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La Luna es un Testigo Franco

2007-02-22

ciencia@nasa

La Luna podría tener un registro de las catástrofes causadas por impactos de asteroides en nuestro planeta. 

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Tome unos binoculares y examine lentamente la rugosa faz de la Luna. Está cubierta de miles de hoyuelos, cráteres causados por el impacto de asteroides y cometas interplanetarios. La Tierra es un blanco mucho más grande, y, sin embargo, aparenta tener muy pocas de estas gigantescas cicatrices. ¿Se ha preguntado alguna vez porqué? Es tan raro encontrarlos, que el impecable cráter del Meteoro Barringer, en Arizona, Estados Unidos, es una atracción turística. ¿Será que la Tierra ha tenido suerte esquivando tan pesada artilleria?

No. A traves de la historia del Sistema Solar, la Tierra ha sido bombardeada inclusive mucho más de lo que lo ha sido la Luna. Pero la Tierra se mantiene tan activa geológicamente que los terremotos, erupciones volcánicas, y los cambios climáticos que nos parecen ya tan familiares, continuamente están aplastando, derritiendo y moldeando su corteza. Es decir, la Tierra destruye sin tregua la evidencia de su pasado, incluyendo la evidencia de antiguos impactos. Casi todos los cráteres terrestres que han sido identificados -solo 170 hasta el momento- muestran haber estado sujetos a tanta erosión que cualquier pista importante sobre su origen ya se ha borrado.

Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con la Luna. De acuerdo con Paul Spudis, un científico planetario adjunto del laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkins, una de las motivaciones más importantes que tiene la NASA para regresar a la Luna es precisamente aprender más sobre la Tierra.

"La Luna es un ‘plato testigo' para la Tierra", declara Spudis, tomando prestado tal término del area de la investigación de armas. Cuando los científicos quieren medir el tipo, cantidad y patrón de daño ocasionado por una explosión, ellos ensamblan, cerca de donde ocurrirá la explosión de prueba, estos platos testigos, blancos de diagnóstico hechos de varios materiales para de esta forma registrar el impacto de la metralla y la cantidad de radiación producida en el evento.

"Ambas, la Tierra y la Luna, ocupan la misma posición en el sistema solar", explica Spudis. "No obstante, mientras la Tierra es un planeta altamente dinámico, la Luna es en cambio un mundo fósil sin atmósfera. De modo que la Luna conserva una especie de registro de las etapas tempranas del sistema solar; un registro histórico que ya no puede ser leído mirando la Tierra".

Esto no es solo especulación. A principios de la década de los 70, los astronautas de las últimas tres misiones Apolo (15, 16 y 17) trajeron consigo muestras cilíndricas de terreno lunar obtenidas taladrando el terreno en tres lugares distintos en la Luna. Los instrumentos tubulares perforaron el regolito lunar (la capa de polvo y roca suelta que cubre la Luna) hasta alcanzar 2 metros de profundidad.

"Las muestras extraídas por estos instrumentos resultaron tener una edad aproximada de dos mil millones de años, y aparentan no haber experimentado cambio alguno durante ese periodo de tiempo", dice Spudis. Pero la mayor sorpresa ha sido revelada recientemente por el análisis llevado a cabo con esas muestras. "El regolito lunar atrapa partículas provenientes del viento solar. Y las muestras cilíndricas de regolito lunar revelan que hace dos mil millones de años el viento solar tenía una composición química distinta a la que tiene hoy en día. No tenemos todavía una explicación satisfactoria para esto dentro de la teoría solar, pero es un descubrimiento muy importante, que pudiera ayudarnos a entender la formación de la Tierra -y también la evolución de las estrellas".

Derecha: El astronauta de la misión Apolo 16, Charlie Duke (se muestran sus pies), dirige un tubo de extracción de muestras profundas en el regolito lunar.

Otra gran interrogante que pudiera ser contestada regresando al plato testigo de la Luna es la causa de las repentinas extinciones en masa -de varias formas de vida- que marcan el final de distintas eras geológicas en la Tierra.

La más famosa es la llamada extinción K-T que culminó con la desaparición de los dinosaurios hace más de 65 millones de años, marcando el final de la era Mosozoica (la era de los reptiles) y el comienzo de la era Cenozoica (la era de los mamíferos). El grueso de la información obtenida hasta el momento sugiere que un asteroide de 10 km de ancho aproximadamente, golpeó la Tierra, creando cambios climáticos catastróficos que ocasionaron la desaparición de las plantas verdes fotosintéticas, y causando que la mitad de todas las criaturas terrestres vivientes murieran de hambre. De hecho, el lugar de impacto de este asteroide -el Cráter de Chicxulub- ha sido identificado en la Península de Yucatán en México, y mide cerca de 258 kilómetros (160 millas) de diámetro.

Existe evidencia en el registro fósil de que tales impactos ocurren periódicamente, "una vez cada 26 millones de años", dice Spudis. "No todo el mundo está de acuerdo con esto, pero yo creo que la evidencia es bastante condundente".

Pero, ¿porqué pudiera estar ocurriendo esto? "¡Algunas teorias al respecto parecen bastante alocadas!": Podría ser que el sol tuviese una compañera estelar obscura y distante que, periódicamente, perturbase la Nube de Oort, causando la caída de cometas hacia la Tierra. O quizás el Sistema Solar podría estar moviéndose todo junto hacia dentro y hacia afuera del plano de nuestra galaxia -la Vía Láctea- ocasionando con esto episodios periódicos de bombardeo.

Sin embargo, antes de emocionarnos demasiado con alguna de estas teorías, "necesitamos establecer si esto es lo que en realidad está ocurriendo", advierte Spudis. ¿Está la Tierra siendo sujeta, verdaderamente, a un bombardeo periódico? Nuevamente, la Luna tiene la respuesta: un estudio del suelo de varios cientos de cráteres lunares podría validar o negar la hipótesis del período de 26 millones de años. "Tenemos que estudiar muestras del material que se derritió por causa del impacto, y determinar las edades de los cráteres".

En todo caso, parecería que la Luna es el más confiable -y más franco- testigo de la historia de la Tierra.



AAG

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