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López Obrador, de eterno retador a presidente de México

2018-07-02

El

Por Diego Oré

 

CIUDAD DE MÉXICO (Reuters) - Bajo el ardiente sol del trópico, la lluvia del sur y el frío del altiplano, Andrés Manuel López Obrador recorrió durante casi dos meses unos 1,100 kilómetros hasta el Zócalo, la emblemática plaza pública de Ciudad de México, para reclamar por lo que consideraba un fraude electoral en su natal Tabasco.

El “Éxodo por la democracia”, que empezó en 1991 con unas 50 personas y terminó en 1992 con un discurso de López Obrador ante 40,000 almas, sacó del anonimato al entonces pueblerino político y lo hizo líder nacional. Desde allí, su carrera fue en ascenso y el domingo fue recompensado con la presidencia de México.

“En ese entonces yo era muy rebelde”, recordó en una semblanza hecha por su Movimiento Regeneración Nacional (Morena), un partido fundado en 2011 alrededor de su mesiánica figura y cuyo acrónimo hace referencia a la virgen de Guadalupe.

Tres años y algunas protestas más tarde, el político conocido popularmente por sus iniciales AMLO volvió a caminar hasta el Zócalo para reclamar por el resultado de unas elecciones regionales en Tabasco que, aseguró, le habían robado.

Esta vez presentó varias cajas con los excesivos gastos de campaña -40 veces superiores al límite permitido- del candidato oficialista y que comprobaban que recibió dinero no legal.

En 1996 movilizó agrupaciones indígenas para tomar 50 pozos petroleros exigiendo mejores condiciones laborales en la estatal Pemex y fue agredido. Ese año se convirtió en líder nacional del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).

“Este país no avanza con procesos electorales, avanza con movilizaciones sociales”, dijo por entonces.

GERMEN POLÍTICO

López Obrador es el primero de los siete hijos que tuvieron Andrés López, un campesino que trabajaba de vigilante en un depósito de Pemex, y de Manuela Obrador, hija de un inmigrante español criada en Tabasco, un estado en el sureste del país.

De niño, disfrutaba del béisbol y de bañarse en el río con sus amigos en la pequeña ciudad tabasqueña de Tepetitán, donde moldeó su personalidad: porfiado y soberbio, pero con un gran sentido del humor y una profunda sensibilidad social.

“Los tabasqueños no sabemos disimular. Aquí todo aflora y se sale de cauce. En esta porción del territorio, el más tropical de México, los ríos se desbordan, el cielo es proclive a la tempestad (...) y brota con facilidad la ruda franqueza”, escribió AMLO en uno de los casi 20 libros que ha publicado.

Durante una excursión con el poeta Carlos Pellicer y otros amigos, López Obrador estuvo al borde de la muerte tras ser arrastrado unos metros por la indómita corriente de un río.

Algunas biografías sugieren que aquel episodio transformó al joven AMLO y lo convenció de dedicar su vida a un bien supremo.

Pero hay otros que aseguran que fue un hecho previo y más trágico. Cuando apenas tenía 15 años, López Obrador y su hermano José Ramón estaban en el almacén de telas de la familia cuando, tras un hecho confuso, AMLO oyó un disparo, volteó, y vio a su hermano sin vida, bañado en sangre.

Aquel dramático suceso lo volvió taciturno y reflexivo.

El historiador mexicano Enrique Krauze, quien conoce a López Obrador y ha escrito de él varias veces, dice que probablemente de ese suceso proviene su “actitud mesiánica”, de la necesidad de expiar algún tipo de culpa por su hermano ayudando al pueblo.

A mediados de 1970, durante los últimos años de su carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública, se afilió al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó de manera hegemónica por 71 años hasta el 2000.

En 1977, fue nombrado responsable del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco, cargo que ocuparía por cinco años. En vez de despachar desde Villahermosa, la capital del estado, buscó una casa pobre entre los indígenas y entendió el poder de la austeridad en una profesión caracterizada por la ostentación.

