Internacional - Seguridad y Justicia

Extranjeros acusados de combatir para el Estado Islámico llenan las cárceles de Siria

2018-07-23

La antigua escuela es una de las siete cárceles improvisadas para prisioneros de guerra en...

Charlie Savage, The New York Times

 

AIN ISSA, Siria – El edificio de dos pisos aquí aún se parece mucho a la escuela que alguna vez fue. Sin embargo, los salones están cerrados con puertas negras reforzadas, con candados en la parte de afuera. El campus está rodeado por hombres armados que buscan refugio del calor desértico bajo la sombra de los altísimos muros de concreto que marcan el perímetro.

El eco de los pasos y las voces de los visitantes era lo único que se escuchaba un día reciente en un polvoriento pasillo color rosa y blanco que antes estuvo lleno de niños. No obstante, cuando un guardia abrió una pequeña ventana en la puerta de un aula, vio el rostro de un hombre recargado contra la apertura. Detrás de él, unos quince más, sentados en tapetes y vestidos con camisetas negras sin mangas, miraban fijamente hacia afuera.

La antigua escuela es una de las siete cárceles improvisadas para prisioneros de guerra en el norte de Siria que albergan a sospechosos de combatir para el grupo del Estado Islámico, capturados por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dirigidas por los kurdos. En general, está prohibido ir a las prisiones de las FDS para detenidos de sexo masculino —cerca de mil hombres, provenientes de casi cincuenta países—, pero un reportero de The New York Times acompañó a una delegación del Congreso de Estados Unidos para recorrer dos de ellas, en lo que fue la primera visita de este tipo para cada una.

Los prisioneros plantean un dilema sin fácil solución y cada vez más urgente. Sus países de origen se muestran renuentes a aceptarlos de vuelta. Sus gobiernos temen que los miembros del Estado Islámico, endurecidos por la guerra, puedan radicalizar a sus prisioneros nacionales. Algunos países enfrentan obstáculos para procesar a los milicianos si los toman en custodia de una milicia no estatal, a diferencia de lo que sucede si los extraditan de otro gobierno.

Pero no es probable que las FDS los retengan para siempre. Se está formando un debate en el interior del gobierno de Estados Unidos sobre si aceptar a algunos de ellos —ya sea para procesarlos en una corte civil o llevarlos a la cárcel para prisioneros de guerra en la bahía de Guantánamo, Cuba—, pero incluso eso no define el destino de los demás.

La incertidumbre se cierne como una amenaza para el resto del mundo, dijo Christopher P. Costa, exdirector sénior de contraterrorismo del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump y quien ahora dirige el Museo Internacional del Espionaje. Se refirió a los “muyahidines errantes” de la década de los ochenta que pelearon en Afganistán y luego esparcieron la yihad en lugares como Bosnia.

“No podemos cometer los mismos errores”, dijo.

Un arreglo temporal

Las FDS tienen retenidos a cerca de 400 sirios acusados de unirse al Estado Islámico, de acuerdo con funcionarios que vieron una imagen reciente de datos gubernamentales no divulgados, y 593 hombres de otros 47 países, muchos de ellos de Egipto, Marruecos, Arabia Saudita, Túnez y Turquía. Aproximadamente ochenta son europeos, incluyendo a cerca de cuarenta rusos, entre diez y quince franceses y la misma cantidad de alemanes.

Los funcionarios se refieren a todos los detenidos como “combatientes extranjeros”. Aunque el grupo del Estado Islámico tenía a algunos reclutas en trabajos administrativos, creen que la mayoría ayudó en las batallas a medida que el llamado califato se derrumbaba.

Unos cuantos prisioneros escalaron y salieron a través de un agujero en la prisión de Ain Issa el otoño pasado, según un comandante de operaciones especiales que se negó a dar su nombre. Desde entonces, el Ejército estadounidense ha ayudado a las FDS a mejorar la seguridad, con un costo de cerca de 1,6 millones de dólares.

En Ain Issa, dijo, se emplearon cerca de 150?000 dólares para la capa doble de los muros prefabricados de concreto instalados en junio; pronto se añadirán cámaras de seguridad y puertas para los pasillos. Aproximadamente 750?000 dólares están ayudando a renovar lo que era una prisión gubernamental en Hasaka que podrá alojar hasta a mil detenidos.

Sin embargo, advirtió, no hay ninguna opción completamente segura.

A pesar de las mejoras a la seguridad, no es probable que las FDS sean carceleras permanentes. No se trata de un gobierno soberano con un sistema de justicia penal reconocido; han establecido tribunales ad hoc para el terrorismo —y han abolido la pena de muerte— pero los está utilizando para procesar solo a sirios, no a extranjeros.

