Tras Bambalinas

Theresa May juega a la ruleta rusa para recuperar su liderazgo

2018-04-17

El líder laborista Jeremy Corbyn condenó sin paliativos la operación militar...

CARLOS FRESNEDA | El Mundo

Theresa May ha decidido jugar a la ruleta rusa y está sacando el máximo provecho político. Desde que pronunció por primera vez la palabra 'novichok', la premier ha subido enteros entre los británicos poniendo a Moscú en la mirilla y proyectando como nunca antes su imagen de líder internacional, reforzada por su 'alianza' con Trump y Macron durante la operación aérea en Siria.

El Brexit ha desaparecido milagrosamente de los titulares, desplazado por la retórica anti-Rusia y por un rearme patriótico que empieza a dar sus frutos en las encuestas. May ha vuelto a marcar distancias frente a Jeremy Corbyn, tildado por Boris Johnson como "el tonto útil de Putin".

La ventaja de la premier sobre el líder laborista, que se había desvanecido por completo durante meses, vuelve a dispararse a 13 puntos. El bache entre ambos se abre hasta los veinte puntos (46% frente a 26%) ante la pregunta del momento: "¿Quién es mejor líder ante una crisis internacional?".

Todo lo ocurrido desde el 4 de marzo, cuando el ex espía Sergei Skripal y su hija Yulia fueron intoxicados con un agente nervioso en Salisbury, ha contribuido a recomponer la imagen de la líder conservadora, justo un año después de laconvocatoria de las elecciones anticipadas en las que perdió la vitola de líder "fuerte y estable".

Acusaciones a Rusia

Fue en el Parlamento donde May lanzó su dedo acusador contra Vladimir Putin por el caso Skripal, como anticipo de la ofensiva internacional que culminó con la expulsión de los diplomáticos. Y fue de nuevo el lunes, en la Cámara de los Comunes, cuando la premier justificó los bombardeos en Siria "por el interés nacional", recalcando por activa y pasiva que los ataques del régimen de Asad cuentan "con el apoyo de los rusos".

May acusó directamente a Rusia de "obstruir" la investigación sobre el ataque a Duma. "El régimen (de Asad) y los rusos están evitando que los investigadores de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas lleven a cabo su misión", declaró May en la Cámara de los Comunes.

La premier culpó también a los rusos del veto sistemático en el Consejo de Seguridad de la ONU, y aseguró que esa postura dejó sin alternativas a los aliados a la hora de lanzar la operación militar contra los laboratorios y las instalaciones de armas químicas de Asad.

"Necesitábamos intervenir rápidamente para evitar un sufrimiento humano aún mayor", declaró May, que recalcó que el ataque fue una respuesta "limitada" y que el objetivo no es inferir en la guerra civil de Siria o propiciar el cambio de régimen.

"No seguimos las órdenes de los americanos, sino que actuamos en nuestro interés nacional", insistió la líder conservadora, en el momento de defender la "legalidad" de la operación y justificar la celeridad con la que autorizó la participación de los aviones de la RAF, sin contar con la autorización del Parlamento.

"Lo hicimos porque era lo que debíamos hacer", agregó May. "Y no estuvimos solos, sino que contamos con un amplio apoyo internacional... Es nuestro interés nacional evitar el uso futuro de armas químicas en Siria, y defender el consenso global de que este tipo de armas no deben usarse".

Corbyn, debilitado

El líder laborista Jeremy Corbyn condenó sin paliativos la operación militar como "errónea y descabellada". Corbyn acusó a May de contribuir a "la escalada militar" y pidió advirtió del "riesgo de una confrontación directa con Rusia".

"El ataque ha sido o puramente simbólico (con la demolición de edificios que ya estaban vacíos) o un anticipo de una operación más amplia", advirtió el líder laborista. "Ninguna posibilidad ofrece el final de la guerra o la posibilidad de salvar vidas, más bien lo contrario".

"Este es el momento de un liderazgo moral y político, y no el de respuestas militares viscerales", agregó Corbyn, que acusó a May de seguir impulsivamente "la política de Twitter" de Donald Trump y reclamó una ley de poderes de guerra para evitar futuras acciones militares del Gobierno sin el consentimiento parlamentario.

El debate parlamentario se prolongó durante varias horas, en un tono menos crispado que el que se presagiaba. Theresa May accedió a responder personalmente a una batería de preguntas de los diputados, incluidos varios de su propio partido, pero se negó a la posibilidad de un voto parlamentario que pudiera comprometer futuras acciones militares en Siria si Asad vuelve a usar armas químicas contra su población.

La premier salió aparentemente reforzada tras su intervención, pese a las encuestas que revelan que la mayoría de los británicos (40% frente a 36%) se oponen a los bombardeos en Siria. Una mayoría aún más amplia (54% frente a 30%) opina que la premier debería haber contado con la autorización previa del Parlamento antes de dar el visto bueno a la operación militar.

Con el foco en la escena internacional, y con Rusia como el blanco de todas las iras, May ha logrado dejar temporalmente en segundo plano las dificultades del Brexit y afronta el próximo escollo (las elecciones locales del 3 de mayo) en una posición bastante más sólida de lo que se esperaba, en contraste con los problemas que ha arrastrado Jeremy Corbyn en las últimas semanas.

El líder laborista ha sido tildado de "traidor" y "vasallo del Kremlin", atacado también por el flanco del antisemitismo que no cesa en su partido. La postura tibia de Corbyn ante el caso Skripal, pidiendo cautela ante Moscú hasta tener toda la evidencia, le está pasando factura en este clima de patriotismo renovado y alimentado incesantemente por la prensa conservadora, que tal día como ayer titulaba: "Reino Unido se prepara para la 'ciberrevancha': miedo a las represalias de Putin por los ataques a Siria" ('The Daily Mail').



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