Internacional - Seguridad y Justicia

Afganistán se estanca en un año de mucho ruido y pocas nueces

2017-12-26

El conflicto afgano está enquistado desde poco después de que la OTAN pusiera fin a...

Baber Khan Sahel

Kabul, 26 dic (EFE).- Afganistán vivió en 2017 el peor atentado en tres lustros y la caída de una de las bombas más potentes del arsenal convencional estadounidense, pero al final del año el tablero del conflicto en el país sigue mostrando un estancamiento en el que siguen perdiendo todos.

El conflicto afgano está enquistado desde poco después de que la OTAN pusiera fin a su misión de combate allá por enero de 2015, un vacío que los afganos esperan sea cubierto por los alrededor de 3,000 soldados que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha comprometido como parte de su nuevo plan para Afganistán.

El estancamiento es tal que la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU ha pasado de considerar Afganistán un país en postconflicto a uno con una guerra en activo y una de las emergencias humanitarias "más complejas del mundo".

En abril un proyectil GBU-43, apodado con el rimbombante nombre de la "Madre de todas las bombas" y uno de los de mayor poder del arsenal convencional estadounidense, cayó en la provincia occidental de Nangarhar sobre lo que se suponía era el bastión del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en este país.

El devastador bombardeo acabó con una estratégica base del EI y la vida de cerca de un centenar de insurgentes.

Sin embargo, la gran bomba no cambió demasiado el tablero en favor de las fuerzas progubernamentales.

Aunque en 2017 el número de bajas civiles por el conflicto experimentó un descenso entre enero y septiembre del 6 % con relación al mismo periodo del año precedente, el balance fue de 2.640 muertos y 5.379 heridos, según la misión de la ONU en Afganistán (Unama).

El 31 de mayo las fuerzas de seguridad lograban parar a la entrada de la zona de alta seguridad de Kabul un camión cargado de explosivos, que su conductor hizo volar allí mismo, causando el peor atentado ocurrido en Kabul desde la caída del régimen talibán con la invasión estadounidense en 2001.

El grupo encabezado por el mulá Haibatullah acabó con 150 vidas y causó 300 heridos.

Además, los talibanes, que este año incrementaron sus acciones un 13 % y redujeron el territorio en manos o bajo la influencia del Gobierno a un 56,8 %, han recargado su arsenal con ataques coordinados, con vehículos bomba seguidos de ofensivas armadas.

Varios ataques de este tipo han dejado cientos de bajas entre las tropas afganas en diferentes puntos del país.

Trump anunció en agosto su nueva estrategia para el país y en paralelo intensificó su presión sobre Pakistán, al que acusa de dar refugio a terroristas que atentan en suelo afgano, en medio de constantes viajes del secretario de Estado, Rex Tillerson, y del de Defensa, James Mattis, a la zona.

Con bombardeos conjuntos, las tropas internacionales y afganas han asestado duros golpes a los talibanes, con la muerte del jefe de sus fuerzas especiales en diciembre; a Al Qaeda, con el fallecimiento de su número dos en diciembre, y al EI, con la muerte de su líder en abril.

La nueva estrategia de EU ha ampliado el rango de actuación de los ataques conjuntos de las tropas internacionales y afganas a una de las principales fuentes de financiación de los talibanes: la droga, de la que sacan unos 200 millones de dólares anuales.

Todo ello en momentos en que la producción de opio creció un 87 %, hasta alcanzar un volumen estimado de 9,000 toneladas, una cifra récord que se vio acompañada por un incremento del 63 % de la superficie dedicada al cultivo de adormidera, según un informe del Gobierno afgano y la ONU divulgado en noviembre pasado.

Pero quizá el síntoma más evidente del estancamiento del conflicto es la reiterada negativa de los talibanes a los llamamientos del Gobierno afgano para que se sienten a la mesa de negociación de un proceso de paz, dándoles como única alternativa a ello la derrota militar.

En octubre, Afganistán y Pakistán reanudaron en Omán el diálogo roto por las constantes tensiones bilaterales, pero los talibanes siguen sin sentarse con nadie. 
 



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