Internacional - Seguridad y Justicia

Los tiroteos en escuelas pueden tener un efecto dominó

2018-06-07

Los investigadores dicen que los tiroteos en escuelas se han convertido en el equivalente...

Manny Fernandez, Julie Turkewitz y Jess Bidgood

SANTA FE, Texas – Los motivos exactos por los que un adolescente armado les disparó a sus compañeros y maestros en la preparatoria Santa Fe el 18 de mayo siguen siendo un misterio. En cambio, su modelo para la ejecución es más claro.

El joven de 17 años vestía una gabardina negra y disparó una escopeta recortada, la misma ropa y la misma arma usadas por los dos chicos que mataron a doce estudiantes y un profesor en la preparatoria Columbine, en Colorado, en 1999.

Vestía una camiseta con la frase “Nacido para matar” en letras gruesas, parecida en diseño a las que usaban los atacantes de Columbine, que decían “Odio” y “Selección natural”.

Su rudimentario arsenal incluía latas de dióxido de carbono y cocteles molotov, dos tipos de explosivos que usaron los tiradores de Columbine.

La foto que publicó en Facebook de su gabardina mostraba un pequeño broche en forma de estrella color rojo con el símbolo comunista de la hoz y el martillo en el cuello, el mismo tipo de emblema que uno de los atacantes de Columbine había colocado en su bota.

No fue la primera vez que una preparatoria repentinamente rodeada de balazos y muerte se encontró buscando pistas en la simbología aleatoria del tiroteo masivo llevado a cabo hace casi veinte años y que se ha convertido, al parecer, en el estándar mediante el cual los jóvenes estadounidenses armados se miden a sí mismos.

El atacante de 20 años que mató a veintiséis personas en la escuela primaria Sandy Hook, en Connecticut en 2012, había creado una extensa hoja de cálculo sobre asesinatos en masa y recabó mucho material acerca de los atacantes de Columbine en su computadora, incluyendo lo que parecía una copia completa de la investigación oficial sobre ese tiroteo.

En su manifiesto, el estudiante de 23 años que disparó y mató a 32 personas en el tecnológico de Virginia en 2007 mencionó a los jóvenes varones armados de Columbine por sus nombres de pila y los describió como “nosotros, los mártires”.

El tiroteo del 18 de mayo en Santa Fe ofrece la prueba más reciente de un fenómeno que los investigadores han llegado a reconocer en los últimos años, pero que aún no pueden explicar: los tiroteos que ahora suceden con una inquietante regularidad en las escuelas de Estados Unidos son impactantes, perturbadores, trágicos y, al parecer, contagiosos.

Las entrevistas con funcionarios de la procuración de justicia, docentes, investigadores, estudiantes y la madre de un atacante, así como una revisión de los documentos de la corte, estudios académicos y los escritos de los asesinos o atacantes en potencia, muestran que el síndrome de imitación de tiroteos en escuelas se ha extendido y ha escalado de manera constante en los últimos años. Gran parte de ello puede rastrearse hasta los dos asesinos de Columbine, estudiantes de bachillerato antes comunes que se han ganado un oscuro estatus de héroes populares —sus seguidores son conocidos como “columbineros”— en los recovecos de internet, donde su masacre cuidadosamente planeada se recuerda, se estudia y, en algunos casos, incluso se celebra.

Los investigadores dicen que los tiroteos en escuelas se han convertido en el equivalente estadounidense del terrorismo suicida: no es solo una táctica, sino una ideología. Los jóvenes, muchos de ellos deprimidos, aislados o mentalmente trastornados, se sienten atraídos por la subcultura de Columbine porque la ven como una manera de atacar al mundo y obtener la atención de una sociedad que sienten que los maltrata, los ignora o no los comprende.

El 30 de mayo, las autoridades de Florida divulgaron un escalofriante video tomado con el celular del atacante de la escuela en Parkland. “Seré el próximo en llevar a cabo un tiroteo en una escuela en 2018”, dice. “Mi objetivo son al menos veinte personas, con una AR-15 y un par de municiones trazadoras”.

