Vuelta al Mundo

China reafirma su protagonismo en la crisis coreana

2018-04-04

Algunos dijeron que Pekín podría observar con calma y expresar su apoyo a las...

CRISIS GROUP | Política Exterior


Cuando el 26 de marzo el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, se desplazó en secreto a Pekín en un tren blindado para celebrar reuniones no oficiales con Xi Jinping, China tomó posesión del escenario donde se representa el drama de la península coreana. Probablemente, al mismo tiempo China también dio a su truculento vecino inestimables garantías y una palanca de negociación para las próximas conversaciones sobre su programa nuclear.

En marzo, durante unas pocas semanas, pareció que China, preocupada por sus disputas políticas internas y por las reformas emprendidas, había sido dejada de lado por el remolino de la diplomacia olímpica coreana. La hermana de Kim Jong-un acaparó los focos en los JJOO de invierno de Pyeongchang; enviados del presidente surcoreano, Moon Jae-in, cenaron con el propio Kim en la capital de la República Popular Democrática de Corea (RPDC); finalmente, esos mismos enviados revelaron que el presidente estadounidense, Donald Trump, había aceptado una invitación para conocer a Kim Jong-un “antes de mayo”.

Cualquier ilusión de que China estaba siendo ignorada, sin embargo, se desvaneció con la visita de Kim Jong-un.

Antes de la reunión, autoridades y analistas chinos confiaban en que su país tendría que participar en cualquier esfuerzo para resolver la disputa en la península de Corea. Algunos dijeron que Pekín podría observar con calma y expresar su apoyo a las negociaciones y a la implementación del enfoque freeze-for-freeze que defiende desde hace tiempo (Crisis Group también respalda una variante del freeze-for-freeze, que de hecho se observa desde principios de enero). Cualquier tipo de negociación parecía preferible al caos o a la guerra.

Incluso así, en privado a muchos les preocupaba que China fuese excluida de las conversaciones y sus intereses, ignorados. Cuando se conocieron las noticias sobre la reorganización del gabinete en Washington, hubo una especie de ansiedad diferente: halcones como John Bolton, que siempre han abogado por la guerra contra Corea del Norte, podrían plantear conversaciones para fracasar y crear un nuevo predicado en torno a soluciones de fuerza. Evidentemente, Xi no quería arriesgarse y recibió rápidamente a Kim. Pero, aunque el protocolo diplomático requería que China lanzara la invitación, es difícil decir a qué parte le interesaba más el encuentro. Consultar a Pekín también le iba bien a Kim.

Encontrarse con el líder chino antes que con cualquier otro es una tradición de la familia Kim que, como lo indica la cobertura general de la reunión en la televisión nacional de Corea del Norte, proporciona una fuente de legitimidad nacional para el líder norcoreano. En 2000, el padre de Kim Jong-un, Kim Jong-il, hizo el mismo viaje en tren a Pekín, marcando el final de un proceso a menudo violento de consolidación del poder en Pyongyang y el comienzo de un período de intensa diplomacia que incluiría cumbres con los líderes de Corea del Sur, luego con Rusia y, finalmente, Japón. Las imágenes de Kim padre reuniéndose con Jiang Zemin como un igual fueron publicitadas en todo el mundo. Aparecer con Xi Jinping supone lo mismo para Kim Jong-un, ayudando a burñir su posición dentro del país e impulsando las reuniones primero con el presidente Moon en la ciudad donde se firmó la tregua de la guerra de Corea, Panmunjom, el 27 de abril, y luego, si sigue adelante, con el presidente Trump. Con una reunión con el líder chino de turno bajo el brazo de Kim, las siguientes ahora parecen más probable.

Los vínculos norcoreanos con Pekín se han desgastado en los últimos años. Al comenzar a repararlos, Kim pule su nueva ofensiva carismática, potencialmente interrumpe la coordinación sino-estadounidense y sino-surcoreana, y podría ganar incentivos económicos y un alivio parcial y discreto de las sanciones. Desde la perspectiva de Kim, China es el eslabón de la cadena de aplicación de las sanciones que se puede romper más fácilmente. Si bien el actual gobierno de Corea del Sur puede estar interesado en ofrecer incentivos económicos para persuadir a Corea del Norte de que se comprometa, aquel afronta obstáculos políticos mucho más altos para hacerlo y además no tiene los bolsillos tan profundos.

Para China, es el momento oportuno. Ha habido un debate amplio y divisivo en sus círculos políticos sobre cómo manejar el dossier norcoreano, lo que lleva a un cierto grado de parálisis. Pekín aceptó oleada tras oleada de sanciones del Consejo de Seguridad principalmente porque Pyongyang estaba ignorando flagrantemente sus intereses de seguridad, pero también porque eran la continuación lógica de un statu quo tolerable y el camino de menor resistencia bajo la implacable presión estadounidense. Además, Xi ha estado preocupado por una serie de reuniones y maniobras del PCCh y del gobierno que formalizaron y perpetuaron su control del poder y propiciaron una reorganización masiva del gobierno.

Ahora Xi, con su autoridad incuestionada, un nuevo equipo de política exterior, su equipo, y una inminente cumbre entre la RPDC y la República de Corea, ha aprovechado el momento para reafirmar el papel fundamental de China en la gestión de las tensiones intercoreanas. Las agrias relaciones y una guerra comercial con EU probablemente también influyeron en sus cálculos. Corea del Norte está lejos de ser el títere de China, pero es una carta importante que Pekín tiene que jugar en la intensificación de su competencia estratégica con Washington.

En un informe inusualmente detallado, la agencia de noticias estatal Xinhua dijo que la reunión era “no oficial” y una “elección estratégica”, y que Kim llegó a Pekín por “responsabilidad moral”, lo que indica que las relaciones son frías pero se pueden arreglar. Según ese informe, Xi también le dijo a Kim qué debe hacer ahora si quiere la ayuda de China: reunirse regularmente con los responsables políticos, comunicarse rápido y con frecuencia, priorizar el desarrollo económico, promover intercambios interpersonales y acordar la desnuclearización de la península de Corea como un objetivo a largo plazo. Una propuesta china que no figura en el informe de Xinhua puede haber sido para albergar algunas próximas reuniones. De manera simbólica, pero también en la práctica, eso consolidaría la posición del Imperio del Medio.

Si Xi se sale con la suya, para fin de año las conversaciones en la península coreana podrían volver a un marco de diálogo conformado por China. Corea del Norte se convertiría en un problema difícilmente manejable pero no en una amenaza inminente, la desnuclearización sería un objetivo político lejano, y las sanciones se convertirían en una válvula ajustable para controlar la presión sobre Pyongyang. Orden bajo el cielo, desde la perspectiva de China. Pero aunque esta sea la ruta preferida de Pekín, el camino por recorrer es mucho menos seguro que el que llevó al líder de la RPDC a su primera cumbre, y muchos factores podrían hacer descarrilar a la diplomacia, en particular los propios Kim Jong-un y Donald Trump.


 



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