Como Anillo al Dedo

De cómo Macron consiguió lo impensable

2017-12-27

En el mundo de Emmanuel Macron, el lenguaje es trascendental. Por esto, el gobierno francés...

María D. Valderrama | El Mundo

En el mundo de Emmanuel Macron, el lenguaje es trascendental. Por esto, el gobierno francés no habla de reformas sino de transformaciones. La promesa de renovar el país y devolverle competitividad fue uno de los puntos clave de la campaña de Macron, por lo que los franceses no pueden decir que no les avisó.

Las reformas se han iniciado a paso ligero otorgándole al jefe de Estado una popularidad que, durante los tres primeros meses de mandato, no le daba más de un 30% de respaldo. Los cambios siguieron pese a la oposición y el grueso de las transformaciones avanza sin que nadie consiga frenarlas en la Asamblea Nacional (AN). Es más, incluso la popularidad de Macron ha empezado a remontar y roza ya el 40%.

El think tank de análisis de políticas públicas iFRAP, dirigido por Agnès Verdier-Molinié, ha creado incluso una herramienta para medir el impacto de las medidas tomadas por el gobierno -con el primer ministro Edouard Philippe a la cabeza-, a un nivel macroeconómico: el Macronómetro. "Evaluamos con un modelo económico todas las medidas que han sido votadas o van a ser votadas en la AN, como si ya hubieran sido implantadas, para ver si crean empleo, lo destruyen o estabilizan la balanza de comercio", explica Verdier-Molinié.

Así, hasta mediados de diciembre, el 67% de las promesas de Macron habían sido medianamente o mayoritariamente respetadas, y tan solo un 33%, poco respetadas, con un ritmo de reformas sostenido y algunos proyectos aplazados. A pesar de esto, el Macronómetro tan solo le da un 5,7 sobre 10 al Gobierno.

"La intensidad no es muy diferente a lo que hemos podido encontrar en su predecesores como Nicolas Sarkozy. De momento, hay tres grandes medidas que han sido votadas: la moralización de la vida pública, el código de trabajo [tan solo ciertas reformas del texto] y las finanzas para el presupuesto de 2018. Hay otras cuestiones en el cajón, como el aprendizaje, la formación profesional y el paro, que ya se está debatiendo, pero ni siquiera hay hoy un proyecto de ley", señalan desde el iFRAP.

Ya fueron aprobadas las disposiciones de la reforma laboral relativas a lo que el Gobierno defiende como una flexibilización del rígido código actual, sobre las indemnizaciones por despido, sus causas o la organización del diálogo en el seno de la empresa. Pero aún falta la cuestión de la formación y el paro, en standby hasta principios de 2018. La contestación popular sonó como una lluvia de fondo, pues el Gobierno las puso "en marcha" por decreto, el movimiento social se desinfló y la oposición no fue capaz de crear un discurso creíble para atacar la política de Macron

Para el politólogo Olivier Rouquan, autor de En finir avec le Président! (¡Acabar con el presidente!), la velocidad e intensidad de las reformas "llega en un momento en el que los indicadores económicos son positivos, su imagen mejora y quiere aprovechar esto como catapulta". En esta actitud que el propio Macron prodigaba en su última entrevista televisada ("hay que hacer lo que hay que hacer y hay que hacerlo rápido", dijo), entran en juego su particular estilo, que muchos consideran arrogante, pero también el contexto del país.

"El cansancio de las organizaciones sindicales y partidos políticos hace que la opinion publica esté a la espera y le de una oportunidad. No hay un bombardeo, como sucedió con Hollande. También el hecho de que los grandes grupos de interés sean favorables al poder actual fomenta este reparto de fuerzas", recuerda Rouquan.

Incluso el propio Ejecutivo presume de esta facilidad con la que han pasado sus "transformaciones", algunas de ellas planteadas como retos imposibles para Hollande o Sarkozy. "Todos los temas calientes que podrían habernos explotado en la cara pasan sin problema. Podemos decirlo, ¡somos muy buenos! ", comentaba un consejero del Elíseo en Le Monde, demostrando que la soberbia que le achacan a Macron se ha contagiado al resto del equipo.

