Miscelánea Humana

Dame "Like"

2018-08-03

Muchas cosas se pueden decir a favor o encontra de los "me gusta", pero el arista que veo...

Cileya Muslera

Uno de los rostros de la corrupción del siglo XXI, masterizado gracias al mal uso a las tecnologías de la información, es el tráfico de los “me gusta” a lo largo y ancho de las redes sociales. Prácitca muchas veces promovida desde las aulas y hasta continuada en los trabajos para evaluar y ser evaluados en función del número de “likes” en un mal entendido del potencial positivo de este tipo de herramientas.

Solemos recurrir a nuestros grupos sociales (siempre en el bolsillo) para entre otras muchas cosas, lucrar con esta especie de moneda virtual del “me gusta”.  Porque podremos salir sin un peso en la bolsa y sin bloqueador solar, pero jamás al desamparo de la falta del felizmente útil fetiche que nos mantiene conectados y plácidamente dopados bajo el amparo de nuestros grupos sociales.

Muchas cosas se pueden decir a favor o encontra de los “me gusta”, pero el arista que veo más riesgoso es el hecho de que muchos maestros con el beneplácito de los padres, dejan a un lado la calidad por la cantidad y enseñan el arte de aceitar influencias para incidir en el número de “likes” con tal de obtener una nota; ejercitanto el desafortunado “haiga sido como haiga sido” abriendo de par en par las puertas a la corrupción. No cabe duda que mucho de lo que hacemos en chiquito se refleja lo grandote y no hay que rascar mucho en nuestras memorias.

En el ámbito escolar podría traducirse como una falta de respeto al trabajo de los demás alumnos quienes por tener redes sociales menos robustas, no alcanzan una mejor calificación aun teniendo un trabajo de mejor calidad que quienes cuentan con mejor porra o músculo social. Bajo este tenor, se puede erosionar el aprender a reconocer los méritos ajenos aceptando un reconocimiento inmerecido a golpe de una gruesa capa de “likes”. Esto hace perder perspectiva en la ya de por sí difícil habilidad para ver las propias incapacidades; abonando al desarrollo de efectos tan indeseables como el de Dunning-Kruger, convirtiéndose uno mismo en un franco problema de salud pública dentro de las mismas redes sociales. En consecuencia quedan sepultadas la retroalimentación, autocrítica y hasta la autoestima; por no mencionar que de paso se fortalecen las prácticas de fraude, soborno y simulación a través de recurrir a terceros para obtener un amplio impacto positivo dentro de la “matrix” o mundo virtual.

Este camino nos conduce a vincularnos no sólo a través del compañerismo, sino también a través de complicidades. En medio de la confusión, con tal de pertenecer, tener a gusto al jefe, compañero de trabajo o sacar una buena calificación nos volvemos cómplices de algo que ni siquiera nos habíamos planteado.

¿Es posible hacer lo correcto sin tener bien claros los límites de lo que es y no es correcto? En definitiva hay muchas cosas que nos rebasan y precisamos aprender valores en todos los ámbitos de nuestras vidas, por lo que el papel de la escuela debiera ser más activo y hacerse responsable en el tema evitando promover esto como si se tratara de inocentes prácticas cotidianas del nuevo siglo que tenemos por normalizadas sin medir las consecuencias.

Al salir de nuestro contexto cultural mexicano, caemos en la cuenta que están fuera de los límites de hacer lo correcto y tienen tintes de modos corruptos que en el mejor de los casos debieran causarnos el más profundo de los oprobios.

Sin embargo, la realidad es que pareciera estamos atrapados en los andamios de nuestras propias construcciones culturales que compartimos como nación y las replicamos y transmitimos entre generaciones de manera vertical y horizontal cual material genético viral con potencial epidémico.

Y de saber que todo comienza con la buena intención de ayudar a los amigos (que pasan de de compañeros a cómplices) sin reparos en el bienestar de los demás (el grupo). Así sin mayor papeleo, ingresamos a una espiral con efectos globales indeseables muy convencidos de que estamos haciendo lo correcto por el simple hecho de que “todos” lo hacen.



JMRS