Agropecuaria

Experto deja en manos de los productores elegir entre tradición o modernidad

2018-05-08

"Dejemos a los agricultores que elijan" cómo realizar su actividad, apuntó...

Belén Delgado


Roma, 8 may (EFE).- Los agricultores son los que deben elegir entre usar prácticas más tradicionales o modernas para que no haya conflictos en la lucha contra el hambre, explicó hoy a Efe Shenggen Fan, director de un reconocido centro de investigación.

El responsable del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), con sede en Washington, explicó durante una visita a Roma que "la mayoría de los pobres hambrientos son pequeños agricultores, no producen lo suficiente para sus familias" y deberían recibir ayuda para lograrlo.

Para los que no se dedican a la agricultura, Fan animó a aumentar sus ingresos con transferencias condicionadas de dinero de modo que puedan progresar y comprar alimentos.

En todo el mundo hay 815 millones de personas que pasan hambre, una cifra en aumento sobre todo por el impacto de la violencia y los desastres naturales.

"Dejemos a los agricultores que elijan" cómo realizar su actividad, apuntó el experto, para quien "no hay conflicto entre promover algunas tecnologías tradicionales y otras modernas".

El instituto que dirige, fundado en 1975 e integrado en el Consorcio de Centros Internacionales de Investigación Agraria (CGIAR), promueve la adopción de tecnologías para producir más con menos insumos.

La mecanización del campo, las variedades de alto rendimiento o las técnicas para ahorrar agua, energía y tierra, así como para optimizar el uso de fertilizantes y reducir las emisiones de carbono, son algunas de las propuestas incluidas en su catálogo de buenas prácticas.

Tras la llamada "Revolución Verde", que desde 1960 permitió incrementar los rendimientos de los cultivos a partir del uso intensivo de químicos y recursos naturales, el medioambiente y la biodiversidad quedaron seriamente dañados.

Por eso ahora, en palabras de Fan, hay que prestar atención a la protección ambiental y la conservación de la agricultura, produciendo alimentos nutritivos como legumbres, verduras y frutas, sin depender tanto de la combinación básica de arroz, trigo y maíz.

Entre sus sugerencias están el aumento de la productividad de las tierras cultivables (reduciendo la expansión a otras áreas y la deforestación) y pagar a los agricultores por preservar los recursos genéticos de las plantas.

"En México he visto cómo producen variedades tradicionales de maíz. Todavía pueden conservarlas, pero ¿quién les paga por eso? Guardan un tesoro para la humanidad, tiene que haber políticas para ayudarles o de otra forma todo eso desaparecerá", precisó.

El director general del IFPRI consideró que las reformas políticas también importan, pues "la gobernanza global ha fracasado y no funciona", a pesar de los tratados y acuerdos internacionales firmados para avanzar en cuestiones como la lucha contra el cambio climático o la conservación de la naturaleza.

El comercio y la globalización no tienen por qué ser malos, depende de cómo se trabaje, según Fan, quien subrayó que "los gobiernos tienen que asegurar que los pequeños agricultores también se benefician de las inversiones de grandes empresas extranjeras".

Para eso resulta necesario, añadió, garantizar los derechos sobre la tierra de los pequeños productores y la posibilidad de que compartan tecnologías, conocimientos y mercados.

"Las multinacionales pueden comprarles ciertos productos y venderlos en mercados internacionales siempre que les paguen un precio justo", argumentó Fan, que puso como ejemplo la venta mundial de flores etíopes en asociación con empresas holandesas.

Además, llamó a combatir con todos los medios el hambre y la malnutrición, que cada año cuesta entre un 5 y un 10 % del Producto Interior Bruto (PIB) global.

Las estimaciones sobre el coste de esa tarea varían: desde los 7,000 millones de dólares anuales calculados por el Banco Mundial, centrado en la desnutrición infantil, a los 265,000 millones de dólares de las agencias de la ONU, que toman también como objetivo la reducción de la pobreza.

Los estudios del IFPRI oscilan entre 11,000 millones de dólares al año, enfocados a los pobres que sufren hambre, y 52,000 millones, dirigidos más a la agricultura.

Fan insistió en la "alta rentabilidad" de tales inversiones: un solo dólar ofrece entre 16 y 30 dólares de ganancias de las que "se beneficia toda la sociedad", al estar en juego el futuro de las nuevas generaciones.



Jamileth
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