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Los separatistas de Cataluña: en el exilio, en la cárcel… ¿en el poder?

2018-01-06

Después de una elección apretada, los políticos por lo general  sobre de...

Raphael Minder

Después de una elección apretada, los políticos por lo general  sobre de cómo formar un gobierno de coalición. Sin embargo, la discusión que ha seguido a las elecciones regionales en Cataluña es más fundamental que la mayoría.

Todavía no está claro quién podría dirigir físicamente el siguiente gobierno de esta inquieta región española: las conversaciones sobre la coalición incluyen a líderes que están o en un exilio autoimpuesto o en la cárcel.

Es posible que los jueces españoles tengan la última palabra cuando determinen si los políticos separatistas son elegibles para un puesto en el gobierno aunque estén esperando un juicio por cargos de sedición y rebelión tras la declaración unilateral de la independencia de Cataluña en octubre.

El viernes, la Corte Suprema de España rechazó una apelación presentada por Oriol Junqueras, líder del partido separatista Esquerra Republicana, quien buscaba pagar una fianza después de dos meses en una cárcel de Madrid.

“Aún estamos en una situación de completa incertidumbre, en la que desafortunadamente los asuntos políticos y judiciales se están mezclando, pues el sistema judicial español tendrá una influencia muy fuerte en el resultado político”, dijo Pablo Simón, profesor de Política en la Universidad Carlos III de Madrid.

Incluso aunque se hubiera liberado a Junqueras, su reclamo de convertirse en el dirigente de Cataluña habría chocado contra el del exgobernante de la región, Carles Puigdemont, cuyo remodelado partido ganó de manera inesperada la mayoría de los escaños entre las agrupaciones separatistas en las votaciones del 21 de diciembre.

Desde Bélgica, Puigdemont reclama su derecho a reelegirse, sin especificar si planea regresar a Cataluña.

Apareció en Bruselas a finales de octubre, junto con otros miembros del que fuera su gabiente, poco después de que Rajoy respondió a la declaración de independencia destituyéndolos de sus cargos y tomando el control de Cataluña.

Carles Puigdemont, en video a través de un enlace, en una manifestación realizada el mes pasado en Barcelona. Logró un sorprendente éxito electoral, a pesar de haber hecho campaña desde Bruselas, donde se dejó ver poco después de ser destituido como el dirigente de Cataluña. Emilio Morenatti/Associated Press

Entonces Rajoy convocó unas repentinas elecciones regionales con la esperanza de que los votantes catalanes rechazaran definitivamente la independencia. Lo que sucedió, por el contrario, fue que los tres principales partidos separatistas ganaron 70 de los 135 escaños en el parlamento catalán, con el 47,5 de los votos: casi la misma proporción que lograron en las elecciones anteriores, las de 2015.

Aunque los separatistas conservaron por un margen estrecho la mayoría parlamentaria, sus cifras totales pueden no ser suficientes, pues ocho de sus setenta legisladores elegidos están o bien en una cárcel en Madrid o bien en Bélgica junto con Puigdemont y se rehúsan a regresar a España y arriesgarse a que se les procese.

Puigdemont está exigiendo garantías a las autoridades españolas para retomar su papel como el dirigente legítimo de Cataluña. Después de las elecciones del 21 de diciembre, solicitó reunirse con Rajoy para negociar fuera de España, lo que este rechazó.

Luego, el presidente de Gobierno español describió como “absurda” la idea de que Puigdemont pudiera gobernar de alguna manera Cataluña desde Bélgica.

Cuando los partidos separatistas se encontraron en un punto muerto poselectoral hace dos años, Puigdemont, exalcalde de la ciudad catalana de Girona, surgió como el candidato mayoritariamente aceptado. Sin embargo, ahora sus problemas legales, aunados a su éxito electoral, lo han lanzado a un papel muy distinto, uno en el que podría convertirse en un obstáculo para la formación de un nuevo gobierno.

“La gran paradoja es que el mes pasado Puigdemont resultó ser un activo electoral sorprendente, que se las arregló para dirigir a su partido casi solo desde Bélgica, pero ahora sus declaraciones complican todo”, dijo Simón.

El parlamento catalán se reunirá de nuevo el 17 de enero, de acuerdo con la agenda de Rajoy, y luego votará por un nuevo gobierno. No está claro quiénes estarán sentados en el hemiciclo ni si los separatistas inelegibles tratarán de pasar sus escaños a candidatos sustitutos.

Incluso si los separatistas pueden salvar este gran obstáculo, pueden batallar para encontrar el camino hacia adelante tras cuatro meses de agitación política que incluyeron un referéndum inconstitucional y un torpe intento de declarar la independencia.

El más pequeño de los partidos separatistas —Candidatura de Unidad Popular, de extrema izquierda— insiste en que Cataluña puede separarse de España unilateralmente, lo que podría apartarlo de otros partidos que han sido más cautelosos respecto de sus planes.

“Lo que suceda ahora con el movimiento de independencia depende de varias cosas que desconocemos, pero quizá sobre todo de Puigdemont, un líder cuya característica principal es ahora el ser completamente impredecible”, dijo Josep Ramoneda, un columnista político.

Después de volar a Bélgica, dijo Ramoneda, Puigdemont “puede hablar cuanto quiera sobre su legitimidad, pero también está tratando de zafarse de una situación personal muy difícil”. Describió los esfuerzos de Puigdemont de obligar a Rajoy a llegar a un acuerdo negociado como “fantasía pura”.

De hecho las elecciones catalanas pudieron haber dado a Rajoy menos libertad para maniobrar, pues su Partido Popular quedó en último lugar. En contraste, el que ganó individualmente más votos fue otro partido unionista, Ciudadanos, de cuyo apoyo en Madrid depende el propio gobierno minoritario de Rajoy.

A menos que los separatistas sucumban ante sus tensiones internas y problemas legales, esa victoria solo hará de Ciudadanos la oposición más grande en Cataluña. Pero en efecto le da al partido la oportunidad de elevar la presión sobre Rajoy y fortalece su intención de erigirse en medio del conflicto como el paladín de la soberanía española.

“Lo único que mantiene a Rajoy en el cargo ahora no es su propia fuerza, sino las debilidades de sus oponentes”, dijo Ramoneda.

Mientras los políticos pelean, los jueces españoles no han dado muestras de suavizar su postura hacia los separatistas españoles, aunque eso pudiera ayudar a destrabar el punto muerto político.

Los expertos legales españoles han defendido el procesamiento de los separatistas por desobediencia civil, pero no están de acuerdo sobre si los cargos podrían incluir la rebelión, que implica una sentencia máxima en prisión de treinta años.

En su artículo de esta semana en el periódico El País, José María Ruiz Soroa, un abogado, argumentó que el callejón sin salida en Cataluña ha permitido que el sistema judicial tome un papel estelar y lleve a cabo “una mutación radical de las reglas del juego constitucional español” al penalizar el impulso independentista.

Según sus abogados, durante su apelación Junqueras les dijo a los jueces de la Suprema Corte que él era un “hombre de paz”, que abrazaba los valores cristianos y el diálogo. Sin embargo, el viernes los jueces votaron unánimemente por mantenerlo en prisión.

Su conducta como exvicepresidente de Cataluña, según la sentencia de los jueces, había mostrado que Junqueras quería forzar la independencia de Cataluña y que estaba dispuesto a respaldar “episodios de violencia predecibles y altamente probables para alcanzar su objetivo”.



JMRS