Vuelta al Mundo

Por una solución coreana

2017-08-31

El misil lanzado el martes sobre Hokkaido, la segunda isla más grande de Japón,...

 

FELIPE SAHAGÚN / El Mundo

En polemología hay una ecuación básica para anticipar el riesgo de enfrentamiento entre dos o más actores que consta de tres elementos -poder, ideología y voluntad- y un factor imprevisible que con frecuencia enciende la chispa desencadenante del conflicto.

Cuando se multiplican y agravan las amenazas verbales o militares, como ha sucedido con las maniobras más recientes, las pruebas de misiles de Corea del Norte de los últimos meses y las nuevas sanciones del Consejo de Seguridad del 5 de agosto, aumenta el peligro.

El misil lanzado el martes sobre Hokkaido, la segunda isla más grande de Japón, amerizó en el Pacífico, a 1.180 kilómetros de la costa japonesa. Es el número 18 que lanza Corea del Norte en 2017 y el tercero que sobrevuela Japón. Los otros dos lo hicieron, respectivamente, en 1998 y en 2009.

Algunos lo consideran el paso más agresivo de Pyongyang en casi 20 años. El ministro portavoz de Japón, Yoshihide Suga, lo calificó de "amenaza sin precedentes", pero en la respuesta del Consejo de Seguridad y de las grandes potencias no ha habido un cambio radical en el nivel de alerta.

Lo importante en la reacción de Moscú y Pekín no ha sido su condena ritual de la última provocación de Kim Jong-un, sino su apoyo a la propuesta de condicionar la interrupción de pruebas de misiles y nucleares por Corea del Norte a la interrupción de las maniobras militares que los EU y Corea del Sur organizan cada año en la península coreana. Al equipo de seguridad nacional de Trump, dirigido por militares, como era de esperar, le parece insuficiente.

Con el riesgo creciente de una sexta prueba nuclear de Corea del Norte en semanas o meses en su base de Pungge-ri y sus reiteradas amenazas a la isla de Guam, la "doble renuncia" (a pruebas misilísticas y nucleares de una parte y a maniobras de otra) parece una opción preferible, como primer paso, a todas las que los halcones de Washington y Pyongyang insisten en mantener sobre la mesa.

Permitiría recuperar la senda de la contención, la disuasión y la diplomacia perdidas hace más de diez años y, entre los tres escenarios previsibles en la crisis a corto y medio plazo (guerra, tensión permanente pero controlada o acuerdo negociado), nos alejaría del primero y nos garantizaría al menos el segundo.

Si los EU no quieren o no pueden admitir pacto alguno sin el desmantelamiento del arsenal nuclear norcoreano para no perder imagen y prestigio, deberían propiciar en una primera fase la diplomacia intercoreana, algo que, en principio, el nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-in, parece dispuesto a intentar. Sin la bendición de Washington, imposible.

La idea de negociaciones directas (económicas, militares y humanitarias), en un formato que recuerda a los más veteranos las conversaciones en Ginebra del 73 al 75 que desembocaron en el pacto de Helsinki entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, cuenta con el apoyo de destacados especialistas en el conflicto como el profesor Stein Tonnesson, del Peace Research Institute de Oslo.

La guerra no la quiere nadie porque sería mucho más destructiva y desestabilizadora para el este de Asia que la guerra de Irak lo ha sido desde 2003 para Oriente Medio.

A pesar de ello, cualquier polemólogo es consciente de las numerosas guerras provocadas por errores de cálculo y del riesgo de otra escalada incontrolada en la península coreana si no se reconduce la situación.

En la cumbre de primeros de agosto en Manila los ministros de Corea del Sur, China y Rusia ya se reunieron por separado con el ministro norcoreano, Ri Su-jong, y pueden volver a hacerlo en la Asamblea General de la ONU de este año, que se inaugura el 12 de septiembre.

Trump se equivocó creyendo que podría acabar con la pasividad -"paciencia estratégica"- de Obama y cerrar el programa nuclear norcoreano con el apoyo de China.

Pekín salvó al régimen de Pyongyang hace 64 años y, si Kim Jong-un no pasa de las pruebas a la agresión sin ser atacado previamente -aunque condene el comportamiento de su protegido Kim- nunca facilitará el fin de su régimen en aras de una Corea reunificada y aliada de los EU.



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