“Será un gran acontecimiento. Cuando me vean en las noticias sabrán quién soy”, continúa. Luego se le ve riéndose y cantando la frase: “Todos van a morir”.

El psicólogo Peter Langman elaboró un diagrama de atacantes masivos siguiendo el rastro de la influencia que ha tenido Columbine en más de treinta masacres en otras escuelas y otros lugares, desde California hasta Alemania. En el diagrama todas las ramas que se intersectan surgen de dos nombres: los de los asesinos de Columbine.

“Creo que hay un contagio”, dijo Sue Klebold, de 69 años, la madre de uno de los dos adolescentes armados del ataque en Columbine.

Klebold dijo que su hijo y el amigo de este ayudaron a establecer un modelo que ha conducido a jóvenes con depresión, ideas suicidas y otros problemas a creer que un tiroteo masivo es una ruta de escape. Una confluencia de fuerzas —incluyendo la cobertura mediática de los ataques, las redes sociales, la desconexión comunitaria y el fácil acceso a armas mortales, dijo— ha reforzado y extendido esa noción errónea.

“No lo hacemos intencionalmente, pero glorificamos a los atacantes al mostrar el daño que han hecho —todo el llanto, todas las sillas vacías— y para la gente con ira contenida eso es particularmente atractivo”, dijo Klebold.

Por otro lado, dicen los investigadores, el tejido de eventos y motivaciones que culminan en los tiroteos en las escuelas son inevitablemente más individuales y complejos que la simple imitación de crímenes.

“Quizá tomó la idea de la gabardina de Columbine, pero no el deseo de matar”, dijo James Alan Flox, profesor de Criminología en la Universidad Northeastern en Boston, quien estudia los tiroteos masivos. “Ver que otro hace algo no hará que una persona feliz decida tomar un arma y disparar a estudiantes”.

Aunque los llamados columbineros han sido un fenómeno frecuente en sitios web y grupos de conversaciones por internet, al parecer no hay duda de que los titulares en los periódicos y las fotografías de arrestos mostradas en televisión pueden convertirse en un poderoso factor de motivación.

Puede demostrarse que al mencionar a los jóvenes atacantes de escuelas hasta convertirlos en nombres comunes y perpetuar “el infame legado que desean” los medios inspiran más ataques, según informaron hace poco investigadores de la Universidad Western New Mexico. Ha habido crecientes llamados a no mostrar los nombres ni la biografía de estos atacantes en la cobertura en periódicos y televisión. The New York Times por lo general identifica a los perpetradores y ofrece una semblanza de ellos, pero para concentrar la atención en el asunto de los tiroteos en las escuelas y no en los atacantes mismos, este artículo no llama por su nombre a ninguno de ellos.

Varios de los sospechosos que han realizado o  han planeado tiroteos en escuelas no solo visten la misma ropa, leen los mismos libros y adoptan las mismas tácticas, sino que algunos incluso se han puesto en contacto con las víctimas de ataques previos antes de intentar ejecutar el propio.

Un joven de 18 años al que arrestaron en Vermont en febrero, acusado de planear un tiroteo masivo en su antigua preparatoria, había establecido contacto con una estudiante que conocía de Parkland, Florida, donde hubo un tiroteo en febrero, “porque quería saber cómo se había sentido y cómo era estar dentro de la escuela”, señala un reporte policiaco.

Klebold, la madre de uno de los atacantes de Columbine, dijo que le sorprende la cantidad de cartas que recibe de gente que se identifica con su hijo: “Hay chicas que escriben: ‘Quisiera poder tener un hijo de él’”; otros le dicen que para ellos su hijo es “heroico”. Incluso ver las imágenes del broche con la hoz y el martillo del tirador de Santa Fe —igual al que usaba su hijo, que había sido un regalo de un amigo de su padre que había ido a Rusia— fue doloroso para ella.

“Para mí fue como si este chico fuera mi hijo, una y otra vez”, dijo.



Jamileth
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