las provincias más grandes del país, aquellas que más diputados suman en el Congreso y donde hasta ahora tenía muy poca presencia.

El Gobierno ganó en Ciudad de Buenos Aires, Mendoza y Córdoba. Perdió por la mínima en Santa Fe. Y ha ganado incluso en provincias consideradas feudos particulares, como San Luis (centro), en manos de los hermanos Rodríguez Saá desde el regreso a la democracia, en 1983, o Neuquén. En Santa Cruz, cuna del kirchnerismo, donde gobierna la hermana del expresidente Néstor Kirchner y Cristina Fernández vive la mayor parte del año, el macrismo obtiene 45% de los votos, 15 puntos más que el grupo de la expresidenta.

Los presidentes argentinos tienen un poder enorme, pero el sistema electoral de este país hace que estén sometidos a reválidas constantes: cada dos años hay elecciones y toda la economía depende de cómo resulten. Macri, que ganó en 2015 por solo tres puntos de diferencia y están en el minoría en el Congreso, se enfrentaba a su primera gran reválida. Fernández de Kirchner, la expresidenta, ha vuelto a la política como candidata a senadora y logró convertir las elecciones en un gran plebiscito a Macri. Pero el presidente supera de momento esa prueba, a la espera de lo que pase en octubre.

Antes del voto, casi todas las encuestas situaron a la expresidenta como primera con comodidad en la provincia de Buenos Aires, donde se presenta. Pero en la noche electoral las cosas cambiaron y la diferencia entre Kirchner y Bullrich era insignificante. El ambiente en el estadio Julio Grondona, donde Kirchner y los suyos seguían el resultado, era casi de funeral al principio de la noche, mientras los macristas celebraban en Costa Salguero, en la capital, al grito de "no vuelven más". A esas horas, en el estadio del conurbano todo eran caras largas. Pero pocas horas después de que los macristas desmantelaran su fiesta, los kirchneristas empezaban la suya al grito de "vamos a volver". Habrá que esperar a octubre.

Macri se jugaba mucho. Si Kirchner ganaba la elección por una diferencia amplia, se iba a instalar una enorme inquietud en el mundo del poder y del dinero: nadie acaba de entender bien cómo es posible que una expresidenta que fue derrotada hace dos años, ha sufrido escándalos de corrupción gravísimos en su entorno –su secretario de Obras Públicas fue detenido mientras lanzaba bolsos con nueve millones de dólares a un convento para esconderlos- y tiene ella misma varias causas pendientes esté en condiciones de ganar elecciones en la provincia clave.

Casi todo en ella es particular. No se presenta por el peronismo, ha creado su propio partido, Unidad Ciudadana. No ha ofrecido una sola entrevista y casi no ha hecho mítines. Se presenta en la provincia de Buenos Aires pero su residencia y su voto está en Santa Cruz. Y esta vez ni siquiera fue a votar porque dice que no le daba tiempo a volver en el día a seguir la noche electoral en Buenos Aires. Todo es atípico, y es la única candidata que no ha votado, pero a sus seguidores nada parece importarles.

Si ella vencía con comodidad, el mundo del poder estaba listo para culpar a Macri y el mundo del dinero estaba ya asustado ante su posible regreso. Si se consolida este éxito del presidente en octubre, todos esos que dudaban tendrán que rendirle pleitesía. Macri está acostumbrado a ser infravalorado, pero siempre se acaba imponiendo en las elecciones desde que ganó en la ciudad de Buenos Aires en 2007.

Muchos ciudadanos votaron a Macri hartos del kirchnerismo y sobre todo convencidos de que el empresario multimillonario, que venía de una buena gestión primero en Boca Juniors y después en la ciudad de Buenos Aires, le daría la vuelta a la crisis y traería crecimiento. Pero el primer año de Macri fue durísimo, con inflación del 40%, casi 1,5 millones de pobres nuevos y caída fuerte sobre todo de la industria y el comercio, clave precisamente en los alrededores de Buenos Aires donde más votan a Kirchner. El segundo está siendo mejor pero la recuperación que ofrecen las grandes cifras aún no llega a los barrios donde ella arrasa.

En esa crisis trató de montarse Kirchner para su regreso triunfal. Pero con este resultado, los argentinos parecen darle a Macri un gran margen de confianza para seguir marcando el ritmo político en los próximos dos años. Él explicó durante la campaña que su cambio lleva tiempo. Y que no tenía sentido volver a lo anterior. Y los ciudadanos, mayoritariamente, le están dando ese tiempo que él pedía. Si se confirma en octubre este resultado, el presidente puede contar con mucha calma para rematar su política económica. Pero en Argentina todo puede cambiar en horas, como se comprobó una vez más en una noche electoral delirante.


El macrismo grita "no vuelven más"

"Sí se puede" fue la frase más coreada en el búnker electoral de Cambiemos, la coalición de Mauricio Macri. La alegría contenida de las primeras horas dio paso a una gran euforia acompañada de aplausos y abrazos a medida que el mapa se teñía de amarillo, el color del oficialismo.  "No queremos volver al pasado", dijo el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, al subir al escenario. "No vuelven más, no vuelven más", le contestaron desde abajo. El mensaje de Larreta se repitió, como un mantra, en boca de todos los candidatos y referentes macristas que le sucedieron.

