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Es como si la ciudad hubiera sido bombardeada"

2017-09-11

Elisabeth Malkin, Kirk Semple y Azam Ahmed, The New York Times

CIUDAD DE MÉXICO — Más de 5000 viviendas de la ciudad de Juchitán de Zaragoza quedaron completamente destruidas. Su palacio municipal del siglo XIX se agrietó y el hospital se derrumbó, lo que obligó al personal médico a trasladar a los pacientes a un terreno vacío, donde trabajaron con la luz de sus teléfonos celulares.

Para cuando los temblores del terremoto finalmente disminuyeron, al menos 45 personas habían fallecido en el estado de Oaxaca, 36 de ellos en Juchitán de Zaragoza. “Es una situación verdaderamente crítica”, dijo el viernes Óscar Cruz López, el secretario municipal de la ciudad.

“Es como si la ciudad hubiera sido bombardeada”, dijo el funcionario. El terremoto —considerado como el más potente que ha ocurrido en el país en casi un siglo— causó la muerte de al menos 58 personas, todos residentes de la región sur del país, que estaba más cerca del epicentro localizado frente a la costa del Pacífico.

El sismo, que tuvo una magnitud de 8.2 y se produjo poco antes de la medianoche del jueves, fue sentido por decenas de millones de personas en México y Guatemala, donde causó el fallecimiento de al menos una persona más.

En Ciudad de México, la capital que todavía conserva cicatrices físicas y psicológicas del devastador terremoto que mató a 10,000 personas en 1985, los altavoces de las alarmas sísmicas hicieron que los residentes salieran a las calles en pijama.

La ciudad entera parecía convulsionar mientras el temblor provocaba que el alumbrado público y el monumento del Ángel de la Independencia, el emblema de la urbe, se balancearan como péndulos. Pero en esta oportunidad, la megalópolis soportó los embates del movimiento telúrico con daños estructurales menores y solo dos de sus casi nueve millones de habitantes resultaron con heridas leves, según declararon los funcionarios.

Sin embargo, al sur del país murieron al menos 10 personas en el estado de Chiapas y tres en Tabasco, entre ellas dos niños: uno cuando se derrumbó un muro y el otro después de que un respirador artificial se apagara en un hospital debido a fallas eléctricas.

Las autoridades de Chiapas dijeron que más de 400 casas quedaron destruidas y cerca de 1700 más resultaron afectadas.

En el estado de Oaxaca murieron al menos 45 personas, incluyendo las 36 de Juchitán, una ciudad provincial de 100,000 habitantes que quedó devastada.

“Un desastre total”. Así fue como la alcaldesa, Gloria Sánchez López, calificó lo sucedido en una entrevista telefónica en la que solicitó ayuda: “No nos dejen solos”.

El presidente Enrique Peña Nieto voló a la región el viernes por la tarde para evaluar los daños y reunirse con los funcionarios. Los presidentes de Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, Venezuela, España y otros países le ofrecieron ayuda al gobierno mexicano. El país también enfrenta la amenaza del huracán Katia que está cobrando fuerza en el Golfo de México y se espera que el sábado toque tierra en el estado de Veracruz.

“Cuente con nosotros”, escribió en su cuenta de Twitter el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos.

Los residentes de la zona pasaron la mañana usando retroexcavadoras y sus propias manos para buscar entre los restos de los edificios derrumbados con el objetivo de sacar a los heridos y muertos de los escombros.

A primera hora de la tarde del viernes, las tareas de rescate pasaron a ser operaciones de limpieza, aunque el secretario municipal, Óscar Cruz López, dijo que los trabajadores todavía intentaban despejar los escombros del derrumbe del ayuntamiento para llegar hasta la última víctima. Nadie sabía si la persona seguía con vida.

“Es una pesadilla para la que no estábamos preparados”, dijo Pamela Terán, una de las autoridades municipales, en una entrevista con una emisora de radio local. Terán estimó que entre el 20 y 30 por ciento de las casas de la ciudad fueron destruidas.

“Muchas personas lo perdieron todo, y eso simplemente te rompe el corazón”, agregó, mientras rompía en llanto.

Con el hospital —el principal centro médico de la región— destruido, los funcionarios convirtieron una escuela primaria en una clínica improvisada y trasladaron a pacientes y cientos de heridos a esas instalaciones.

