Tras Bambalinas

¿Para qué sirve hoy la OTAN?

2018-07-13

La OTAN sigue cumpliendo una función fundamental que es garantizar la integridad territorial...

Política Exterior

La OTAN celebra el 11 y 12 de julio en Bruselas una cumbre con un protagonista explícito –Donald Trump– y un miedo implícito: ¿sigue teniendo sentido la Alianza? El presidente de Estados Unidos, como sus predecesores, ha exigido un mayor compromiso presupuestario a los países europeos. La diferencia esta vez es que la relación transatlántica parece estar en entredicho. Preguntamos a cuatro expertos para qué sirve hoy la OTAN y si puede seguir siendo el eje de la relación a ambas orillas del Atlántico.

Alberto Bueno | Investigador del departamento de Ciencia
Política de la Universidad de Granada y miembro del 
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI): 

Cuando se piensa sobre el papel que desempeña la OTAN en la actualidad, hay que abrir el encuadre tradicional de la guerra fría para considerarla, antes que nada, un foro político de primer nivel sobre asuntos militares y de defensa. No hay ninguna otra organización internacional que tome decisiones políticas de este calibre sentando a la mesa a 29 aliados. Por tanto, su máxima virtud es la de generar vínculos de confianza y cooperación entre estos actores, con enfoques e intereses muchas veces distintos pero potencialmente convergentes, así como la de consolidar canales de comunicación diplomática. También hacia terceros Estados, con la proyección que ello implica.

Asimismo, la Alianza Atlántica tiene una utilidad militar diaria mucho más profunda que las eventuales misiones que despliegue, que es en última instancia lo que la ciudadanía puede percibir. En efecto, esta organización es un potente generador de doctrina militar desde el nivel estratégico hasta el táctico, por lo que los ejércitos aliados desarrollan buena parte de sus instrucciones, procedimientos, tácticas, etcétera a partir de documentos OTAN. Este hecho facilita que se estandaricen procesos, conocimientos y formación, procurando así fomentar el trabajo conjunto; en definitiva, aunar esfuerzos y compromisos, estimulando una cultura compartida. En el caso español, en particular, la pertenencia a la OTAN ha sido un vector esencial de modernización y explica por qué las fuerzas armadas son una de las instituciones públicas españolas más internacionalizadas. Esta realidad es la gran aportación de la Alianza a la defensa colectiva.

En torno a la OTAN han pivotado las relaciones entre Estados Unidos y los países europeos desde la segunda mitad del siglo XX. Que la Alianza siga siendo un vínculo imprescindible entre ambas orillas debería ser un bien común a proteger. Incluso un proceso de mayor integración en la Unión Europea no debería suponer detrimento alguno, sino una oportunidad para engrasar dicho eje. Ahora bien, que el presidente de EU ponga en tela de juicio todas las instituciones del orden liberal de postguerra (y la OTAN lo es) o las serias divergencias existentes entre los socios europeos, pueden truncarlo. Por ello, es necesario examinar las distintas posturas de a ambos lados del Atlántico. Por un lado, hay quienes desde EU ven a Europa como un simple aliado a proteger, pero lo cierto es que Europa es parte consustancial de la estrategia de seguridad nacional estadounidense, especialmente en términos de proyección militar. Como consecuencia, prescindir de Europa es minar su propio planteamiento estratégico. Por otro, los Estados europeos tienen que asumir la responsabilidad de los compromisos adquiridos, propuestos y suscritos mucho antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, por lo que su cumplimiento u omisión no puede excusarse en las presiones de la administración actual. La UE difícilmente podrá aspirar a ser un actor global sin desplegar una política de seguridad y defensa sólida, ni desarrollar efectivamente una autonomía estratégica. Lo demás, sería continuar “profundamente preocupados” por los conflictos que acontezcan, pero sin capacidad real de actuación o dependiendo fundamentalmente de la concurrencia de EU. Por tanto, la OTAN puede servir perfectamente a este ganar-ganar siendo el eje de dicha relación. Pero está en la voluntad política de los actores que así sea.

Carlota García Encina | Investigadora en el Real Instituto Elcano:

La OTAN sigue siendo una magnífica herramienta militar y el mejor instrumento para la defensa colectiva ante las viejas y las nuevas amenazas. A pesar de esa perpetua crisis en la que parece encontrarse casi desde su creación, hay que destacar que en la cumbre de Gales de 2014, los países se comprometieron y han llevado a cabo un esfuerzo económico y de adquisiones, se han creado dos nuevos mandos en Alemania y EU y se está mejorando la coordinación naval a ambos lados del Atlántico. El problema es que mientras avanza en el ámbito militar, en el ámbito político crecen las desavenencias. No se trata de centrarse solo en disminuir la disparidad en el gasto en defensa de los varios miembros, sino en volver a encontrar la cohesión entre ellos. La OTAN ha pervivido tras convertirse en otra cosa distinta para lo que se creó, y pervivirá cambiando y adaptándose a los nuevos tiempos porque sigue teniendo una gran importancia estratégica para ambas orillas del Atlántico y para sus miembros. No hay, a día de hoy, una alternativa realista a ella. Valores en común, intereses coincidentes y objetivos compartidos han constituido, hasta ahora, los cimientos de las relaciones entre EU y Europa. Quizá haya que volver a reescribirlos, y quizá haya que distinguir de forma más clara entre lo que es estructural y lo que es coyuntural (¿Trump?) para la relación.

