Vuelta al Mundo

Una estrategia para evitar que Pakistán siga siendo santuario talibán 

2017-08-23

"Ya no podemos callar por más tiempo ante el hecho de que Pakistán es un puerto...

AHMED RASHID / El Mundo

Durante varios meses los generales del ejército de Estados Unidos han intentado convencer al General en Jefe del ejército paquistaní, Qamar Javed Bajwa, de que impida que Pakistán siga siendo un santuario para los talibán afganos. También intentaron persuadirle de que, antes de que Washington anunciara su nueva política en Afganistán, era imperativo que Paquistán se uniera a ellos para evitar represalias. El ejército paquistaní, a cargo de la política exterior del país, ha negado pública y vehementemente que Pakistán esté dando cobijo a los talibán, pero funcionarios paquistaníes lo han reconocido en privado y han afirmado que están haciendo todo lo posible para deshacerse de ellos.

El problema es que ni Estados Unidos, ni sus aliados internacionales y en la OTAN, y en ningún caso sus países vecinos, se creen ya las excusas de Pakistán.

"Ya no podemos callar por más tiempo ante el hecho de que Pakistán es un puerto franco para organizaciones terroristas", ha declarado Trump. "Pero esto tiene que cambiar. Y va a cambiar de manera inmediata", ha añadido. La amenaza implícita en sus palabras es que en última instancia Estados Unidos podría imponer algún tipo de sanciones a Pakistán.

Los paquistaníes esperaban un rapapolvo, pero lo que realmente va a soliviantar al mando de su ejército es el objetivo expreso de Trump de "seguir desarrollando su colaboración estratégica con India", así como que haya pedido a dicho país una mayor contribución para estabilizar Afganistán.

Desde el 11S, el ejército de Pakistán se ha sentido amenazado por los avances diplomáticos y económicos de India en Afganistán. La India ha proporcionado ayudas e infraestructuras valoradas en más de dos mil millones de dólares a los afganos. Por esta razón el ejército paquistaní se guarda un as en la manga en forma de militantes islamistas, no sólo talibán, sino también de otros grupos armados que combaten en la Cachemira bajo control indio.

Pakistán esperaba que la muy publicitada "estrategia para el sur de Asia" de Trump incluyera, como mínimo, un esfuerzo diplomático dirigido por el presidente americano para intentar que Pakistán e India entablaran conversaciones de paz; y más concretamente, para intentar poner fin a la mutua rivalidad existente en relación a Afganistán, de manera que las fuerzas de Estados Unidos y Afganistán pudieran ponerse manos a la obra para derrotar a los talibán.

Pero en su lugar, está sucediendo exactamente lo contrario. Trump quiere que India intervenga aún más en Afganistán, y está claro que a Estados Unidos no le interesan las inquietudes estratégicas de Pakistán ni su preocupación ante la presencia de la India que lo atenaza en sus dos fronteras.

Más aún, en su discurso, Trump no hizo referencia alguna a Irán ni Rusia, países que, según los servicios secretos americanos, están proveyendo de armas y dinero a los talibán. Pakistán no es el único que intenta hacerse su amigo.

La política exterior paquistaní de los últimos meses ha sido un desastre. Mantiene conflictos abiertos con tres de sus vecinos - India, Irán y Afganistán -, y, según veteranos diplomáticos occidentales, los santuarios talibán generan un criticismo estridente.

Además, la política afgana ha contribuido a socavar la confianza entre los militares paquistaníes y su anterior primer ministro Nawaz Sharif, a quien los tribunales obligaron a dimitir el mes pasado por corrupción. Hace tiempo que Sharif buscaba un acuerdo con Afganistán, pero no puso suficiente empeño en conseguirlo. Hasta ahora sólo China ha apoyado a Pakistán, y lo volvió a hacer ayer (22 de agosto). "Creemos que la comunidad internacional debería reconocer sin fisuras el anti-terrorismo de Pakistán", afirmó Hua Chunying, portavoz del ministro de asuntos exteriores chino. Pakistán ha hecho "grandes sacrificios", añadía. Sin embargo, China no puede interpelar a toda la comunidad internacional.

Pakistán ha ayudado a los talibán desde su surgimiento en 1993, principalmente como bastión frente a la influencia india. A estas alturas muchos talibán están plenamente integrados en los negocios, las propiedades y el comercio del país. Sus hijos asisten a colegios y universidades paquistaníes. Deshacerse de ellos mediante la fuerza podría provocar la represalia de los talibán afganos contra un ejército que ya lucha con los talibán paquistaníes.

Por todo esto, Pakistán hace tiempo que demanda conversaciones de paz entre los talibán y el régimen de Kabul, en busca de un acuerdo político que permita a los primeros marcharse a casa. Pero Estados Unidos y la OTAN dudan - una vez más - de la sinceridad de Pakistán, y de que realmente tenga la voluntad de presionar a los talibán para que cesen sus ataques.

Si la nueva agenda de Trump se activa precipitadamente, esto llevará casi con total seguridad a una seria ruptura entre Estados Unidos y Pakistán, y a una escalada de las tensiones con India y Afganistán. Así, Pakistán podría acabar aún más aislado, y el sur de Asia convertirse en un hervidero de hostilidades en el cual los dos países más grandes cuentan con armamento nuclear.

La administración Trump ha mostrado pocas dotes para la diplomacia, y lo que Paquistán necesita para cambiar su política es claramente la táctica del palo y la zanahoria. Invitar a la India a que se convierta en el socio de Trump en el sur de Asia solo avivaría el avispero, y haría que el ejército paquistaní se negara a realizar cualquier presión sobre los talibán.



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