Las autoridades locales apelaron a los gobiernos estatal y federal para que ayudaran con la restauración de la ciudad.

“Es imposible resolver esta catástrofe, responder a algo de esta magnitud, solo nosotros”, dijo Cruz.

Durante el viernes continuaron las réplicas, lo que causó desconcierto entre los residentes de la ciudad, muchos de los cuales pasaron gran parte del día en la calle por temor a regresar a sus hogares, dijo Juan Antonio García, director de Cortamortaja, un sitio web informativo de Juchitán.

A lo largo de la tarde siguieron surgiendo reportes de daños en otras partes de la región. En Unión Hidalgo, justo al este de Juchitán, el alcalde informó que 500 casas resultaron destruidas.

Las escuelas de por lo menos 10 estados mexicanos y Ciudad de México fueron cerradas el viernes, luego de que el presidente Peña Nieto ordenara una evaluación de los daños a nivel nacional.

“Estamos evaluando los daños, lo que probablemente tomará horas o días”, dijo el presidente Peña Nieto en un mensaje televisado dos horas después del terremoto.

Durante el día los mexicanos hacían fila en los centros de acopio de emergencia de todo el país para donar alimentos, agua y otros suministros para las víctimas del terremoto.

México está situado cerca de los límites de colisión de varias placas tectónicas. El terremoto del jueves fue más poderoso que el de 1985, que aplastó o dañó seriamente a miles de edificios en Ciudad de México.

Pero mientras el sismo del jueves sucedió a más de 720 kilómetros de la capital, frente a la costa del estado de Chiapas, el de 1985 ocurrió mucho más cerca, por lo que provocó cuantiosas pérdidas materiales y humanas.

Después del desastre de 1985, los códigos de construcción fueron revisados y reforzados. Hoy en día, las leyes de construcción de México se consideran tan estrictas como las de Estados Unidos o Japón.

Aunque muchos mexicanos se han acostumbrado a los sismos y los toman como un hecho inevitable en sus vidas, el terremoto del jueves dejó una honda impresión en los residentes de la capital, tanto por su fuerza como por su duración.

“Lo peor de todo es que si eres adulto y has vivido en esta ciudad toda tu vida adulta, recuerdas el de 1985 muy vívidamente”, dijo Alberto Briseño, gerente de un bar de 58 años. “Este se sintió muy fuerte y feo”.

“Ahora haremos lo que los mexicanos sabemos hacer tan bien: pasar el trago amargo de esta noche y seguir adelante”, agregó.

El terremoto ocurrió cerca de la Fosa de América Central, una zona del Pacífico oriental donde un casquete de la corteza terrestre conocida como la placa de Cocos, se desliza bajo la Norteamericana, en un proceso llamado subducción.

El movimiento es muy lento —alrededor de siete centímetros al año— y con el tiempo la tensión se incrementa debido a la fricción entre las placas. En algún momento se vuelve tan intensa que el lecho rocoso se rompe y se desliza provocando una falla. Esto libera grandes cantidades de energía y, si el deslizamiento se produce bajo el océano, se puede mover una gran cantidad de agua que puede llegar a causar un tsunami.

Las zonas de subducción rodean al Océano Pacífico pero también se encuentran en otras regiones. Son las causantes de los peores terremotos y los tsunamis más devastadores del mundo. El terremoto de magnitud 9 de Japón en 2011, que produjo el desastre nuclear de Fukushima, y el de magnitud 9.1 en Indonesia en 2004, que generó tsunamis que mataron a unas 250,000 personas alrededor del Océano Índico, son algunos ejemplos recientes.

Esos sismos liberaron alrededor de 30 veces más energía que la desplegada por el terremoto de la noche del jueves. El gobierno mexicano emitió un aviso de tsunami frente a las costas de Oaxaca y Chiapas después del sismo pero ninguno de esos estados parece haber sido afectado por el oleaje.

El viernes por la mañana, los militares guatemaltecos evaluaron los daños ubicados principalmente en la parte occidental del país.

En Huehuetenango, ladrillos y vidrios estaban esparcidos por el suelo mientras las paredes de las edificaciones de la ciudad se derrumbaban. Quetzaltenango, la segunda ciudad más grande de Guatemala que comenzaba a recuperarse de un temblor ocurrido en junio, también sufrió daños en su centro histórico.



yoselin

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