No sería desacertado afirmar que la OTAN es lo único que hoy en día parece mantener cierta “unidad transatlántica”. Las diferencias entre ambas orillas en cómo abordar el cambio climático, el rechazo de la administración Trump al acuerdo nuclear con Irán, las visibles diferencias en las última reunión del G7 y la guerra comercial así lo indican. Pero los vínculos transatlánticos en general son menos fuertes. La inmigración europea hacia EU ha ido decreciendo con los años y los norteamericanos no se sienten tan vinculados a Europa y a su historia como en el siglo pasado. Por el contrario, han crecido sus vínculos con Asia y América Latina. Con este panorama, paradójicamente, la Alianza Atlántica se mantiene bastante firme a pesar de los tuits y de las crisis.

No volveremos a ver las relaciones transatlánticas tal como las hemos conocido hasta ahora, porque el mundo está cambiando. Pero no debemos olvidar que la relación transatlántica hoy en día va mucho más allá de los gobiernos, de los líderes de los países, y de la propia OTAN. Es impensable una no-coordinación transatlántica en el avance de la inteligencia artificial, en las posibilidades del uso del big data, en la interconexión mediante el Internet de las cosas, y otros muchos. ¿Cómo no creer en el futuro de la relación transatlántica, donde la OTAN es uno de los principales ejes?

Manuel Muñiz | Decano de la Escuela de Relaciones Internacionales en IE University: 

La OTAN sigue cumpliendo una función fundamental que es garantizar la integridad territorial de sus miembros. Es decir, sigue siendo una institución que provee defensa continental en Europa. En este sentido, su objetivo central no ha cambiado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Es cierto que algunos miembros de la organización querrían que tuviera un mandato mayor y realizara labores de seguridad allí donde se encuentren las amenazas a la seguridad europea; incluso cuando estas se encuentren muy lejos del territorio europeo. La misión ISAF en Afganistán, por ejemplo, respondió a esta lógica más expansiva.

La Alianza Atlántica cumple también la función de mantener a EU y a sus socios europeos vinculados de forma estrecha en el campo de la seguridad. De hecho, la OTAN es la manifestación institucional del amplio catálogo de intereses estratégicos que comparten europeos y americanos y, como tal, es uno de los pilares fundamentales del orden liberal global. La Alianza defiende los principios de no agresión y de respeto de la soberanía de los Estados, así como la importancia de la provisión de bienes comunes globales como, por ejemplo, la seguridad del comercio global. Sin la OTAN la arquitectura global sobre la que descansa la prosperidad de las sociedades occidentales se vería debilitada y cuestionada.

Jesús A. Núñez Villaverde | Codirector del Instituto de 
Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH): 

La OTAN tiene más pasado que futuro. Y esto es así porque, sin olvidar los innegables servicios prestados desde 1949, parece llegado el momento de poner fin a la subordinación europea a Washington en materia de seguridad y defensa. Así lo indica tanto la canciller alemana, Angela Merkel, cuando señala que EU ha dejado de ser un socio fiable, como la propia Estrategia Global de la UE (2016), cuando se plantea la “autonomía estratégica” como objetivo.

Eso no significa que la Alianza deje de tener sentido a medio plazo. Por un lado, frente a la entelequia de una “Europa de la defensa”, hoy inexistente, sigue siendo una realidad operativa en términos de defensa colectiva y hasta un freno a las disensiones intraeuropeas. Pero no puede seguir siendo el eje de la relación trasatlántica porque, en esencia, continúa siendo una organización militar y no puede, por tanto, gestionar una agenda que abarca muchos otros ámbitos, tanto políticos como económicos. Ni resulta adecuada para hacer frente al terrorismo internacional –una amenaza que demanda sobre todo instrumentos sociales, políticos, económicos de los que la Alianza carece por definición–, ni parece la entidad mejor preparada para atender a la proliferación de armas de destrucción masiva ni a los efectos del cambio climático, las dos más claras amenazas existenciales que hoy nos ocupan.

Visto así, y sin llegar al punto de considerarla obsoleta (Donald Trump dixit), lo más probable es que la OTAN siga siendo por un tiempo una organización funcional en declive. Eso solo sería una mala noticia si, en paralelo, la UE no llega a culminar su proceso de construcción política y si Washington y Bruselas no logran mantener su vínculo a través de una entidad multilateral y multidimensional de nuevo cuño.



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