Ciencia y Tecnología

¿Es posible monetizar el espacio exterior?

2017-12-04

En algún momento posterior, la empresa espera minar en serio -en busca de lo que al parecer...

Kenneth Chang, The New York Times

CABO CAÑAVERAL, Florida — Muchas de las misiones planetarias robóticas de la NASA despegan desde el complejo de lanzamiento espacial 17, ubicado en la Estación de Cabo Cañaveral de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Pronto, las dos torres inmensas que alguna vez sostuvieron los cohetes Delta 2 serán derribadas. Un nuevo inquilino se está mudando: Moon Express, una diminuta empresa con ambiciones poco convencionales.

El próximo año, la empresa de tan solo 30 empleados busca ser la primera entidad privada en instalar una pequeña plataforma robótica en la Luna y tal vez ganar 20 millones de dólares en la competencia Google Lunar X Prize. Está invirtiendo al menos 1,85 millones de dólares para renovar edificios construidos hace varias décadas. La empresa está transformando un estacionamiento en un paisaje lunar en miniatura, además montará un laboratorio de ingeniería, un centro de comando para las misiones y un banco de pruebas para encender motores de naves espaciales.

Moon Express no necesitaría todas estas instalaciones si su única meta fuera ganar el premio de la competencia Google Lunar X Prize.

Tienen planes para que su segunda nave espacial alunice cerca del polo sur de nuestro satélite en 2019. En 2020, una tercera nave más grande recogerá muestras para traerlas a la Tierra, lo que será el primer cargamento de rocas lunares desde que regresó una sonda robótica de la Unión Soviética en 1976.

Sin embargo, estos planes casi se interrumpen hace un par de años. No por los desafíos tecnológicos o la escasez de recursos financieros, sino por un acuerdo internacional conocido como el Tratado sobre el Espacio Exterior o el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, el cual cumple su quincuagésimo aniversario este año.

El acuerdo explica con lujo de detalles qué pueden hacer los países en el espacio y también las limitaciones de sus proyectos. Su logro más grande fue evitar que la carrera armamentística nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética se expandiera al espacio.

No obstante, el tratado podría interferir en los planes que tienen los empresarios de llegar más rápido y más lejos al espacio que agencias nacionales como la NASA.

“Antes era una situación muy, pero muy hipotética”, afirmó Fabio Tronchetti, un profesor de Derecho del Instituto Harbin de Tecnología en China. “Pero ahora hay grupos que hablan muy en serio. Eso cambia todo”.

Robert D. Richards, el director ejecutivo de Moon Express —cuyo plan de negocios es “expandir la esfera económica de la Tierra a la Luna y más allá”— está lejos de ser el único empresario en busca de oportunidades de negocio fuera de nuestro planeta.

Elon Musk, el multimillonario fundador de Space X, tiene la audacia de proclamar que su empresa comenzará a enviar colonizadores a Marte en una década. Jeffrey P. Bezos, el fundador de Amazon, está utilizando parte de su fortuna para financiar su empresa de cohetes espaciales, Blue Origin, y predice que millones de personas vivirán y trabajarán en el espacio.

A medida que estas compañías se dirigen hacia donde nunca ha ido otro negocio, generan preguntas que el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre solo aborda confusamente: ¿Qué pueden hacer las empresas privadas en el espacio? ¿Una empresa puede minar la Luna o un asteroide y después vender lo que haya extraído? ¿Cómo será la regulación de estos negocios por parte de los países?

Una solución rápida antes del lanzamiento

El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre —el nombre oficial es Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes— declara que la “Luna y los demás cuerpos celestes serán utilizados exclusivamente con fines pacíficos por todos los Estados que forman parte del Tratado”.

El acuerdo también prohíbe que las naciones reclamen la soberanía de cualquier otra parte del sistema solar.

Moon Express chocó contra un muro burocrático porque el acuerdo declara que las actividades de las entidades no gubernamentales —una clasificación que incluye a las empresas comerciales— “deberán ser autorizadas y fiscalizadas constantemente” por parte de los gobiernos correspondientes (Estados Unidos insistió en que existiera esa cláusula, con lo cual rechazaba la visión soviética de que la exploración del espacio debía limitarse a los gobiernos).

“Habíamos planeado una misión y recibimos financiamiento de los inversionistas, pero no pudimos proceder sino hasta finales de 2015”, testificó Richards durante una audiencia ante el senado en mayo. “No hubo nadie que no quisiera aprobar el proyecto. Simplemente no había un mecanismo para hacerlo”.

En Estados Unidos, la Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés) autoriza lanzamientos de cohetes y el reingreso de naves comerciales desde la órbita para garantizar la seguridad de las personas en tierra. La Comisión Federal de Comunicaciones regula los satélites de comunicaciones y el Departamento de Comercio regula los satélites comerciales de percepción remota.

Sin embargo, Estados Unidos todavía no cuenta con un proceso de autorización o supervisión de las iniciativas nuevas, como que una empresa privada pueda alunizar.