Además, su posición geopolítica es precaria. Trump ha indicado, a pesar de sus señales contradictorias, que quiere sacar a las fuerzas estadounidenses de Siria pronto. Amenazadas por el Ejército turco, otras milicias rebeldes y el gobierno sirio respaldado por Rusia —con el que podrían llegar a un acuerdo—, las FDS dirigidas por los kurdos perderían el control de las prisiones a medida que la guerra continúe.

Después de encontrarse con los funcionarios locales de las FDS y visitar sus prisiones, el senador republicano de Carolina del Sur Lindsey Graham dijo que ya no le preocupan las fugas ni los abusos, sino que cada vez siente más aprehensión por la fragilidad de la situación del grupo.

“La cárcel es mejor de lo que pensaba. La gente que se encarga de su operación es mejor de lo que me imaginé”, dijo. “Pero ahora me preocupa la situación más general. En realidad no es tan sostenible como creí que era. Los detenidos saldrán a las calles… o morirán”.

Mejora de las condiciones

Los kurdos convirtieron la escuela de Ain Issa en una prisión hace un año, en medio del asalto a Al Raqa, el antiguo bastión del Estado Islámico, dijo Havall Khobat, jefe de una sección regional de inteligencia de las FDS que supervisa tanto esta prisión como la que está en la cercana población fronteriza de Kobane.

“No teníamos tiempo; la construimos muy rápido”, dijo Khobat, un hombre de 27 años con un semblante adusto que vestía un uniforme verde de camuflaje con una kufiya azul que cubría sus hombros, y quien condujo la visita a la prisión de Ain Issa. “Tuvimos la prisión de Kobane por un tiempo pero no era suficiente para alojar a todos estos detenidos”.

En las instalaciones de Ain Issa había 223 sospechosos del Estado Islámico provenientes de Siria, y en la prisión de Kobane solo un poco más de 200 de otros países, dijo. Siguen llegando más conforme las FDS combaten pequeños grupos y células durmientes del Estado Islámico, dijo; su meta es capturar a la gente “peligrosa” para que no se cuelen a su hogar.

Khobat describió la transformación de la prisión y enfatizó los esfuerzos para que las condiciones sean más seguras y humanitarias “con nuestros recursos limitados”. Un doctor, que atiende también en la prisión de Kobane, acude una vez a la semana. Los detenidos pasan una hora al día en un patio cerrado con colchones. La celda que se le mostró a la delegación parecía tener aire acondicionado y en ella había un televisor. Dijo que los detenidos veían partidos del Mundial de Fútbol.

Mientras tanto, las FDS están apuntalando la capacidad de sus prisiones. La renovación de la vieja prisión gubernamental en Hasaka casi termina: los detenidos de sexo masculino del Estado Islámico se agruparán ahí a partir de agosto (el grupo tiene a las mujeres y niños del Estado Islámico en campos de desplazados, y determina caso por caso dónde poner a los adolescentes varones, según dijeron los funcionarios).

Con cinco áreas de tres pisos que se extienden desde una zona central de control, sus celdas son mayoritariamente para grupos. Una tenía 39 camas, en literas de tres niveles. Sus paredes alguna vez negras, por las que corren serpientes de cables naranjas de cámaras de seguridad, brillaban con pintura blanca fresca.

El alcaide, Adnan Ali, sonriente, en pantalones de mezclilla y con la camisa a cuadros arremangada, dijo que no quería que Hasaka se conviritiera en una “escuela de terroristas” donde los prisioneros se radicalicen y formen redes, así que los detenidos no podrán obtener ciertos materiales religiosos y se prohibirán los rezos colectivos.

No obstante, como parte del esfuerzo para ayudar a los yihadistas a “pensar diferente”, dijo, los “tratará como personas”, a diferencia de lo que sucede en las cárceles del gobierno sirio y el Estado Islámico. Vestirán ropa común y tendrán acceso a la televisión y los libros. Las familias de los sirios, por lo menos, podrán visitarlos.

Encarcelar a combatientes extranjeros “es una gran carga sobre nuestros hombros, pero debemos aceptarla”, dijo Ali. “Incluso si tenemos que quitarles comida a nuestros soldados para dársela a ellos, los mantendremos aquí para que no hagan daño al resto del mundo”.

Advierte que la cárcel se quedará sin espacio, por lo que imploró a otros países que “aceptaran de regreso a sus combatientes”.



Jamileth

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