En noviembre de 1983 renunció a la presidencia estatal del PRI por discrepancias con algunos sectores del partido que lo acusaron de difundir “ideas socialistas en las comunidades”. En 1988 se acabó su romance con el PRI y ayudó a fundar el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Tras varias protestas en contra de supuestos fraudes electorales en Tabasco, en 2000 logró la alcaldía de Ciudad de México, trampolín para sus aspiraciones presidenciales.

Durante esos seis años AMLO se ganó la simpatía de los capitalinos, la segunda mayor fuerza electoral del país, por movilizarse en un Nissan Sentra prestado y empezar sus jornadas con una rueda de prensa diaria a las seis de la mañana.

“Yo no soy corrupto. Lo que estimo más importante en mi vida es la honestidad. Realmente no tengo bienes materiales. Ya lo que tenía lo cedí, lo entregué a mis hijos”, ha dicho cuando se le cuestiona por sus bienes inmuebles.

AMLO tiene cuatro hijos; tres con su primera esposa, que murió en 2003 de una enfermedad autoinmune, y uno con su actual cónyuge, Beatriz Gutiérrez, a quien conoció como alcalde.

¿POPULISTA O POPULAR?

Pese a liderar la mayoría de las encuestas, AMLO perdió las presidenciales de 2006 por poco margen y dijo que le “robaron” los comicios, por lo que protestó por meses en una gran avenida, generando caos vehicular y socavando su respaldo popular.

Luego de mandar a los vencedores “al diablo con sus instituciones”, juró como “presidente legítimo” en un acto presenciado por miles de seguidores pero ignorado por las autoridades. Ahí se ganó la fama de no acatar las reglas y de estar más cerca de la arrogancia que de la sencillez.

“Andrés Manuel es un hombre muy sencillo, empático con las personas, muy noble, muy generoso, muy modesto”, dijo a Reuters Julio Scherer, su amigo por las últimas dos décadas y coordinador regional de Morena en el sur de México.

“No creo que (su terquedad) sea una debilidad. Cuando se propone algo busca conseguirlo: a eso algunos le llaman terquedad, otros le llamamos carácter”, agregó Scherer.

Antes de iniciar su segunda campaña presidencial, advirtió que, de no ganar, se iría a “La Chingada”, el nombre de su finca y una expresión mexicana que significa “irse al diablo”.

Pero en 2012, con el pelo cano y la piel tostada por el sol, volvió a perder la presidencia frente a Enrique Peña Nieto y no cumplió su promesa. Seis años más tarde volvió a tentar la silla presidencial bajo el eslogan: “la tercera es la vencida”.

A diferencia de las campañas presidenciales previas, esta vez el curtido político de 64 años se mostró conciliador, evitó caer en provocaciones y, cada vez que lo desafiaron, respondió con una sonrisa y su nueva consigna: “paz y amor”.

“Los que no han estado con nosotros y ahora se acercan sostienen que yo he cambiado, y les digo que sí”, dijo poco después de anunciar su intención de postularse por tercera vez.

Ha dicho que gobernará con el faro de los expresidentes mexicanos Francisco Madero, Lázaro Cárdenas y Benito Juárez y que llevará a cabo la cuarta transformación del país sin derramar sangre: un hecho que ha comparado con la Revolución mexicana, el suceso más importante del siglo XX en México.

Sus críticos lo tildan de populista pero sus aliados dicen que es popular. Cuando se trata de describirlo pareciera no haber matices en México: o se le venera o se le detesta.

“Lo que está proponiendo López Obrador (...) no es una transformación del Estado, es una deformación del Estado, es regresar al viejo estatus autoritario, antidemocrático y dictatorial de partido único”, dijo el analista político mexicano Ricardo Alemán. “(Él) es el populista clásico”.

El 1 de diciembre AMLO asumirá como el presidente electo de mayor edad que ha gobernado México.

Pese a las dudas por su salud, el político ha dicho que está “al 100”. Cuando le recuerdan que sufrió un infarto en 2013 y su hipertensión solo responde: “El pueblo no se equivoca”.



Jamileth
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