Entre globos multicolor y éxitos musicales, los simpatizantes de Cambiemos celebraron el triunfo electoral.  "Estoy conmovida y azorada. Estoy acostumbrada a perder, no a ganar", dijo Elisa Carrió, la cabeza de lista de Cambiemos en la ciudad de Buenos Aires, entre gritos de "Lilita, Lilita". "Hoy la República se ha reafirmado a lo alto y ancho de la Nación", agregó, muy emocionada. Considerada el ariete anticorrupción de Cambiemos, la legisladora está en el mejor momento de su carrera y gana cada vez más terreno en el partido. Con el 98% de los votos escrutados, Cambiemos rozaba el 50% en la capital argentina.

Una de las ovaciones más grandes fue para la otra protagonista de la noche, la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. "Este país y esta provincia se están transformando por primera vez en profundidad", dijo Vidal. La gobernadora llamó a los bonaerenses a "sostener la esperanza" y a respaldar al Gobierno para que pueda llevar adelante los cambios que necesita. "Durante más de 25 años te bancaste el maltrato y la indiferencia, cómo no vas a apostar a una nueva oportunidad", preguntó Vidal. La mandataria criticó también al kirchnerismo por no hacer frente a las mafias ni a la corrupción y no realizar obras suficientes en la provincia más grande del país. "Son los mismos que durante 30, 40, 50 años te hicieron creer que tenías que vivir en el barro. Y hoy ves a las máquinas trabajando".

"El cambio está más vivo que nunca", arrancó Macri, cerca de las once de la noche. El presidente argentino reiteró su mensaje de diálogo y unión entre los argentinos, pero una y otra vez marcó diferencias con el kirchnerismo, al que acusó de mentir, de no tener "un mìnimo de humildad y de amor por Argentina" y de poner "palos en las ruedas" para entorpecer la transformación iniciada por el Gobierno. Mientras Macri hablaba, Carrió abrazaba por detrás a cada uno de los candidatos, obligando al presidente a interrumpir su discurso, y Vidal aplaudía .Macri tuvo palabras de elogio para las dos y ellas le correspondieron. Hubo otro mensaje común: mañana vuelven todos a la calle. La interminable pelea electoral continúa.


De la desilusión a la esperanza K

El búnker de Unidad Ciudadana, dispuesto en el microestadio del club Arsenal de Sarandí, en el extrarradio de Buenos Aires, abrió temprano y cerró muy tarde. Los asistentes atravesaron emociones contrapuestas con el correr de las horas, en un eterno recuento de votos que se extendió durante la madrugada. La convocatoria fue mucho más sencilla que la del 20 de junio, cuando Fernández lanzó su partido en el mismo lugar. Esta vez sólo hubo un terreno dispuesto para la militancia, separado del búnker y con una pantalla gigante. Sin embargo, pasadas las 21, en momentos en que se conocían los primeros resultados oficiales, apenas se había llenado hasta la mitad y el mal humor era reinante. Todo cambiaría en los primeros minutos del lunes.

Luis Osorio espera la llegada de Cristina en una esquina de la calle Julio Grondona. Está solo y fuertemente abrigado. “Macri, pará la mano”, dice un cartel improvisado en un cartón que cuelga de su cuello. La frase, junto con otras, se volvió popular hace unos meses entre los partidarios del kirchnerismo. El mensaje se impone con más fuerza entre ellos, una vez que el oficialismo ha vuelto a revalidar su liderazgo. “Esperaba un 35% para Cristina, pero los números están parejos. El gobierno debería leer que entre todos los candidatos hay un 70% de la gente que le está pidiendo que pare la mano”, dice el hombre.

Florencia, Eliana, Belén y Andrea conversan entre ellas con preocupación. Todas escuchan a una que, móvil en mano, repasa las primeras cifras. “Le sacan seis puntos, pero hay que ver de donde empezaron a contar”, dice Florencia cuando se acerca EL PAÍS. “La gente está trabajando para seguir yendo a trabajar”, sintetiza Andrea, la menor de todas. Su amiga, Eliana, completa: “Antes, la clase media podía darse algunos gustos pero ahora ya no tienen eso. Pero al parecer, todavía no están tan mal como para ponerle un límite a Macri, todavía no tocaron fondo”. Conforme pasaba la noche, la desazón mutaría en alegría. En la sala de prensa, se gritaban ceros y comas. Nadie podía creer lo que estaba pasando: los seis puntos de diferencia que había en favor de Cambiemos en Provincia de Buenos Aires a las 22, se convertían en un empate técnico.

Cuando dieron las 12, el búnker kirchnerista se convirtió en una inesperada fiesta. La precandidata, Vanesa Siley lo advirtió: “Va a ser una noche larga, los datos pueden arrojar sorpresas”. Y vaya si las hubo. Cristina Fernández le descontaba a Esteban Bullrich y el ánimo cambiaba con cada canción que sonaba por altoparlantes. “Seré heraldo de buenas noticias solo si te quedas un rato más”, adelantaba una estrofa del Indio Solari. Los pocos partidarios que todavía quedaban en un recinto que ya no contaba ni siquiera con catering, resistieron. Para las dos de la madrugada ya todos estaban bailando cumbia, a la espera de su líder, y cantaban “lo damos vuelta”. Cerca de las tres, el dirigente Leopoldo Moreau denunciaba que se había parado la carga de datos en el Correo Argentino en momentos en que la diferencia en favor del oficialismo era de menos de dos puntos. La noche sería aún más larga.



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