Internacional - Población

Vivir en el extremo norte de Israel: calma tensa en la frontera con el Líbano

2018-02-23

La zona fronteriza está absolutamente vallada y es casi infranqueable, repleta de postes con...

Joan Mas Autonell

Metula (Israel), 23 feb (EFE).- "La guerra de 2006 fue muy dura, estuvimos bajo un fuerte ataque", cuenta Betzalel Lev-Tov dentro del refugio antiaéreo número 4 del kibutz Misgav Am, una comunidad agrícola de 350 habitantes situada en un monte del extremo norte de Israel, justo al lado de la frontera con Líbano.

"Por un lado, la artillería israelí disparaba hacia Líbano. Por el otro, Hizbulá disparaba a Israel. Nosotros estábamos aquí, atascados en medio", dice el miembro del kibutz, que desde hace más de 40 años vive en los límites septentrionales de la Alta Galilea, una región denominada popularmente como el "dedo" de Israel.

El acceso a Misgav Am es por una carretera que sigue un tramo de la Línea Azul, la delimitación entre territorio libanés e israelí que hizo Naciones Unidas el año 2000, después de que el Ejército de Israel se retirara del territorio que ocupaba en el sur del Líbano.

La zona fronteriza está absolutamente vallada y es casi infranqueable, repleta de postes con cámaras de vigilancia para controlar que nadie cruce los lindes entre ambos países.

Líbano e Israel no mantienen relaciones diplomáticas, formalmente están en guerra y a día de hoy, después de varios conflictos armados, no han establecido aún un alto al fuego permanente.

En 2006, un último gran conflicto enfrentó a Israel y la milicia chií libanesa Hizbulá, con una guerra abierta que causó la muerte de 1,200 libaneses, en su mayoría civiles, así como de 162 israelíes, en gran parte militares.

Sin embargo, según Lev-Tov, desde la contienda de 2006, "la situación está muy calmada". Más allá de incidentes puntuales, durante los últimos 12 años no hubo escaladas militares graves en el área fronteriza.

Aún así, la tensión es constante. "Somos civiles, pero vamos armados, y tenemos derecho a disparar si algún intruso entra en el kibutz", afirma Lev-Tov haciendo referencia a Hizbulá, a quién al igual que Estados Unidos, el Gobierno israelí considera una organización terrorista, bajo influencia directa de su enemigo acérrimo, Irán.

Desde su colina, Misgav Am tiene un mirador con vistas privilegiadas al país vecino.

Al otro lado de la frontera, en la cima de un monte cercano, ondea una bandera de Hizbulá. Según establece la ONU, el grupo chií no tiene presencia armada en el sur del Líbano, pero una parte los civiles de la zona simpatizan con la organización.

En caso de ataque, la comunidad de Misgav Am tiene más de 30 búnkeres para protegerse.

"Tenemos experiencia para reaccionar rápidamente y llevar todos los niños a los refugios", detalla Lev-Tov en un parque infantil del kibutz, al lado de una estructura de hormigón antiaérea con paredes decoradas con dibujos de La Sirenita.

Para Claire Lishanski, residente desde hace décadas en Metula, el último pueblo del septentrión israelí que delimita con Líbano por norte, este y oeste, "vivir al lado de la frontera es la normalidad".

Sin embargo, "nunca sabes cuando podría estallar un nuevo conflicto", añade Lishanski, que regenta un hotel-restaurante familiar fundado en 1936, antes de la creación del Estado israelí.

Su familia, procedente de Rusia, se instaló en Metula a finales de siglo XIX, en una de las primeras oleadas de inmigración judía que llegaron a Palestina.

Esta mujer cree que su familia tiene una vida próspera en la comunidad, "pero la seguridad es un grave problema", asegura, y ve con buenos ojos el plan del Gobierno israelí de construir una nueva barrera de separación con el Líbano.

"Hizbulá ha ganado mayores capacidades durante los últimos años y podría intentar ocupar los pueblos israelíes a lo largo de la frontera", asegura Kobi Maron, general retirado del Ejército israelí y experto en defensa, que sostiene que la seguridad de Israel está en juego.

Según el militar, la barrera estará en territorio israelí y será una combinación de "vallas, tecnología avanzada y muros" que, asegura, serán obstáculos para evitar que Hizbulá pueda cruzar.

Sin embargo, para Andrea Tenente, portavoz de la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (FINUL), "pese a los discursos belicistas, la situación sobre el terreno es de calma y estabilidad".

En opinión del miembro de FINUL, una misión con 10,500 cascos azules, incluidas tropas españolas, que patrullan día y noche la frontera libanesa-israelí para mantener el cese de hostilidades entre ambos países, "el sur del Líbano ha vivido una de las etapas más tranquilas de su historia reciente en los últimos doce años".

"Retórica y realidad son diferentes", insiste Tenente, que considera que a día de hoy ninguna de las partes está interesada en iniciar un nuevo conflicto armado.



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