Moon Express pasó cerca de un año trabajando con la FAA, el Departamento de Estado y otras agencias con el fin de ensamblar de forma apresurada, lo que Richards llamó un “parche temporal”, por medio de la autoridad que tiene la FAA para revisar el contenido de los cohetes con el fin de obtener la aprobación que Moon Express estaba buscando.

No obstante, al anunciar la decisión, la FAA mencionó que la aprobación solo era válida para este lanzamiento de Moon Express y que ni siquiera esa empresa podría contar con tener un resultado favorable en el futuro.

Moon Express ha comenzado a conversar con la FAA respecto a la realización de un segundo viaje al polo sur de la Luna, y Richards tiene confianza en que podrá sacar adelante con éxito los tres primeros vuelos usando la regulación improvisada que existe en la actualidad.

Con todo, Moon Express, SpaceX, Blue Origin y el resto de las industrias emergentes podrían toparse con más muros burocráticos.

Pulir el camino hacia las rocas espaciales

Otra empresa nueva es Planetary Resources, una pequeña firma ubicada a las afueras de Seattle. Entre sus primeros inversionistas se encontraban Larry Page, el cofundador de Google, y Charles Simonyi, un exdirector de arquitectura de software en Microsoft. La empresa también está aprovechando una inversión del Gran Ducado de Luxemburgo.

La meta de Planetary Resources es minar los asteroides del sistema solar. Luxemburgo ha apostado 200 millones de euros (más de 225 millones de dólares) en esta industria que no existe, lo que incluye 28 millones de dólares invertidos en Planetary Resources. A cambio de esto, Luxemburgo es propietario de un 10 por ciento de la participación de la empresa, afirmó Etienne Schneider, el viceprimer ministro del país.

En junio, Schneider viajó a Estados Unidos para ser el anfitrión de un simposio con un habitación llena de banqueros y capitalistas de riesgo, una clara demostración de que la inversión privada en el espacio ha alcanzado un momento decisivo de credibilidad.

Un informe de Goldman Sachs sobre los innovadores negocios espaciales que se presentó en la primavera parecía estar de acuerdo. “La minería del espacio podría ser más realista de lo que se percibe”, se leía en el informe. “A pesar de que la barrera psicológica para minar asteroides es alta, las barreras financieras y tecnológicas reales son bastante más bajas”.

Para Planetary Resources, la primera ola de desarrollo culminará en 2020 con una nave espacial en forma de rosquilla que se dirigirá a un asteroide cercano a la Tierra en una misión de exploración minera.

En algún momento posterior, la empresa espera minar en serio —en busca de lo que al parecer sería agua congelada—. Sin embargo, además de que podrían beberla los astronautas, el agua se puede dividir en hidrógeno y oxígeno. Los dos elementos se pueden utilizar como propulsores de cohetes; el oxígeno, claro está, también puede brindar aire para respirar.

Como negocio, Planetary Resources está apostando a que, para cuando extraiga agua de un asteroide, habrá un cliente como la NASA que esté interesado en comprar agua, hidrógeno y oxígeno.

Con el tiempo, la compañía busca extraer platino, el cual tiene un valor superior a los 900 dólares por onza, y otros metales preciosos.

Para facilitar esta búsqueda, Luxemburgo aprobó una ley espacial que entró en vigor este verano. Planetary Resources ha montado su oficina europea en esta nación.

Corregir las leyes espaciales

En la actualidad, las ambigüedades en el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre crean incertidumbre respecto de si alguien puede obtener ganancias a partir de estas iniciativas comerciales. El artículo II, en particular, establece lo siguiente: “El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera”.

Si un país tiene prohibido apropiarse de un cuerpo celeste, ¿una empresa privada tiene permiso de apropiarse de un mineral extraído de un cuerpo celeste? El Tratado de la Luna, redactado en 1979, declaró que cualquier recurso del espacio debe ser compartido entre todas las naciones pero la mayoría de los países, incluido Estados Unidos, nunca lo firmó ni lo ratificó.

Los directivos de Moon Express y Planetary Resources aseguran que no quieren libertad sin restricciones en el espacio, ni tampoco buscan una retirada del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre.

“Nuestro objetivo es tener un ambiente espacial que esté poblado de gente que actúe con responsabilidad”, afirmó Peter Marquez, vicepresidente de participación mundial de Planetary Resources. “Si no hubiera ningún adulto en la habitación, eso me afectaría. Si se convierte en el Salvaje Oeste donde todo mundo hace lo que quiere, entonces eso iría en contra de los conceptos y los preceptos del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre”.

Richards comparó este momento con la fiebre del oro que se vivió en California durante el siglo XIX, cuando los mineros compitieron por los lugares más lucrativos para colar los minerales. No obstante, el directivo confía en que los nuevos competidores buscarán llegar a acuerdos.

“No creo que hayan malos competidores per se, pero podría haber discusiones por la superposición de las zonas operativas”, comentó. “Pero esos son problemas para el futuro, y será maravilloso llegar a discutir esos problemas”.



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