Uno de los aspectos que sirve de ejemplo de la manera macroniana de gestionar el país es que el presidente tiende a pasar por encima de sus ministros en decisiones como el nombramiento de directivos de la Administración. Les entrevista directamente sin la presencia del representante de la cartera pertinente. "La Administración no debería estar en contacto directo con el presidente, está bajo la responsabilidad de los ministros", le dijeron a Sarkozy cuando trató de hacerlo. A Macron esto no le preocupa en demasía, aunque el precio lo están pagando sus ministros, prácticamente desconocidos, y su primer ministro, Edouard Philippe, cuya autoridad parece a veces pisoteada por un omnipresente jefe del Estado.

La tranquilidad de los mercados

La economía crece a 0,5% y el paro baja ligeramente, manteniéndose por debajo del 10%. El mérito, claro está, no puede ser aún de Macron, aunque sí la tranquilidad de los mercados.

"Las mejoras que tenemos hoy vienen de las medidas de Hollande y de una recuperación de la confianza vinculada al hecho del cambio de Gobierno y la imagen internacional que ofrece de Macron", opina Verdier-Molinié, para quien las reformas deberían ir aún más rápido. Este think tank, de corte abiertamente liberal, lamenta que la reforma de las jubilaciones se haya aplazado hasta 2019 y reclama mayores reducciones fiscales para las empresas, como "única forma de crear empleo".

¿Y los reproches a Macron por ser "un presidente de ricos"? "Esto es una estupidez", dice Molinié, que espera que no se confirme la supresión del impuesto de vivienda para el 80% de los hogares, una de las medidas más populares del centrista y, de momento, la única capaz de invertir la tendencia contra ese "presidente de los ricos", que le sigue costando el rechazo de las clases populares.

"He oído las voces que me han dicho que no hacemos suficiente por las personas más humildes o las banlieues. Por ello, hemos lanzado iniciativas y tomaré medidas concretas para ir más allá", dijo Macron durante la entrevista en France 2, el pasado 17 de diciembre. Estas deberán empezar a llegar cuando Macron pueda permitirse pensar en la segunda parte de su mandato, inclinado hacia la reelección.

La próxima batalla de la izquierda

En su intento por escapar de las divisiones políticas entre izquierda y derecha, Macron sitúa en la oposición a "todos aquellos que opinan que el país debería cerrarse sobre sí mismo", y se muestra dispuesto a escuchar sólo a aquellos que ofrecen un proyecto.

Por este motivo, la educación, otro de los grandes sectores donde se anuncian reformas, se ha convertido en el nuevo estandarte de la oposición por el lado izquierdo. La reforma de la Universidad, que se implantará en 2018, acabará con el acceso a los estudios superiores mediante un sistema de sorteo que masifica ciertas carreras de manera desigual y, que no sólo no elimina las diferencias sociales, sino que las acentúa.

Para acabar con esto, se pondrá en marcha un sistema de "preselección" -palabra que el Gobierno evita- y varios requisitos previos para la orientación de alumnos que, por ejemplo, entran en Biología sin haber estudiado Ciencias durante el Bachillerato. El hecho, sin embargo, de hablar de "preselección" y cuestionar la universalidad de la educación, promete convertir la cuestión en el nuevo caballo de batalla de Mélenchon, que se reconoció derrotado en la lucha contra la reforma laboral.

La popularidad de Macron también ha aumentado ligeramente en el último trimestre del año al levantarse el estado de emergencia. Éste ha sido sustituido por una ley antiterrorista que autoriza prácticas hasta ahora sólo permitidas en estados de excepción, como rebajar las condiciones para el registro y el arresto domiciliario, y un control de identidad más exhaustivo cerca de la frontera o en zonas de transporte internacional, como estaciones de tren y aeropuertos. Otra ley criticada por la izquierda, que pasó sin mayor inconveniente gracias a la mayoría del partido de Macron en la Asamblea Nacional. En Francia vuelve a haber un Rey Sol. Se llama Emmanuel Macron.



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